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Ante Brasil, México en su momento más frágil

EKATERIMBURGO - Brasil sigue jugando en pijama y con pantuflas. Se ha visto exigido, pero no apremiado en este Mundial Rusia 2018. Lo explicó antes Tite: "Pretendemos jugar la Final al tope". Caipiriñas, samba y sol. Como si fuera Ipanema.

Pero, ¿está sentenciado México ante este Brasil que ahora sí debe hacer combustión? Por el momentum de ambos, sí. Por otros tiempos y otros momentos, no.

La clave es simple para el Tri: jugar con la misma devoción, orden, confianza y compromiso que ante Alemania, advertiría a Brasil que el Mundial ya empezó. Con todo eso, pero sin Héctor Moreno.

Claro, ya la referencia de Alemania se envileció de desdén con su eliminación en el Mundial. Resulta que México no le ganó a La Alemania, sino a esa Alemania que sufrió ante Suecia y sucumbió humillada ante Corea del Sur.

Pero, México, en ese debut en la Copa del Mundo desconocía, contemplaba a Alemania como el resto del universo del futbol: el rival a vencer, el gran favorito.

En un sofisma perverso, si México venció a Alemania, y Alemania goleó 7-1 a Brasil hace cuatro años, entonces, México debe vapulear a Brasil. Lógica de abarrotero, claro.

México debe verse como que está en terapia intensiva. El daño que hizo Suecia no fue sólo en el marcador y en la vesícula biliar del Tri, hasta que Corea del Sur le liberó de sus tensiones.

Más allá de los estragos del paseo futbolístico a manos de Suecia, y del 3-0, que pudo haber sido otro 7-0, lo que recogió Juan Carlos Osorio en la cancha fueron las ruinas espirituales, futbolísticas, físicas y morales de su equipo.

Del coloso mundialista que emergió ante Alemania, en Ekaterimburgo echaron un guiñapo al baúl, agarraron camino a Moscú, y los vítores se siguieron escuchando sólo para Guillermo Ochoa. Debió ser un viaje largo, penoso. El fracaso se mastica como vidrio.

El cuerpo técnico debió empezar a trabajar en todo esto el mismo miércoles. No es fácil enmendar o remendar, aunque sea fácil parchar. A Osorio y al Tri no le conviene parcharse. A México le conviene reconstruirse.

Ante Suecia, se vieron jugadores que salieron con pesadillas, como Edson Álvarez, con un rictus de llanto desenfrenado, acorde, sin duda a su lamentable rendimiento, del cual bien puede culpar a su entrenador, pues ya se había visto patético ante Corea del Sur.

En su caso, necesita una terapia extrema, de resucitación absoluta. Ya no pasa por lo futbolístico solamente, pasa por la amenaza acechante: Neymar y apenas detrás de él, Marcelo.

Y aunque la arenga mediática y oportunista de Chicharito Hernández se hizo añicos (#ImaginémonosCosasChingonasCarajo) ante Suecia, la realidad al final es que es un clan, y que Edson no va a jugar solo ante estos brasileños que saldrán del letargo que los arrulló en la fase de grupos.

Por eso, México deberá repasar las directrices estrictas que mostró ante Alemania, ajustadas a las amenazas y las grietas que pueda tener Brasil. Porque al final, se gana con futbol y se pierde sin futbol, como ante Suecia.

Y después encontrar la Panacea. Esa que debe suministrar Juan Carlos Osorio, pero que no puede, no sabe, ni debe, hacerlo a solas. Y aunque las terapias grupales, colectivas, suelen ser de doble filo, en tiempos de crisis, son determinantes: o son el tiro de gracia o son el momento de resurrección.

Brasil seguramente repasó el juego ante Alemania y ante Suecia. Ya sabe qué no debe hacer y qué si debe hacer, aunque no juegue ni como alemanes ni como suecos.

Luego de vivir su peor actuación en fase de grupos desde Argentina 78, la selección mexicana vive su momento más frágil, más complejo, más desamparado.

¿Qué al jugador mexicano le sublima la camiseta pentacampeona del mundo? Pues sería el momento más de vivirlo que de contarlo, de otra manera...