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El árbitro percude victoria de Cruz Azul

LOS ÁNGELES -- El 3-0 tiene más pirotecnia que la pólvora real de Cruz Azul. Pero, la victoria es esa hormona que endulza todos los sentidos, hasta el de la vista.

Merecido el triunfo sobre Puebla. Por el dominio, por el redoble, por el esfuerzo. Y hasta por la osadía de Pedro Caixinha de sacar al Jerry Flores y jugar con diez con Cauteruccio en la cancha.

Cierto: victoria oxidada sin duda por la torpeza del árbitro Ríos Jácome: desdeña una polémica falta de Caraglio sobre Robles en el 1-0 de Rentería, y sólo en el BAR, y no el VAR, de su cabecita bobalicona, pudo interpretar como penalti la habitual arritmia psicomotriz de Cauteruccio, en una caída a barrida limpia de Loroña.

Si bien en el primer tiempo perdonó una clara falta de Pimentel sobre Caraglio en el área, Ríos Jácome eligió la menos prudente para tratar de lavar su conciencia, aumentando sus pecados.

En nueve minutos, tras el remate de Rentería y después del canje del obsequio arbitral desde el manchón por parte de Caraglio, llega lo mejor del escueto menú: jugada con oropeles que inicia Elías Hernández y concluye él mismo con un disparo cruzado sobre el lance casi milagroso de Vikonis, quien durante 80 minutos había sido el cerrojo poderoso que había salvado la meta del Puebla.

Necesario aclararlo: Cruz Azul no está listo. O es de creerse que así sea. Su nivel está por encima del inicio de una campaña, pero por debajo aún de lo esperado. Como sea, casi dos meses ya de trabajo consistente, deberían tener mejor cara.

Inevitable precisar que Puebla llegó con un temperamento roñoso. El 0-0 era su musa de la Jornada 1. El mejor lance de Jesús Corona lo generaron los Camoteros en una acción ficticia, al ser invalidado el remate.

Caixinha aún debe revisar sus experimentos. O afinarlos, pulirlos. El ejercicio, casi de corte Osorista, por rebuscado e innecesario, le llevó a colocar e incomodar a Elías Hernández a perfil cambiado, cuando, quedó claro, que por su feudo derecho, sabe, puede y quiere, y quedó aún más claro en la vistosidad arquitectónica del 3-0.

Esa epidemia maldita hacia los arietes de Cruz Azul parece seguir. Caraglio perdió varios duelos, ante el portentoso Vikonis, mientras Méndez fue una imprecisa rueda de auxilio, en tanto que Cauteruccio, cuando entró, demostró que lo suyo, lo suyo, suyo, no es el gol.

Por lo pronto, el inicio cruzazulino fue prometedor. Una excelente entrada en el Estadio Azteca, el reencuentro con una deseosa afición pese a su aflicción de 20 años, la victoria sobre un entrenador que le tiene tomada la medida como Enrique Meza, y ante un equipo cicatero de visitante, que seguramente será la fórmula a la que todos los que se metan al Estadio Azteca, adoptarán como propia.

Cierto: no hay nada ganado por Cruz Azul. Por candentes que sean los aires de julio, su Everest les espera en diciembre.