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El día que Decio pensó que la tonta era la FIFA

PHOENIX -- La FMF y la Liga MX advierten que tomarán medidas drásticas para frenar el racismo, la discriminación y la homofobia en los estadios de México. Y le castañean de miedo los dientes al chimuelo.

Un reglamento minucioso, hasta repetitivo en la especificación de las posibles violaciones, regirá los próximos torneos mexicanos. La madrastra agita la chancla en el rostro del mocoso rebelde y burlón.

Amenazan con suspender los juegos si el grito, que se debate en adopción reticente entre el folklore y la homofobia, reaparece en la tribuna. ¡Eeeeeeeh...! ¿Eh?

Ayúdeme. Cierre los ojos. Imagínese un Clásico América contra Chivas. El Estadio Azteca a reventar, bufando, en la hipertensión del odio deportivo. Y aparece ese alarido que los grupos que pugnan por la diversidad de género no consideran ofensivo.

Y entonces, apegado a reglamento, en medio de esa riña ancestral entre dos equipos insignia de la competitividad en México, el árbitro decide parar el juego y advertir por el sonido local. Los gritos, por supuesto, arrecian. Y decide suspender el juego. Se acabó. C'est fini.

¿Se darán cuenta Decio de María y su alfil Enrique Bonilla de la batahola que se desataría en las tribunas y fuera del estadio? Estarían convocando a la barbarie.

¿Y percibirán el escenario de policías incapaces, torpes, superados en número de manera alarmante, para tratar de frenar a una afición que, con la irracionalidad de la turba, se siente ofendida, robada, provocada, burlada? Decio, el maestro del caos.

¿Y se imagina usted cuando el juego se suspenda, y la transmisión del partido se interrumpa, y las decenas de patrocinadores se lancen, no sobre Decio, no sobre Bonilla, sino sobre la Oficina Oval de Televisa? Los plutócratas no se entretienen en pelagatos, sino van ante su jefecito.

¿Y se imagina un escenario idéntico en una Final del torneo mexicano? ¿Creen Decio y Bonilla que encontrarán solidaridad, respaldo, apoyo, apego, respeto por parte de los propietarios de los equipos, los entrenadores mismos, y por supuesto los jugadores, especialmente cuando los torneos ahora hasta se juegan el desenlace en Navidad? Fuenteovejuna, Comendador, Fuenteovejuna.

Y hay muchos otros escenarios posibles. Lleve esta fantasía, con los ojos cerrados, por ejemplo, a un Atlas contra Chivas, o a un Monterrey ante Tigres, al que acuden apenas tres mil policías. Un montaje del sálvese quien pueda.

¿Y quién garantizará la seguridad de los árbitros para salir del estadio sin quedar expuestos a que una horda los encuentre culpables a ellos por obedecer órdenes? Serán la carne de cañón en ese desamparo.

O peor aún, imagínese un estadio de la Liga de Ascenso, en la que hay más cubeteros que policías, ¿alguien cree que el silbante va a atreverse a poner en riesgo su vida suspendiendo el encuentro? En guerra anunciada, no hay soldado muerto.

¿De verdad se atreverían la FMF y la Liga MX a quitarle puntos a los clubes por ese mismo grito, a sabiendas de que se ha confirmado la incapacidad, la impotencia y hasta el desinterés de los equipos, por concientizar a su afición? La hipocresía empieza en los escritorios, no en la tribuna.

Y lo más grave: con esta medida, la FMF y la Liga MX, hijas ambas del terrorismo de la estulticia y la corrupción, han hecho oficial ante la FIFA que ese alarido del "eeeeeeehhhh..." ha dejado de ser una manifestación meramente folklórica, inofensiva, sana, anecdótica, costumbrista, simpaticona, para ser oficialmente declarada por Decio y Bonilla, como un sentimiento discriminatorio y homofóbico. La estupidez es la primera causa de suicidio.

La FMF se ha atado las manos. Ya no tiene excusas ni argumentos para explicarle a la FIFA que es un grito de pachanga, de humor mexicano, de cotorreo, sino que lo ha cotizado, lo ha encasillado, lo ha categorizado, como un delito que incluso puede llevarse, como manifestación de odio, según Decio y Bonilla, a instancias legales. ¿Quién cerrará la puerta del presidio?

Seguramente, están pensando ambos dirigentes que pueden dar atole con el dedo a los crédulos, inocentones y pizpiretos de FIFA, que se pueden tragar semejante embuste. Cuando el tonto cree que el tonto es el otro.

Se viene el partido eliminatorio México contra Panamá. Es un momento perfecto, entonces para aplicar con todo el rigor estas medidas. Si hay grito en la tribuna, que lo suspenda el árbitro y que México pierda los tres puntos. No, Decio y Bonilla son machitos, pero no hombrecitos.

Porque, si hay esa osadía extrema de creer que con un régimen castrista y castrante es la manera de contener ese alarido, la mejor decisión es aplicarlo de manera inmediata y a rajatabla.

¿Verdad que no? ¿Verdad que no hay cultura de rigor, de honestidad, de respeto, de credibilidad, de autoridad en el futbol mexicano?

Y replanteamos la dramática encrucijada: ¿con qué autoridad moral se pueden atrever Decio y Bonilla a imponer estas medidas, cuando tienen tantos esqueletos podridos en el armario?