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América quiere beber sangre celeste en su flamante Copa

LOS ÁNGELES -- Fiesta y festín, que no es lo mismo, nuevamente. América y Cruz Azul estelarizan la cartelera escabrosa del morbo este fin de semana.

Habida cuenta que Chivas es el encapuchado del ninguneo, de los segundones y del fuchi popular, América unge y urge a La Máquina como su contendiente para ornamentar de escándalo la Jornada 14.

Y el ardid despierta fascinación popular. Especialista en telenovelas y concursos balines, en el América trasforman un vodevil de vecindad en un Game of Thrones. Y se vale. Y se agradece que reviente la monotonía. Crimen que mata modorra no es crimen.

Al final, adalid insolente y pedante de su propio estilo de vida, ese #ÓdiameMás, el América quiere sangre de alcurnia, como la celeste, para escanciar la Copa Mx conseguida el miércoles, cierto, con más bostezos, mohines y muinas, que con la espectacularidad acorde a esa su encasquetada grandeza, que, de momento, los trofeos, hacen irrefutable.

Con un "vamos a tener que jugar interescuadras (para ganar otra Copa) porque ya ganamos todo y a todos", Miguel Herrera, monumento al engreimiento, corifeo del #ÓdiameMás, cuchileó con ácido de insolencia y fatuidad al resto del ardido, ardiente y ardoroso vecindario, incluyendo claro, al rival de este domingo, Cruz Azul.

Con suficiente reposo, pero con la baja de un ascendente Nico Benedetti, América llega motivado, con la vanidad como afrodisiaco de su Narciso, y deseoso de corroborar esas pistas, esas huellas de que ha retomado la personalidad del campeón del Apertura 2018.

Con Guido Rodríguez y Edson Álvarez en plan de capos, y con la esperanza de que la paz marital de Mateus Uribe lo reinstale como protagonista, América dispondrá de su mejor equipo para intentar asaltar a La Máquina con la misma encarnizada vehemencia que lo hizo en el Juego de Vuelta de la Final anterior.

Ojo: esta vez no será el mismo Cruz Azul del desenlace del Apertura 2018. O al menos no debería serlo. Porque su purgatorio ha sido extremadamente penoso, incluso al interior del mismo equipo.

Es, de momento, impensable, que los opacos, tibios, pusilánimes futbolistas de Cruz Azul, azorados por el escenario físico y moral de aquella Final, no hayan aprendido la lección.

Esa vez fueron humillados. En todos los terrenos y las reverberaciones de ese fracaso, aún las tragan con vinagre de pus. La burla ha sido cotidianeidad de los celestes, pero es de suponerse que el plantel debe estar tan harto de ello como su afición.

Y eso incluye a todos. Pedro Caixinha encabeza ese apostolado masoquista del rencor. Y le debe seguir Ricardo Peláez.

Y claro, detrás de ellos, los jugadores, los que, ante el América, dejaron la bayoneta en el vestuario y salieron armados -y rendidos--, con la flor de su propio sepulcro en los dientes.

Por eso, este domingo, el combate debe ser diferente. Bastante diferente. Por parte de ambos bandos y de ambas aficiones.

América amamantó el jueves ese aire de perdonavidas del #ÓdiameMás y sabe con una estrella más en su currículo, ya mete estremecimientos en el vestuario rival.

Sin embargo, Cruz Azul, queda claro, no puede ofrecer una versión más innoble e indigna que la del Juego de Vuelta de la Final pasada. Ha sido tan dañado, tan fustigado, tan flagelado en la biblia sádica de los memes, que sólo le queda una ruta de escape, redención y reivindicación: ganar este domingo, y sacar cita para un desagravio en La Liguilla.

Al menos, para quienes vestimos la camiseta blanca, del "poco me importa quién gane", nos ilusionamos con que Cruz Azul se beba la sangre amarga de su frustración y de su testosterona, para lavar, al menos por encimita, ese acné del fracaso, con la hemoglobina del odioda del #ÓdiameMás.

Y por otro lado, que ese América que ve al resto del mundo como liliputenses acomplejados de héroes, ojalá salga a la cancha con esa sed maligna de beber sangre celeste en su flamante Copa Mx como si fuera ese maná perverso propio de su insolencia.

Amén...