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El VAR y la Ley de Campoamor

LOS ÁNGELES -- Si Dios fuera perfecto, no habría creado al hombre, la más imperfecta de sus menos imperfectas creaciones.

Por lo tanto, el VAR deja de ser perfecto, en el momento en que es manejado por mentes imperfectas con sentidos y sentimientos imperfectos.

El sistema (Video Assitant Referee) puede ser hasta exquisita y robóticamente infalible e implacable bajo el manejo del hombre perfecto que nunca encontró Diógenes.

Ramón de Campoamor, hace 150 años, se atrevió a desafiar al VAR: "Nada es verdad, ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira...".

Y este argumento es irrefutable: Hoy quienes se sientan ante las pantallas, en el búnker peregrino del VAR, tienen más temor a equivocarse que confianza en acertar. Bajo el miedo a errar, se es más proclive a hacerlo.

Este fin de semana, haciendo gala magnífica de los imperfectos giros de su perfecta y circunférica humanidad, la pelota, majestuosamente, cadenciosamente, desfiló morbosamente ante esa estrecha frontera entre el júbilo y la tragedia: la línea de gol.

Como un altanero desafío al VAR, el balón hizo piruetas dramáticas a lo largo de la línea. Ni sí, ni no, sino todo lo contrario, habría dicho aquel presidente de triste memoria, Luis Echeverría.

Triverio, delantero del Toluca, se olvidó de la pelota, porque siempre la vio dentro. Gudiño, portero de Chivas, nunca dejó de acosarla, porque siempre la vio fuera. El árbitro Pérez Durán la vio dentro. Los operadores del Var la vieron danzar con un pliegue de su cintura sobre la línea de sentencia.

Hoy el experimentado jugador argentino lamenta tener ojo de halcón. Hoy, el juvenil portero mexicano, festeja haber tenido ojo de halcón.

Y hoy, el silbante y sus colegas en la camioneta del VAR, refunfuñan si es injusto que se les ajusticie públicamente, porque, a su juicio, hicieron justicia. La Ley Campoamor es más perfecta que el VAR: "Nada es verdad, ni es mentira...".

En lo personal, hay argumentos visuales para no conceder el gol a Toluca, pero, también, hay argumentos deportivos, los menos importantes en este caso, para creer que Toluca merecía el empate. Ojo: nada tiene que ver una consideración con la otra y Chivas es justo vencedor.

En la ociosidad alucinógena del hubiera, deleite de los atolondrados, podrán especular ardua, innecesaria e inútilmente sobre si esta jugada, en condiciones idénticas, peor en el Nemesio Díez se habría marcado igual.

O los perversos que bordan complots, aseguran que el VAR ayudará a Chivas como premio a su dadivosidad y generosidad de congraciarse con tantas opciones de transmisión televisiva de sus juegos.

Esta es apenas otra de las numerosas posibilidades de polémica que ofrece el VAR. Iremos descubriendo otras manos al paso de las jornadas, porque en ese contubernio magnífico de balón, porterías y VAR, quedan muchas sorpresas.

Ojo: ¿sabía Usted que a la FIFA le ofrecieron, desde la época de Joseph Blatter, otra modalidad del VAR, operado sólo por máquinas robotizadas y alimentadas por imágenes que en cuestión de segundos dan su veredicto? Ojo: no hay discusión, porque no interviene el ser humano.

La FIFA de Blatter desechó esta iniciativa, porque, además de costosa, consideraba que el error humano debía existir aún en un operativo, como el VAR, creado para evitar el error humano.