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Adonaí y Brizio salVARon el juicio

LOS ÁNGELES -- Cuando Adonaí Escobedo estilizó en el aire un imperfecto rectángulo, el VAR fue concebido en el futbol mexicano. Hágase la luz para un balompié con el arbitraje en tinieblas.

Cuando Adonaí, con la mímica trémula del nerviosismo, garabateó en su horizonte el rectángulo de una ventana hacia lo desconocido, el espectáculo comenzó.

El VAR, esa flamante concubina incómoda del arbitraje mexicano entraba a la pasarela de lo irremediable, buscando remediar lo irremediable: los errores arbitrales en el futbol mexicano.

Veracruz masticaba el 1-0. Minuto 10, digamos, para oficializar el acta de nacimiento del VAR. Caicedo trompica a Vigón. Adonaí, en el VAR portátil de su organismo, decreta penalti.

Pero, en una camioneta, en la periferia del Estadio Jalisco, Jesús Sevilla y las hermanas Isabel y Virginia Tovar, vieron algo más... o algo menos. Deciden trepar a Adonaí al banquillo de los acusados.

No hay duda: si desde el satélite justiciero, las Tovar y Sevilla le tiran un citatorio público, morbosamente público, es porque ellos no vieron lo que Adonaí vio. Penélope teje y desteje drama.

¿Tres cabezas y tres pares de ojos piensan más y ven más que una cabeza y un par de ojos? Seguramente, pero Adonaí vive la vida en la cancha, entre gritos, vértigo, y ese olor a almizcle del nerviosismo de su propio cuerpo. Los del búnker, no. La adrenalina en camas separadas, diría Sabina.

Adonaí no recula. Es el momento de envalentonarse. El que manda se equivoca y vuelve a mandar. Y es él quien tiene el silbato, el cronómetro y la visa al patíbulo si se equivoca.

Penalti. Si Adonaí acertó o se equivocó, ya no importaba, porque Jefferson Duque patea como plebeyo y Gallese ataja. El Tiburón chapotea en la sonrisa del 1-0.

Acto seguido, desde el furgoncito, llega otro citatorio para Adonaí Escobedo. Caicedo patea al Riflecito Andrade. Concilio sin sabios, ante la sabiduría de la pantalla. Adonaí acepta la recomendación. Penalti. Andrade ratifica que no siempre es la flácida Carabina de Ambrosio, y marca.

¿El resto? Adonaí salió ileso del campo minado. Desde la furgoneta, ya no hubo mensajes cifrados. La Luna de Miel del VAR pedía una copa de champaña... o al menos una de la sidra El Gaitero.

Fue, al final, un partido embellecido por los estertores de los equipos más desfigurados del torneo. Un 4-3 para el Atlas que se escribe en la agonía del juego, de un partido que pudo llegar a los 100 minutos, pero a Adonaí se le cansó el cronómetro y en la camioneta reportaban calambres en los glúteos.

Y nada es perfecto. Fidel Kuri se sintió robado y ex árbitros deliberaron en la cámara privada de sus redes sociales, sobre si Adonaí Escobedo y el VAR habían cumplido o no. Tiran piedras los que nunca levantaron la mano.

Queda claro que los errores de los humanos, no van a ser solucionados por humanos expuestos a los errores a pesar de la nitidez de la imagen en pantalla. ¿Qué sigue? ¿Un VAR que verifique a los del VAR?

Séneca se les anticipó a todos: "Errare humanum est, sed in errare perseverare diabolicum (Perseverar es humano, pero perseverar en el error es diabólico)". Irónicamente, Adonaí, en hebreo, es una forma de citar a Dios: "Mi Señor". La herejía de las circunstancias.

Por lo pronto, el VAR nos empieza a privar de esos bailables parejeros en las áreas. Los bailarines torpones de lucha grecorromana, ya saben que hay quienes los vigilan. Perrear en el área está prohibido, aún con el frenesí de Malumba.

Pero, ojo, eso también lo saben los impostores del área, los simuladores, los que se desmayan con el olor a colonia del adversario y fingen que hasta les han practicado la circuncisión sin anestesia.

Pero, ojo también, ha sido el primer ejercicio del VAR. Después los humanos volverán a ser más humanos.

¿Alguien garantiza que el error humano no persistirá en el error hasta ser diabólico?

Y entonces sí, que Adonaí, el genuino, nos agarre confesados.