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J.J. Macías... la arrogancia de la humildad

LOS ÁNGELES -- Olvidé quién gestó esta sentencia: "Si Cristo no pudo renunciar a ser Dios, qué se puede esperar de los hombres...".

Parecería esta frase un salvoconducto a la arrogancia. Y parecería, por ejemplo, como en el futbol, que la arrogancia y la humildad viven en polos opuestos. Nada más falso.

Veámoslo así y revisémoslo a partir de ahí: para ser muy arrogante se debe haber sido muy humilde para conseguirlo.

Hay dos ejemplos poderosos de cómo la arrogancia y la humildad son pasajeros de un mismo triunfador: Hugo Sánchez y Cristiano Ronaldo, dos épocas distintas y distantes, con el Real Madrid como anfiteatro de sus momentos gloriosos.

Ambos tipos, de incuestionable heráldica en el futbol mundial, han sido, en su momento, y en su entorno, personajes que en su arrogancia casi se invisten de soberbia.

Sin embargo, es irrefutable y es condecorable, la humildad oculta detrás de sus éxitos. Evidentemente dotados de dones futbolísticas, debieron esculpir día a día, su mejor forma atlética, para ponerla al servicio de sus habilidades.

Son, ambos, sin duda, arrogantes por la magnitud de sus resultados, de sus conquistas. Pero, cuidado, son, ambos, reflejo de la humildad casi castrense de su voluntariosa dedicación de cada día a ser mejores.

En el pulimiento casi maníaco de sus posibilidades, CR7 ha estado construyendo la mejor versión posible de sí mismo. Una rutina de auto perfeccionamiento absoluto. Desde qué come hasta sesiones extras de ejercicio.

¿Hugo Sánchez? Cuando se ejemplarice esa obsesión benigna de entrenar hasta perfeccionarse, el ex delantero mexicano debe ser el punto de referencia. La perfecta acrobacia letal de sus chilenas no fue una chiripada.

Hugo y Cristiano, de haber permanecido en esa zona de confort del resto de los futbolistas, serían jugadorcillos del montón, o apenas arriba de lo regular. Sin embargo, en la arrogancia por ser los mejores, eligieron recluirse en la humildad del esfuerzo genuino.

Por eso, reitero: para ser muy arrogante se debe haber sido muy humilde para saber y querer conseguirlo. Eso, potencializa los méritos, en este caso, del mexicano y del portugués.

¿Qué pasa con los otros? Simple: Pelé, Maradona, Garrincha, Messi, no llegaron a ser arrogantes porque sus excelsas y sublimes facultades naturales de futbolistas, no les obligaron a montar un mausoleo de arrogancia, como homenaje a su esfuerzo.

Ha sido un planteamiento largo para abordar el tema de un futbolista que causa admiración y escozor en el futbol mexicano. José Juan Macías, a los 19 años, ha irrumpido con sus goles en León, que terminan siendo plagas de salpullido a Chivas que decidió cederlo.

Macías ha revelado el ambiente inhóspito en el vestuario de Chivas, al ratificar, a flor de piel, que "el peor enemigo de un mexicano es otro mexicano".

Es sabido que los jugadores de Chivas le increpaban. "Éste se siente Hugo Sánchez". Carlos Salcido fue a pedirle a Matías Almeyda que le dijera "al chavo (Macías) que se calle el hocico, nos tiene hartos".

Sobreponiéndose a la ley del hielo, al bullying, al ninguneo, Macías ahora en el León asegura que "ninguna camiseta me pesa", y ha dicho que trabaja para jugar en Barcelona o Real Madrid.

Con su propio nutriólogo, preparador físico y "coaching", es, hoy, a los 19 años, y toda la incertidumbre por delante, una referencia clara de lo mencionado: para ser tan arrogante es necesario trabajar igual de humilde para conseguirlo.

Un detalle inteligente en sus palabras, es que elude la comparación o la referencia directa de menosprecio en sus comentarios.

Porque, cuidado: no le ha dicho a nadie que quiere se mejor que él, sino que quiere ser la mejor versión posible de sí mismo. En su horizonte no se entretiene a denigrar a nadie. Ahí difiere el arrogante del soberbio.

La ruta que ha elegido no es fácil. Incomoda. Provoca urticaria. Y, más aún, no tiene derecho ni a flaquear ni a entretenerse, observando a los que ladran, porque él siga cabalgando, parafraseando a El Quijote.

José Juan Macías irá dándose cuenta de algo: la arrogancia y la humildad, son el perfume y el sudor del optimista. Ambos aromas desagradan entre la mediocridad.

¿Recuerda cuando Chucho Ramírez dijo que iban a ser campeones en el Mundial Sub 17 de Perú? Las carcajadas se escucharon por todos lados... especialmente en México.