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Rafa Márquez y ese adiós sin despedidas

LOS ÁNGELES -- Hay puertas que nunca terminan de cerrarse. Es que esa maldita inmortalidad no tiene cerrojos.

Rafa Márquez abandonó la noche de este viernes el primero de sus museos. El más entrañable también, pero también el más vacío. Se ha ido del Estadio Jalisco.

Y en una semana se irá del Atlas, con esa mortaja en rojo y negro, que parece su Santo Sudario, porque nunca fue profeta en su tierra. Pero, seguro él lo sabía: al Atlas más que amarlo hay que sufrirlo porque sufrirlo es la mejor forma de amarlo.

Rafa Márquez no se va como hubiera querido. Ni como debiera. Sino como pudo, al compás impasiblemente cruel e indeclinablemente despiadado del tiempo.

Porque si bien el corazón de Rafa Márquez aún palpita, su osamenta ya crepita. El último resuello de voluntad y de osadía de su organismo los reserva para el Mundial de Rusia. Será el Cid Campeador del Tri en la cabalgata suicida frente a Alemania.

No se va ni como debiera ni como quisiera. Pero ese es el destino malditamente ingrato de las leyendas en la magnificencia o en la insignificancia de cada deporte.

Vamos... ¿acaso Pelé tuvo la ceremonia de clausura que merecía? ¿Y Maradona? ¿Y Garrincha? ¿Y Cruyff? ¿Y Beckenbauer? ¿Y Hugo? ¿Y Maldini o Riva? ¿Y Moore o Charlton? ¿Y DiStéfano? ¿Y Puskas? ¿Y...?

Porque las leyendas, en realidad, nunca se van, nunca se despiden, nunca perecen, nunca desaparecen. La memoria es esa rotonda ilustre en la que se les homenajea sin fecha de caducidad. Evocarlas es invocarlas.

En el Olimpo del deporte, en la opulencia o en la pobreza de cada país y cada deporte, las puertas se quedan abiertas. Y Rafa Márquez dejó sin cerrojo las cúpulas en Atlas, Mónaco, Barcelona, León y la selección mexicana. ¿La MLS? Bueno, no hay rosas sin espinas...

Irónicamente, algunos de los futbolistas más ganadores del futbol mexicano nunca pudieron ofrendar un trofeo a la matriz que los parió: el Atlas. Un vientre estéril de triunfos, pero prolífico de triunfadores.

Vea si no: Rafa Márquez, Jared Borgetti, Pável Pardo y Andrés Guardado, rebosan de blasones nacionales o europeos, pero ninguno pudo arrimar al menos uno a esa copa solitaria en la Sala de Trofeos del Atlas. Candiles del mundo, oscuridad de su casa.

Parece casi una maldición: una nación como México, que ha hecho del futbol una religión, está obligada a sacar juventud de su pasado, por consejo de José Alfredo Jiménez. No hay ni habrá otro Hugo Sánchez. No hay ni habrá otro Rafa Márquez. ¿El resto de sus futbolistas? Pues... ellos asean esa Pinacoteca de los dos primeros.

La mejor despedida para Márquez deberá llegar en Rusia, en el Mundial, y tal vez aún como señor feudal de la capitanía del Tri. Y tal vez ahí coincidan sus más famosos padrinos: Rijkaard, Guardiola, Puyol, Xavi, Iniesta, Messi y hasta su heredero Piqué.

Con su huella en decenas de trofeos, su presente ha sido gangrenado por la inescrupulosa sospecha y acusación del Departamento del Tesoro de EEUU. Bajo el despiadado veredicto de "mata un perro y te dirán mataperros", se le involucró por asociación deductiva con negocios de narcotraficantes.

En la afanosa labor por despercudir su nombre, Rafa Márquez se ilusiona con el Mundial de Rusia. Juan Carlos Osorio ha cedido a las presiones mediáticas. Dio a entender que serán él y 22 más.

Sin las posibilidades fantasiosas y fantásticas de criogenizarlo y mantenerlo intacto hasta antes del pitazo ante Alemania, Rafa Márquez llegará con las últimas negociaciones entre su cuerpo y el ultraje del tiempo.

No hay, no habrá, un futbolista de condiciones similares en México. Sin tener un físico prodigioso -"nunca me alimenté bien de niño", confesó--, hizo uso extremo de los recursos en su zona: jugó vestido de gala, cuando había que hacerlo, y también ejerció de patibulario cuando había que salvar el barco.

A veces, también es cierto, se excedió: Cobi Jones, todavía tiene migrañas cuando recuerda el embate alevoso en el Mundial 2002. Pero el futbol a veces pone en juicio extremo a sus bienamados: ¿cuántos fracturados arrastró Pelé? ¿en qué condiciones se exterminó Garrincha? ¿y Maradona? ¿todavía no destapamos las cajas de Pandora de Cruyff y Beckenbauer?

Futbolista opulento, Rafa Márquez también tuvo la exquisitez de lanzar la catapulta desde el fondo de la cancha con una exactitud maestra al pecho, a la cabeza o al pie mimado del compañero.

Y dueño de un metrónomo especial, marcaba los tiempos del juego de la orquesta. O en el cobro de tiros libres, o en las estratósferas del área, podía retocar el marcador.

Líder de vestidor y de cancha, no pudo, sin embargo, ser tutor de algún futbolista. Hay virtudes transgénicas, genéticas, que pueden ser explicadas, pero no trasmitidas. No hay genios de laboratorio, aunque hay, sin duda prodigios de laboratorio, y la muestra suprema de ello es Cristiano Ronaldo.

Pero Rafa no puede discurrir sobre lo que está en su ADN. Un ratón, con alas, será pariente evolutivo de un murciélago, pero nunca un águila. No todos los caminos son para todos los caminantes, ni todos los caminantes son para todos los caminos.

En la primera de sus ceremonias de clausura, este viernes por la noche en el Estadio Jalisco, Rafa Márquez se llevó hasta los vítores, algunos recelosos, de la afición de Chivas. La admiración y el respeto narcotizan el odio deportivo.

Pero, insisto: no se fue como quisiera, ni como debiera, pero es por eso, porque hay puertas que nunca terminan de cerrarse.

Es que esa maldita inmortalidad, esa a la que ya pertenece Rafa Márquez, no tiene cerrojos.