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Santos despide al Diablo como alma en pena

Ganando, pero Santos aún deberá vender su alma al Diablo. El veredicto sigue en suspenso. Pero el Toluca arrastra su propia alma en pena a su Infierno: el 2-1 en la Ida desatará todos los diantres en la Vuelta.

Con hechuras talentosas en los goles, desde el diseño hasta la definición, el juego se debatió en momentos agradables aunque con algunos lapsos de cautela por ambos equipos, pero con un encendido ambiente de una afición (cerca de 30 mil en el TSM) hecha devoción hacia el exorcismo.

Lo valioso es que el Juego de Vuelta, la Final genuina, ya no permitiría escarceos en las bancas con la prudencia excesiva. Es a matar y morir.

Toluca pone espeluznante la piel albiverde con el primer gol con la fraternidad colombiana: Uribe sorprende con servicio a fondo a Quiñones, quien fusila a Jonathan Orozco por la angosta rendija de su propio poste. ¿Se equivocó el arquero? Difícilmente, porque Quiñones le pegó con todos los diablos en metidos en el alma.

Las respuestas de Santos son genialidades del jugador alguna vez apestado por el América: Brian Lozano entrega primero a Djaniny, quien le dibuja un sombrero de copa a Talavera, escurre la marca y le quita la angustia al marcador y a la afición santista. Primero el resoplo, el resuello, y luego el estallido del festejo.

Y cuando Diablos Rojos empacaba el tridente, conforme con salir vivo de Tierra Santa, de la Casa del Dolor, pues, apareció de nuevo Lozano. Esta vez de manera forzada, desde la banda izquierda se cita con Furch, quien sentencia una victoria de 2-1, que es apenas la pausa del suspenso.

El misterio tiene aún 90 páginas en blanco. Los Diablos saben que en la tierra toluqueña de Luzbel, sus números intimidan.

En medio de la intensidad, de las compactas formaciones, con un orden similar, en un empuje belicoso compartido, eventualmente los desplantes talentosos eran contados, pero Santos sufría porque lo temido ocurrió: Jonathan Rodríguez dio el partido de su refichaje ante el América, pero este jueves deambuló.

El Cabecita pasó de ser protagonista ante América, a un insulso jugador de reparto. Y Siboldi fue compasivo y complaciente con el paisano, hasta que al '64 entra Isijara a poner cabeza, velocidad, intensidad e intención.

Y fue entonces, cuando empezó a sufrir Toluca. El Diablo Rojo decidió proteger el gol de Quiñones, y esperanzarse en la velocidad letal de sus atacantes, aunque Sambueza se fue haciendo un lado, como tantas veces en su carrera.

El mensaje final es para ambos: Siboldi, como lo hizo ante América, supo cómo recuperar el manejo del encuentro al entrar Isijara; Cristante dudó: ni supo proteger correctamente el 1-0, ni quiso aprovechar la holganza defensiva del Santos.

¿El árbitro? Fernando Guerrero parecía meterse en problemas. Un penalti en cada área que no marcó, reticentes con las tarjetas amarillas, pero al final salió con vida, a pesar de la zacapela intrascendente al final del juego.

Y así, para la vuelta, los Diablos serán, de momento, un alma en pena en su propio Infierno.