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La ruta de México, entre el Kremlin y Siberia

LOS ÁNGELES -- Con su juramento como Espada de Damocles, --en una aproximación al suicidio--, ese de prometer ser finalista en la Copa Confederaciones, Juan Carlos Osorio, como croupier resignado, blofea con sus 32 cartas de cara a los amistosos ante Croacia e Irlanda.

De esa baraja con 32 naipes, pero sin algún as bajo la manga, pretende quedarse con 23 reclutados para la misión de someter a Honduras y Estados Unidos en el Estadio Azteca, en un combo que podría incluir su clasificación a la Copa del Mundo Rusia 2018.

En la garita del Hexagonal, México tiene 10 puntos, y en la aritmética de la mediocridad Conkakafkiana, con 16 unidades le sellan el pasaporte a Rusia. Una ganga, más barato, imposible. En esta zona Caperucita es más peligrosa que el Lobo.

En la precipitación exitista de las estadísticas, el Tri debe salir a destazar a sus adversarios y empezar a confirmar albergues en Rusia. Pero a Honduras lo exalta Jorge Luis Pinto y a Estados Unidos lo resucita Bruce Arena. Para ambos técnicos, México sólo se conjuga con el verbo odiar.

A pesar de sus populistas liturgias previas de que en la Liga MX hay opciones similares a los cónsules europeos, Osorio ratifica que a la Confederaciones viajarán los titulares y los becados en las bancas de clubes de medio pelo en Europa, además de Giovani. Muchas vueltas de la gallina para poner el mismo huevo de siempre.

Así, mientras todos los medios y los miedos de la selección mexicana tienen como código postal la Confederaciones, la devoción por la Copa Oro se empobrece, sin ignorar que la selección #SálveseQuienPueda que acudirá vestida de verde, espera las nominaciones de Walter López, Aguilar Chicas y Mark Geiger como los rescatistas del Tri. Los padrinos favoritos de El Padrino conkakafkiano.

El grupo de México en la Confederaciones sólo escandaliza a los temerosos defensores de Osorio. Ya hemos hecho referencia a la desvencijada selección de Rusia, mientras que Nueva Zelanda recluta a los lisiados que nunca pudieron jugar rugby, y en espera de las condiciones en que llegará Cristiano Ronaldo en esta maratónica obsesión de ser el Balón de Oro, con dos musas valiosas: la Champions y la Liga. Los gatos quedarían a merced del ratón.

Con la Copa Oro, entonces, relegada al escuadrón suicida mexicano de los menos indigentes de la Liga MX, y con la inconsistencia de una selección estigmatizada perversamente por el 7-0 ante Chile, Juan Carlos Osorio empezará de cero, porque, ya debió detectarlo, la amnesia reincidente del futbolista nativo, respecto a su Libreta, lo coloca en el comienzo de la aventura.

Ojo, insisto: así como Osorio no debe ser el único en cargar la cruz al Monte Calvario del 7-0, porque los futbolistas quedaron superados física y espiritualmente, tampoco puede dejarse de lado la responsabilidad suprema de los jugadores en el asalto desolador sobre la alguna vez mítica Columbus.

De esta manera, los dos extremos de esta selección mexicana, el hundimiento absoluto del 7-0 hasta la extinción de EEUU en Columbus, deben atribuirse a los extremos de compostura de los jugadores, que pasaron de la agonía histérica en Santa Clara al éxtasis histórico ante las últimas tropelías de Klinsmann. Ni la leña verde ni el nicho son exclusivos de Osorio, los jugadores tragaron, mayoritariamente, de ese estiércol y también de ese banquete.

Lo cierto es que México será además el seleccionado que llegue con una mejor ruta de preparación. Croacia e Irlanda, con nóminas de exiguas pretensiones mundialistas, deberán aportarle exigencias al Tri, y en batallas sin concesiones, la Honduras de Pinto y el EEUU de Arena, serán una versión corregida y aumentada de las que ya enfrentó Osorio.

Ojo: poco le ayudan a México los juegos previos en Los Ángeles y Nueva York, para después meterse al Estadio Azteca, con las condiciones de altitud que ahora son menos temidas y mejor confrontadas por sus adversarios en el Hexagonal.

Por lo pronto, Osorio percibe la emboscada que generalmente arman los resultados. Especialmente si él mismo fue proyectándola en torno a sus discursos. Victorias de local sobre catrachos y estadounidenses, y esa presupuestada Final en la Confederaciones, serán el termómetro ineludible de sus perspectivas, porque, ojo, es necesario recalcarlo: el técnico colombiano no llegó para tramitar el boleto a Rusia, sino para aspirar a los terrenos vetados y vedados del quinto partido. Para turistear en Rusia, abundan candidatos.