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Rafa Márquez, entre el ADN de El Paradero y La Masía

LOS ÁNGELES -- ¿Hizo bien Rafa Márquez en marcar paralelos entre el ADN del Atlas y del Barcelona?

La referencia es tan desafortunada como aventurada. Marca, sin embargo, un punto de partida entre lo que Márquez quiere para su incubadora futbolística. Veamos...

1.- Colocando uno encima del otro, los 126 trofeos del Barcelona, con un promedio de un metro de altura cada uno de ellos, rebasaría, esa torre, holgadamente, los 93 metros de la Estatua de la Libertad.

Colocando, uno encima del otro, los trofeos del Atlas... bueno, no hace falta.

2.- Entrar en detalles sobre estructuras organizativas, infraestructuras, modelos de desarrollo financiero y deportivo, es evidente la diferencia.

Para puntualizarlo, en el Barcelona no hay ningún Gustavo Guzmán, y eso ya es una bendición, aunque sí hay algunos directivos con citatorios legales, pero, ni así.

Atlas tiene un desarrollo como club deportivo, que puede ser modelo incluso no sólo en México, sino en América, pero es parte del glamour de este equipo, más que de sus blasones futbolísticos.

3.- Aquí sí, guardando diferencias, podría entenderse el discurso, entre la elocuencia y la locuacidad, de Rafa Márquez, y mirarlo con respeto: los capitanes recientes de la selección mexicana, que, cierto, a nivel adulto no ha ganado nada, han sido atlistas: Rafa Márquez y Andrés Guardado.

Incluso la mejor columna vertebral en la historia del futbol mexicano es de extracción rojinegra: Oswaldo Sánchez, Márquez, Pável Pardo y Jared Borgetti, agregando en su momento a Guardado.

Claro, en el peso universal del Barcelona, en La Masía, con sus épocas de vacas gordas y vacas flacas, ha generado íconos auténticos, con futbolistas de altísimo nivel, y si por ociosidad quiere algunos nombres: Xavi, Iniesta, Puyol, Guardiola, Messi, Busquets, Piqué, Fábregas, etcétera.

Es decir, entre La Masía y El Paradero, debe haber algunas decenas de títulos de diferencia, y algunos millones de dólares en las cotizaciones de sus frutos.

4.- Y claro la afición. El Barcelona llena hoy cualquier estadio del mundo. El Estadio Jalisco sabe que en una jornada generosa, 35 mil asientos serán de sus fanáticos.

Alguna vez, Enrique Aceves, gerente del Atlas, le mostró a este reportero cifras inapelables: la afición o Aflicción Rojinegra responde mejor al equipo en la taquilla cuando ha sufrido riesgo de descenso que en sus momentos gloriosos, que por aquel entonces, eran muy pocos.

Y hoy, afiliarse al Barcelona (o al Real Madrid) parece ser un acto de reclutamiento de villamelones. Cualquiera se compra una playera de Messi y empieza a cecear torpemente, como para sentirse catalán.

Por el contrario, ser atlista, es distinto. He insistido, el aficionado rojinegro se consagra a un apostolado estoico, en el que juramenta un voto de hacer del flagelo semanal su catalizador del placer.

Casi es un pacto franciscano, futbolísticamente hablando. Es vivir como asceta de la frugalidad competitiva, y casi en un voto de silencio como el de los cartujos, porque habrá pocas victorias absolutas que gritar.

No cualquier puede ni merece ser atlista. Hay que tener el certificado de anacoreta, aceptando vivir en el limbo de la resignación. Una delicia espartana.

Pero, la llegada de Rafa Márquez debe tomarse en serio. No será un títere en manos de TV Azteca, aunque seguramente su modus operandi será alejado del niño que tuvo en gestación y abandonó: la Asociación de Futbolistas. No puede ser juez y parte.

Sin embargo, Márquez sabe las dolencias del Atlas y podría tener soluciones. Su prestigiosa carrera con el Barcelona es una llave maestra que puede abrir muchas puertas en Europa.

Es muy curioso cómo su nombre sigue apareciendo en el listado de nostalgias del Barcelona, y hasta el madridismo lo respeta considerándolo la aborrecida versión azulgrana de Sergio Ramos, en esos calentones y cachondeos de redes sociales.

Sin duda, Rafa Márquez sabe cómo. Necesita tiempo, dinero, orden, libertad, pero, más allá de la complacencia de sus ñoños directivos, la fe, la confianza y la paciencia de la misma Fiel Rojinegra.

Tiene, sin duda, la gran bendición de esa aberración de la Primera División, al suspender el descenso. El foso ha sido clausurado. Esa eterna emboscada del Atlas ha sido puesta fuera de circulación.

Rafa Márquez debe ser el primer futbolista mexicano que, genuinamente, ha recorrido todos los pisos de su Alma Máter, es decir del maltrecho rascacielos rojinegro, o ¿alguien duda de que llegó a tener influencia en alineaciones y planteamientos en el vestuario del Atlas?

En el odioso término de las comparaciones, con una muy superior, casi incomparable carrera como futbolista, hoy el Atlas ha adquirido con Rafa Márquez alguien más capacitado que un exitoso Ricardo Peláez y un muy capaz Néstor de la Torre.

Pero, ojo, es el Atlas. Por muchos años cubrí entrenamientos, partidos y numerosas entrevistas en El Paradero y sus subsiguientes sedes. Sé de qué está hecho.

Por eso, le digo: en el Atlas, invariablemente, encuentran el camino correcto para incorrectamente hacer mal las cosas, justamente, cuando empiezan a salir bien las cosas, como ahora, con Rafa Márquez.