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Osorio y su catarsis 'por aguantar tantas cosas acá'

MOSCÚ -- La frase se deslizó al anonimato entre el confeti triunfalista. Juan Carlos Osorio la filtró con pliegues heridos en la voz durante la conferencia de prensa. Estaba ahí, atorada, áspera, con esas llagas de amargura.

"Y le doy gracias al de arriba por permitirme aguantar tantas cosas acá (en México)", dijo Osorio en una de sus últimas respuestas.

Alguna vez, hablando de la soledad del técnico, Mario Lobo Zagallo explicaba que ese ermitaño abandonado entre las multitudes del vestuario y de la tribuna, en ese lapso de 90 minutos, es el hombre más solo del mundo. La orfandad de la guerra.

Tal vez, en esa frase, Osorio encontró el diagnóstico de su aislamiento en una nación que antes del silbatazo revisaba los horarios de los vuelos a Medellín.

No hay paraíso sin calvario. No se resucita sin ser crucificado. Las semanas previas habían sido inclementes, razonablemente entendible, con el escenario de la selección mexicana.

Un gol en 270 minutos y con triste futbol en los últimos tres encuentros, sin olvidar la versión "Sodoma y Gomorra" que los jugadores eligieron como despedida antes de la batalla. "César (Alemania), los que van a morir te saludan".

El sábado después de la conferencia de prensa, en breve diálogo confidencial con Osorio, hablábamos del "secreto del juego", ese ingrediente poderoso que le devuelve al futbolista la pureza del juego.

Todo indica que en esas 24 horas entre la cita con los medios y el juego con Alemania, los jugadores mexicanos encontraron eso, la esencia, "el secreto del juego", o como también mencionó el entrenador, "la capacidad de jugar el juego".

El cambio fue evidente. El rompecabezas quedó completo. ¿Cómo llega la sacudida? Osorio insinuaba el sábado la urgencia de que cada jugador recurriera a la introspección, esa habilidad para hurgar en sí mismo y definir compromisos y la forma de comprometerse con ellos.

México, insisto, completó el rompecabezas. Ante Alemania, en el Luzhniki, con el arrullo de la mayoría de los 73,011 aficionados, el Tri consumó esa fascinante mezcla de testosterona, gallardía, voluntad... y buen futbol.

En la conferencia de prensa, Osorio pudo vestirse de frac y bombín. No lo hizo. Directamente aclaró al reportero, "Señor Ramos, usted sabe que nunca le quitaré el crédito a los futbolistas. Este triunfo es de ellos", explicó, al recordar, además, que en los momentos de recientes crisis fue claro, "Traté de quitarle presión al jugador, le hice entender que de lo malo yo era el responsable".

Ciertamente, en esa frase, Osorio ejerció su derecho a la catarsis. La emancipación de sus represiones. El derecho le asiste. Pero él lo sabía. Debe recordar el diálogo, "Profe, no sabe dónde se metió. Los mexicanos estamos hechos de una sustancia distinta".

Hoy, el 1-0 sobre Alemania lo convierte en un militante de su propia euforia, pero no lo rescata del páramo del ermitaño de cada 90 minutos.

"Y le doy gracias al de arriba por permitirme aguantar tantas cosas acá".

Y lo que falta.