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¿Quién verificará a los verificadores del VAR?

LOS ÁNGELES -- De hinojos hacen jirones sus vestimentas de hipocresía, moralistas de ocasión (antimadridistas y barcelonistas, que no es lo mismo), mientras deploran el penalti concedido al Real Madrid ante Juventus, e imploran el advenimiento del VAR, para que acaben esos linchamientos arbitrales que se perpetran en las canchas del balompié mundial, generalmente en beneficio de la plutocracia futbolera.

Más allá de que en redes sociales, en ese estéril e inofensivo campo de batalla bajo la impunidad e inmunidad del anonimato, estalla el Fin del Mundo, por uno más de los capítulos dantescos del arbitraje en la Champions, lo cierto es que el VAR puede terminar por hacer aún más encarnizados y virulentos los berrinches y los abusos.

El VAR es casi perfecto. La tecnología es daltónica: no sabe de colores. Y su pasión es tan inquietantemente intensa como el discontinuo parpadeo de sus lucecitas.

Además, aún no se descubre instinto asesino en los milimétricos chips que conforman la fantástica osamenta cibernética. Ni se ha comprobado que el cable rojo sea más maligno que el fanfarrón cable amarillo o el inescrupuloso cablecito negro.

El VAR es perfecto, hasta que ese coloso justiciero cae en la imperfección injusta de las garras humanas.

El VAR resucita lo ocurrido. El ojo humano resucita lo que quiere ver. Benatia cree que juega con fuerza y Lucas Vázquez asegura que un meteorito le partió la espalda. Los jueces apoltronados ante el VAR... verán todo distinto.

Acépteme la rudeza y crueldad de la comparación. Si el Rey Salomón levanta en vilo al bíblico mocoso y ofrece partirlo a la mitad, ante las dos madres que lo reclaman, imagínese que en lugar de las progenitoras comparecen Hitler y Herodes. Estos, sin duda, carnicera y sanguinariamente se regocijarían y solazarían con la mitad del chamaco en disputa.

Lo mismo pasará con el VAR. El justiciero queda investido y habilitado para hacer justa la injusticia, desde la comodidad de un palco con edecanes, bebidas y aire acondicionado.

El VAR operará bajo la lealtad de la tercera dimensión, acaso. La lealtad y la deslealtad interpretan en cuarta dimensión desde la exquisitez de la inmunidad.

Ya ha habido casos. Recientemente en la MLS se hizo justicia a una decisión arbitral injusta, y también se perpetró una injusticia a una decisión justa.

En balompiés europeos se detectó que algunos jueces involucrados en el VAR se equivocaron misteriosamente en beneficio de equipos con los cuales tenían filiación, membresía o acciones.

El VAR puede ser una ruleta rusa. ¿Alguien garantiza que el penalti marcado tras el simulacro de asalto de Benatia sobre Lucas habría sido revertido? Nadie. Hoy el árbitro Oliver seguirá convencido de que vio lo que quiso ver.

La castidad del VAR no está en la conciencia de sus circuitos, sino en la perversidad de quienes lo operen, y de quienes operen el poder sobre esos mismos operarios.

Las diferencias entre las decisiones arbitrales y las concesiones arbitrales, no quedan en manos de un sistema operativo de imágenes, sino de quienes las manipulan y las auscultan.

Voy a un escenario inmediato: imagínese a los visores del VAR en el torneo mexicano. Imagíneselos, por ejemplo, en estadios de futbol donde la cercanía de los palcos con la tribuna, por ejemplo, están a tiro de piedra de cualquier hielazo o, como ya se ha modernizado la violencia, a tiro de piedra, de una piedra de celular o del celular completo.

¿Recréelo mentalmente en el estadio de Tigres, de Toluca, de Puebla, en el Jalisco, en el Azul, en Tijuana, por citar sólo a algunos?

Lejos de estar blindados y seguros, los operarios del VAR están tan o más expuestos a la furia de una decisión controversial, como el mismo juez de cancha.

Cierto: el VAR debe ayudar a erradicar y castigar a los fantoches, a los teatreros, a los simuladores, a los extorsionadores de la cancha, que fingen faltas o, en casos puntuales, a definir si una pelota colocó su obesa humanidad dentro o fuera de la cancha.

Siguiendo con los jueces del futbol mexicano, si hoy la credibilidad y confiabilidad en ellos se mide con César R. Palazuelos o Luis Enrique Santander como modelos, con evidencias irrefutables de su torpeza o dolo, ¿se imagina al resto y a los que, eventualmente, se les asigne como todopoderosos del VAR?

Puede ocurrir que los que hoy reclaman, proclaman y aclaman la presencia del VAR, en esas decisiones torcidamente inesperadas del destino, terminen, al tiempo, reclamando, proclamando y aclamando su desaparición. Porque así será.

Porque, entonces, habrá quien pida que se agregue un VAR que supervise a los supuestos jueces que operen el VAR.

¿Quién verificará a los verificadores del VAR?