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Y también este Ferrari se lo destartalan al Tuca

LOS ÁNGELES -- En una zona tercermundista, según las consideraciones cuestionables de la FIFA, tener un plantel con jugadores pertenecientes a selecciones nacionales campeonas de América, campeonas de Concacaf, subcampeonas de Europa, futbolistas de roce europeo, perder una Final no puede considerarse de otra forma más que fracaso, un bochornoso fracaso.

Y el Tigres de Gignac, de Vargas, de Aquino, de Damm, de Pizarro, de Nahuel, de Advíncula, de Sosa, de Dueñas, fracasó en la urgencia, en la necesidad, en la obligación de ir a un Mundial de Clubes y de ganar su primer torneo internacional, aunque fuera de la rascuache -según FIFA- zona de Concacaf.

Pachuca se coronó. Nuevamente. ¿Alguna garantía de que no continúe con su propia secuela de decepciones y fracasos en un Mundial de Clubes, y con la propia secuela de vergüenzas de equipos mexicanos en esa competencia? Tal vez la organización de los pachucos haya aprendido algo.

Pero, sin duda, quien aún no demuestra estatura para ganar este tipo de torneos es Ricardo Ferretti. Parecía que el ridículo en la Copa Libertadores lo debía haber amaestrado sobre su incompetencia en momentos críticos. Pero, en su omnipotencia, en sus egomaniacos comportamientos, él está convencido que no tiene nada que aprender.

Ante River Plate la lección fue brutal. Un equipo argentino desvencijado, desarmado por lesiones y traspasos, en una de las más pobres ediciones de la Copa Libertadores, Tigres no pudo porque, nuevamente, Tuca no supo.

Pavonearse, menearse con el plumaje artificioso del finalista ya no le sienta bien al plantel más caro y de mayor roce internacional del futbol mexicano y, evidentemente, de la Concacaf y de muchos países de América.

Es, sin duda, de mediocres frotarse ungüentos de resignación y consuelo porque se es finalista. La reincidencia en el fracaso no debe ser un aliciente, sino un castigo, y no debe ser una exaltación, sino una deshonra, excepto, claro, para directivos simpaticones y pizpiretos como el Inge Rodríguez, quien asevera complaciente y en complicidad que "no quiero un técnico que gane, sino que trabaje duro".

Debería saber que hay obreros clandestinos en Siberia que trabajan más y cobran mucho menos que el Tuca.

¿Pachuca? Deberá apurarse a decidir, sin altanería, sin soberbia, sin menosprecio, a dedicarse de lleno a la Liga MX o a comprometerse con el Mundial de Clubes.

Eso de que "podemos competir en las dos", se ha convertido en un agobiante, hipócrita, altivo y suicida epitafio de los clubes mexicanos que creen que pueden cargar con el peso de dos torneos.

Pachuca aún puede incluso rescatar este torneo y meterse a la Liguilla, pero el siguiente, el Apertura 2017, deberá manejarlo con la mayor inteligencia, si la tienen, y si les es posible.

Tigres, tras el fracaso redundante y aplastante, se perfila para quedar fuera de la Liguilla, especialmente después del fracaso de este miércoles por la noche ante Pachuca. Fue el tiro de gracia.