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Alanís y Chivas, víctimas y engendros del capricho y la necedad

LOS ÁNGELES -- Matías Almeyda tiró a todos a la hoguera,. Acto seguido se lava las manos y se seca con la toalla, no la del affaire LaVolpe-Podóloga, sino la de la inocencia.

Confiesa al diario Mural de Guadalajara que Oswaldo Alanís no jugará en Chivas a menos que una epidemia de enfermedades o lesiones le deje sin defensas. La directiva manda, él obedece.

Marginado del Clausura 2018, Alanís sólo implora que algún club nivel pelagatos --un término que inmiscuyó Ricardo Peláez en la cultura de decisiones del Guadalajara--, se apiade de sus condiciones y acepte pagarle un sueldo seguramente fuera de su presupuesto.

Almeyda fue claro: lo necesita, pero no puede utilizarlo. Y que las consecuencias de ello caigan sobre sus jefes. Alanís, por decisión de Jorge Vergara y su #Pelagatos2.0 (insisto, según Peláez), puede entrenar y cobrar, pero no jugar.

Alanís tiene una carta desesperada. Si en este enero no encuentra un refugio fuera de México, podría el 1 de febrero ofrecer disculpas, firmar un contrato hasta fines de 2018, sin aumento y esperar el indulto de Vergara.

Lo cierto es que el desenlace del caso de Alanís fue una derrota para todos. Perdió el club, el jugador, el técnico y hasta la AMFPro, que a través de Oribe Peralta había instigado a una huelga, luego de que de manera confidencial habló con los líderes de los otros 17 equipos.

Sí, irónico que el caudillo del América protagonizara una rebelión contra el sistema represivo del futbol mexicano que su propia empresa regentea, más allá de que Emilio Azcárraga Jean se ha tomado un año sabático de discreto anonimato.

Versiones hay de que Decio de María fue instruido para ordenarle a José Luis Higuera que no desafiliara a Alanís, sino que más bien lo reintegrara, para evitar un remezón que pudiera llevar a un paro de la Liga MX.

No cabe duda que Decio de María se asustó con el petate del muerto. Pero, lo entendemos: ha ratificado su incapacidad para saber confrontar y resolver favorablemente todo tipo de conflictos.

Cierto que Alanís no es un jugador exultante, y sólo marca una diferencia para Chivas ante la imposibilidad de encontrar un zaguero mexicano menos malo que él. El criterio de “no hay más” lo hace valioso en Chivas.

Sin duda que en el torneo en que todo el equipo de Chivas se conjuntó para ser una decepción, Alanís no desentonó, más allá de su fragilidad física. Jugó 11 partidos, diez de ellos completos.

Además, su cartel en el extranjero quedará manchado por la forma sádica o bobalicona en la que Juan Carlos Osorio lo mandó al matadero como flamante lateral izquierdo ante Alemania B/C en la Copa Confederaciones.

Queda claro que si el Guadalajara elige prescindir de él como una represión disciplinaria al no ampliar su contrato por seis meses, el jugador en junio recupera su carta y puede elegir su destino, pero la cuota a pagar es muy elevada.

Sin juegos oficiales, el Mundial de Rusia, aunque lo improvisen como autopista por izquierda, desaparece de su vista. Y con seis meses inactivo, con la depresión postmundial y su salario elevado, será difícil encontrar acomodo.

¿Habrá repercusiones de la directiva hacia Almeyda por mandar a Vergara y a Higuera al frente para responsabilizarlos del eventual impacto por la ausencia de Alanís, que evidentemente, en la escasez de Chivas sería titular?

El entrenador deja en claro que él es sólo un instrumento de la represalia del Guadalajara hacia el jugador, quien, tal vez, encandilado por su bisoño representante, un hábil comerciante de pizzas, creyó que la presión y la represión recaerían sobre Chivas y no sobre Alanís.

¿Reaccionará la AMFPro ante la oficialización de la marginación impune a Alanís? Si no lo hace, enviará el mensaje equivocado y peligroso que la agrupación está llena de buenas intenciones, pero de la peor de las inacciones: la contemplación...

Por eso, necedad y capricho, de ambos, de Alanís y Chivas. Eligen perder los dos, sólo para que no gane el otro...