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¿Quién secuestró a Cruz Azul?

LOS ÁNGELES -- Ya no hay trucos en la Caixinha del mago portugués. Ni en la cancha por parte de Cruz Azul. 1-2 ante Santos. 21 años y del cielo baja la mortaja de los 22 sin título.

¿Qué hace Cauteruccio ya no en la cancha, sino en el Cruz Azul, es más, vamos en el futbol mexicano? Ya no se trata de su calidad futbolística, sino que deambula, torpe, indeciso, aterrado, como una momia viviente del fracaso celeste.

Claro, "Caute", como lo llegó a vitorear ilusa y abnegada la fanaticada, no es el único ni el principal responsable, pero es, nuevamente, el manso mancebo para protagonizar el chivo expiatorio de la crisis.

¿Quién secuestró a Cruz Azul? ¿Sigue La Máquina aún enclaustrada, embalsamada de frustración y resignación, en el sarcófago gigante que ha sido el Estadio Azteca en las dos recientes finales ante América?

¿Quién secuestró a Cruz Azul? Aberración puntual es hoy, de aquel conquistador celeste del torneo regular anterior. Hoy, a La Máquina le duele su pasado porque hace más dantesco su presente.

En este caso, la Orquesta del Titanic dejó de tocar antes del naufragio. Todas las virtudes de Cruz Azul desaparecieron. Claro, hablamos de las virtudes de la fase regular del torneo anterior, la Liguilla fue otra historia.

Hoy, La Máquina perfectible de Pedro Caixinha ha perdido su solidez, su solidaridad, su orden, su vehemencia, su fe, su astucia para manejar partidos, su versatilidad, su despliegue, su descaro y la gallardía de sentirse campeón... sin serlo.

¿Qué los jugadores están cansados del discurso de Pedro Caixinha? ¿Qué el jugador ha perdido la confianza de sus dirigidos? ¿Qué el técnico en lugar de aligerar la presión ha terminado por aumentarla en las endebles cabecitas de los jugadores?

Seguramente el portugués es responsable. A final de cuentas es el líder que encabezó aquella grata versión del Apertura 2018, entonces debe cargar con los diagnósticos de esta pesadilla del Clausura 2019.

No se trata de puntuaciones. Con ocho unidades, aún quedan 30 por disputarse. Con el 60 por ciento de los puntos pendientes, estará de nuevo en Liguilla.

Pero, insisto, no se trata de caer en la trampa de las estadísticas que como tahúr de Las Vegas maneja Caixinha en las conferencias de prensa. Esta vez se trata también de rendimiento, de funcionamiento, de autoridad futbolística.

Pocos caminos quedan. Asados, psicólogos, encerronas en el vestuario, convivencias de jugadores por separado, hasta llegar a diálogos de sanación mental por parte de Ricardo Peláez.

Ciertamente, los jugadores se ponen la mano en el corazón, engolan la voz y juran lealtad a Caixinha. Pero cuando llega la cita en la cancha, todos se visten, voluntaria o accidentalmente, de Judas de sus propios de sus propios juramentos.

¿Quién, de verdad, quién secuestró a Cruz Azul?