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Infantino y un Mundial para ricos que empobrece el futbol

LOS ÁNGELES -- Gianni Infantino se parece cada vez más a sus predecesores: se prostituye al mejor postor. Proyecta ser un pésimo remedo de quienes le anteceden en el árbol genealógico de la corrupción de FIFA.

Con fecha de aprobación, seguramente unánime, en el mes de mayo, el presidente de FIFA favorece a los más poderosos y ofrece limosnas a los menesterosos, al anunciar la distribución de las 48 plazas para el Mundial 2026, seguramente también, para una sede tripartita: México, Canadá y EEUU, este último, según el bosquejo de Sunil Gulati albergará la inauguración y la gran final.

Infantino tiró mendrugos de ilusión a los indigentes del futbol mundial: seis plazas directas a Concacaf, cuyo valor futbolístico es paupérrimo, pero en las urnas es poderoso: dispone de 41 votos. Hoy, la región tiene tres boletos y medio. ¿Merece que casi se le dupliquen sus cupos? No.

Lo mismo ocurre con África. Dispondrá de nueve plazas porque dispone de 54 votos. Sin embargo, recordemos que en la pasada Copa África, al menos 58 jugadores participantes, pertenecían a clubes europeos, de diversos niveles. Hoy, de acuerdo a la Clasificación de FIFA, los nueve mejor ubicados de África están entre los sitios 20 y 47 de la tabla.

La injusticia evidente ocurre con Sudamérica: le entregan seis plazas directas, las mismas que a Concacaf, porque con sus diez votos si está de acuerdo o no, le importa un soberano centavo a Infantino. Aquí no pesa su poderío futbolístico, sino su enclenque peso en los sufragios.

No puede obviarse que tres de los jugadores protagonistas del futbol Mundial son sudamericanos: Messi, Luis Suárez y Neymar, más allá de la presencia de otros de la misma región en equipos de relumbrón como el Real Madrid, con Marcelo y James, o como Vidal, Alexis, Cavani, Agüero, Gabriel Jesús, Coutinho, Dybala, Casemiro...

¿Europa? Ya se sabe, a las 50 naciones afiliadas, Infantino les ofrecen 16 cupos. Y no necesita más. Sus 16 equipos mejor ubicados en la clasificación de FIFA están ubicados desde el sitio tres (Alemania) al 26 (Turquía).

Y claro, el presidente de FIFA sabe que no necesita de más respaldo europeo, si reúne los suficientes votos de la prole pordiosera futbolera: Concacaf, Asia y África. El poder de los indigentes balompédicos tiene el mismo peso que el de la sangre azul europea.

¿Asia? Con sus 47 derechos a voto, recibe ocho plazas mundialistas para el 2026. Lo curioso es que sus ocho mejores selecciones ocupan del puesto 33 (Irán) al 84 (Catar). ¿Merece ocho sitios? Absolutamente, no.

Oceanía tendrá una plaza que seguramente queda a perpetuidad para Nueva Zelanda, a menos, claro, que Australia decida abandonar la caravana de Asia y regresar a la que geográficamente le pertenece.

Pero Infantino consigue su objetivo. En este acto de gigantismo desordenado del Mundial, satisface al universo del futbol, aunque convierta la competencia en una verdadera kermese y al que en verdad deberán ser muy malos los equipos que no logren asistir.

Además hay una puerta extra de acceso: un Hexagonal de repesca a celebrarse en una sola sede, con un representante de cada Confederación, excepto Europa, y uno más designado por el Comité Organizador del país o países anfitriones.

Evidentemente hay un negocio billonario, y ese es el primer objetivo cumplido por Infantino. Aumentarán los ingresos los patrocinadores, y hasta negocios colaterales menores, por ejemplo, como el Álbum Panini de estampitas podrá aumentar sus páginas, su público y su negocio hasta en un 50 por ciento.

Además, las televisoras con derechos de transmisión verán generosamente incrementadas sus audiencias. Tal vez para el resto del mundo un Nigeria contra China no le interesa, pero seguramente los mil 500 millones de chinos estarán pendientes de ese juego, al igual que los 192 millones de nigerianos, y eso, basta para pingues negocios regionales o de hecho, continentales.

Si Guatemala o El Salvador logran meterse al Mundial, con el poder adquisitivo de 1.5 millones de chapines y 1.5 millones de salvadoreños que residen en Estados Unidos, seguramente empeñarían lo necesario para ser testigos de eventuales enfrentamientos grupales contra una potencia alemana.

Es decir, financiera, maquiavélica, farisea, abusiva, explotadora y advenedizamente pensándolo, este Mundial de 2026 debe ser un éxito absoluto, menos en la cancha, donde se correrá el riesgo que se empobrezca el espectáculo, aumenten las goleadas, aunque con una heterogeneidad étnica impresionante en las tribunas.

Infantino también deberá resolver de dónde sacará los árbitros suficientes, porque si a nivel mundial la capacidad y la calidad de los jueces es realmente paupérrima, ahora se verían, incluso más lamentables trabajos de los silbantes. En una de esas y por México hasta César Ramos Palazuelos se cuela.

Insisto, el nuevo presidente de FIFA se parece tanto a sus antecesores y que alguna vez fueron sus mentores y padrinos, que no puede engañarnos.

Bajo el sol de las sospechas, el cuerpo de Infantino parece proyectar la sombra de Blatter.