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Llegó el VAR: la imperfección de la Justicia perfecta

LOS ÁNGELES -- El VAR es la versión futbolera del Rey Salomón. Está dispuesto a partir en dos a una creatura si con eso se consuma la Justicia.

No es perfecto, pero el VAR puede ser perfectible. Al fin y acabo ofrece el inefable testimonio digital y visual de una cancha de futbol. Revive escenas. Es la confesión de archivos muertos.

Sin embargo, su grado supremo de imperfección es que está en manos de tipos imperfectos de criterios imperfectamente perfeccionistas. Y se equivocan. La verdad y la mentira, dependen del cristal con que se miran. Y hay cada daltónico de juicio.

La presentación del VAR ante esa sociedad siempre inconforme de la tribuna de futbol, se ha hecho con el glamour requerido, finalmente, en la Copa Confederaciones. México le besó los pies y Cristiano Ronaldo hizo un mohín de desdén. Entre Chile y Camerún, los videos y los árbitros, dejaron dudas.

Es que, insisto, bajo el principio de McLuhan, "cada quien ve lo que quiere ver y oye lo que quiere oír", y los árbitros siguen teniendo la última, sí, maltrecha y todo, la última palabra. Goethe decía que "para distinguir la verdad necesitamos ser sensiblemente más finos que para defender el error".

Si en ese cónclave en cancha y tribuna, en ese plebiscito vertiginoso de ver, volver a ver, y ratificar o rectificar se encuentra la bendición de la consumación de la Justicia, el VAR llegará a final de cuentas como un obsequio para que, casi siempre, gane quien lo merezca. Pero, obvio, la pelota, aún, tendrá que entrar a la red.

Visto así, como una intención justiciera de que el triunfo se legitime sin marrullerías, sin trampas, y sin errores o dolo arbitral, el advenimiento del VAR sólo dará estertores de intranquilidad a quienes les gusta oficiar fechorías en la cancha, sea juez, jugador o técnico.

Parecía necesario. Desde que el primer hermoso, pero tosco de epidermis, balón de cuero, comenzó a rodar bajo un reglamento, el entorno del futbol ha evolucionado. Todo. Todos.

Hoy, los futbolistas usan guantes estrambóticamente estilizados en los pies, con tachones de última tecnología que compiten con las llantas de Fórmula Uno, y sus atuendos están hechos con la comodidad extrema para transpirar hasta la fatiga, o dormitar en la cancha.

El mismo futbolista, la mayoría, al menos, ha evolucionado hasta en nutrición, y algunos más, los menos, hasta con tecnología para poder comprender mejor el juego y el adversario.

¿Los árbitros? Más allá de esas vestimentas crisálidas y fosforescentes, han evolucionado en su equipamiento, hasta el mismo cronómetro y su botecito de pintura, para marcarles fronteras a los jugadores.

Los jueces sólo conservan intacto el chillido de la autoridad: ese silbato, que es una marcha, festiva o fúnebre, de una sola nota. El resto, es cuestión de pulmones.

Los estadios pretenden ser más funcionales y seguros, con pantallas o marcadores modernistas, y hasta las canchas, naturales o artificiales, o mixtas, gozan de la más sesuda y minuciosa producción. La guerra sobre alfombras eternas, indesechables.

Y claro, el balón, con pruebas constantes en túneles de alto vacío, ha visto modificado su comportamiento aerodinámico, haciendo, a veces que, los exquisitos sean más exquisitos y los picapiedras, más picapiedras.

En ese afán de evolución, el futbol debió agregar al VAR con una sensibilidad justiciera, que, insisto, aún reposa en la imparcialidad, inteligencia, criterio y lucidez de quienes deben leer lo que ocurre en la pantalla con ojos de reglamento, con una mentalidad de lo que es, y no de lo que quisieran que fuera. ¿La Justicia es ciega?

Claro: detrás de todos estos intentos mundanos o prodigiosos, asoman los riesgos inevitables de quienes justifican la injusticia con el viejísimo "errare humanum est". Aunque la frase completa es: "errare humanum est, sed perseverare diabolicum", es decir "errar es humano, pero perseverar (en el error) es diabólico". Y en los palcos de honor del balompié, de estos, hay muchos.

El mismo Rey Salomón, en su colección de sabiduría, aseguraba que "la mujer sabia construye su casa; la necia, con sus propias manos la destruye".

¿Qué hará la FIFA del VAR?