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Si pudiera, hoy, Jorge Vergara echaría a todos

LOS ÁNGELES -- La grandeza sólo tiene un termómetro: la historia. Y la historia sólo tiene un parámetro: los hechos, y en el futbol, los resultados. Y ese América 2-0 Chivas es el epitafio de las discusiones. Aún en la Copa MX.

Aún siendo atlista, pero siempre siendo empresario, hoy, si pudiera, Jorge Vergara, el Jorge Vergara de otros tiempos, hubiera echado del equipo a José Cardozo y a sus 11 patéticos que mandó a la cancha. Pero, se sabe, el hubiera, es el Limbo de los ociosos... y de los impotentes.

América asumió el reto en la justa dimensión del entorno que se generó. Porque en el Clásico Nacional, la sangre borbotea. Chivas, no, nunca se sintió cómodo ante el drama. Se montó la hoguera en la plaza pública. Sólo faltaba saber quién era la víctima.

Y donde ya había fuego, Miguel Herrera y sus jugadores arrojaron un buche de gasolina, o dos: los piromaníacos fueron Bruno Valdez y Nico Benedetti, en graves errores de la defensa. Y la conflagración dejó cenizas de Chivas.

Un escenario maravilloso: 56 mil en la tribuna. Ardor puro. Y era la Copa MX. Y en su Nido, en el Estadio Azteca, América sólo se preocupó por unos pocos estertores del Guadalajara. ¿El resto? Sobrellevó el partido.

Escenarios distintos y distantes. Por esta vez, por esta noche de miércoles, la camiseta de Chivas le quedó enorme al batallón de Cardozo. Por esta vez, por esta noche, la camiseta del América entalló perfecto en sus Águilas.

Jorge Vergara, si pudiera, aquel Jorge Vergara, el de otros tiempos... Porque, aún siendo atlista, él lo sabe: los equipos grandes no pueden tener el corazón chico.

Y en la banca se marcó la diferencia: Cardozo no entiende de Clásicos. Miguel Herrera ha hecho de ellos el postre delicatesen de su carrera: ante Chivas, ante Pumas, ante Cruz Azul.

Uno, Cardozo, deseaba llegar a los penaltis. El otro, El Piojo, deseaba cenar calientito. Uno se quedó en ayunas, el otro le recorrió un agujerito al cinturón de su vanidad.

Dos penaltis no marcados, uno por bando, enlodaron el juego. No podía exigirse más ni lamentar menos cuando Francisco Chacón era el asignado. "Me vale madre", se le leyó en los labios a Chacón. Y era evidente.

Miguel Herrera entendió a El Pípila: llevaba a cuestas la losa de la responsabilidad. La asumió bien: mandó el arsenal mejor pagado y fue evidente que en el vestuario, leyó el edicto: matar o morir, o matar y morir en la cancha.

¿Chivas? El hombre más temible en el área del Guadalajara, cuando jugador, este mismo Cardozo, mostró el temor, seguramente desde el vestuario. Y cuando quiso reaccionar, después de que entre Emanuel Aguilera y Bruno Valdez se confabularon con el ridículo del portero Jiménez, cuando quiso despertar, era muy tarde.

Sus cambios, incluso fueron maquinados por la desesperación: Brizuela por Villalpando y Pulido por Vega. Los dos que salen, los dos que habían sido los menos inútiles de la noche, protagonizan reacciones inútiles del técnico, porque el Conejito estaba asustado y el Bruce Willis Pulido tocaba más su copete que la pelota.

Ah, si Jorge Vergara pudiera, ese Jorge Vergara de otros tiempos...

Pero hoy, Chivas está en manos de un americanista de cuna, como José Luis Higuera, y de un americanista reprimido, porque Amaury Vergara anhela dirigir su primera telenovela para el patrón de las Águilas.

Se viene una revancha. En La Liga. Las condiciones para ambos siguen siendo extremas. América ya demostró que puede porque quiere y porque sabe y porque debe. ¿Chivas? Dejó pistas gigantes este miércoles por la noche: estos de hoy, Cardozo y su Rebaño, no pueden, no saben, no quieren, aunque deben.

Insisto: Jorge Vergara, si pudiera, el Jorge Vergara de otros tiempos, este jueves sanearía al equipo...

"En Chivas no se juega para cobrar, se juega para pagar estar en Chivas", testamentaba alguna vez Jaime El Tubo Gómez.