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El arbitraje, guasón del horror y el error

LOS ÁNGELES -- En una Jornada Uno en la que Cruz Azul empeña y empreña su palabra de honor, en tanto Chivas comienza su penosa terapia intensiva, y América es una mueca de desorden, el arbitraje elige ser el guasón inaugural.

Más que cualquier sospecha de filiación celeste, Ríos Jácome confirma su lealtad a la incompetencia mancillando el triunfo de Cruz Azul, pero no estaría solo.

Monterrey sobrevive a las críticas con el 1-0 sobre Pachuca, pero con el amparo deplorable de Diego Montaño, quien decidió no ver la clara mano de Vangioni en su área, y priva, al ya privado de claridad futbolística, al Pachuca, de lo que pudo ser una ventaja en el marcador.

Arturo Brizio, líder de los árbitros, debió irse al Bar por la falta de VAR, al ver el prodigio de estulticia de su silbante José Alfredo Peñaloza, quien anula, de manera polémica, un gol al Morelia, y mientras los Monarcas --que siguen sin ser tales--, le reclamaban la jugada, habilita el madruguete del Toluca y Sambueza hace el 2-0.

Y claro, con el América de por medio, Isaac Rojas le agrega la cicuta de la sospecha: perdona un penalti a las Águilas y tarjetas rojas a Bruno Valdez y a Ibargüen, mientras Necaxa se impone por 2-1, un marcador tacaño, gracias, como siempre, a Marchesín.

No para ahí el alud de cargos que se levantan por incompetencia arbitral contra el pelotón de jueces sin juicio, en esta Jornada Uno, porque en otros encuentros se consumaron otros graves, pero sin repercusión en el marcador, lo cual les permite deambular como errores fantasmas.

Más allá de la decena de silbantes que ni siquiera pasaron las pruebas físicas para ser tomados en cuenta, la pregunta es obligada: desde el último silbatazo en Mayo, ¿qué se dedicaron a hacer los árbitros profesionales del futbol mexicano?

Recordemos que un árbitro en el futbol mexicano, en un mes cargadito de trabajo -y de errores, seguramente--, puede ganar más de 10 mil dólares mensuales, por una jornada laboral efectiva de sólo 90 minutos a la semana.

Claro: si además se le asigna un juego de otro torneo, que le saque de la rutina de cuatro juegos al mes, pues entonces, la cifra se incrementa. Los amos maestros de la pifia reciben 2 mil dólares por juegos y un salario base de 1,500 dólares.

Entonces, en dos meses exactos, no recibieron la preparación adecuada para poder regresar al torneo activo en mejores condiciones físicas, visuales, educativas, mentales, morales y espirituales, como para no perpetrar tan impresionantes errores.

¿Es negligencia de ellos o es negligencia de la Comisión de Arbitraje que dirige Arturo Brizio? ¿O de ambos? ¿O de quien tolera, y por lo tanto fomenta, que torneo tras torneo se empeore el nivel de arbitraje?

Claro, la pasividad, el silencio de los mismos propietarios, se traduce, inevitablemente, en la complacencia absoluta de las despatarradas decisiones arbitrales.

Hace meses se llegó incluso a mencionar la posibilidad de allegarles ayuda profesional a los nazarenos, para dotarlos de personalidad, de mentalidad, de liderazgo, y por supuesto de herramientas para no ser tan imperfectos.

¿Será que acaso les asignaron como método ejemplar de aprendizaje, el seguir paso a paso los miserables arbitrajes que hubo, porque sí los hubo, en la Copa del Mundo Rusia 2018? Y claro entre ellos, el de su modelo, su prototipo, de su émulo, de su arquetipo, César Ramos Palazuelos, y no Porloszuelos, como le llaman algunos.

Dice mucho del liderazgo sobre el arbitraje, el hecho de que tantos de supuesta primera línea no cumplieron las exigencias físicas, y que quienes las cumplieron lleguen con los mismos vicios de anteriores torneos.

Los bufones, históricamente, se han dedicado a burlarse de los otros, para complacencia de sus amos.

¿Estarán carcajeando Arturo Brizio y Yon de Luisa? Porque quienes les pagan bonos y salarios, a los guasones, los dueños de los clubes, seguramente no.