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Cruz Azul llega mejor; América, así, se siente mejor

LOS ÁNGELES -- América se fue de Copa y aún carga la resaca. Paso tambaleante, de teporochito de arrabal, las Águilas no han podido emprender el vuelo tras beberse de un sorbo el torneo lastre del futbol mexicano.

Ese andar groggy, para algunos, coloca a El Nido por debajo de Cruz Azul en el azaroso, voluble y veleidoso mundo de los pronósticos y las apuestas, en el que ya participa activamente hasta la FMF, lo único que le faltaba para confirmar su oficio de suripanta.

Ayuda poco la lista total de bajas en las Águilas, desde lesionados hasta transferencias, sin olvidar dramáticas bajas de juego como la de Mateus Uribe, y un refuerzo al que le queda grande la camiseta: Nico Castillo.

Enfrente, el combustible con la mezcla más poderosa en el deporte, detona a La Máquina para enfrentar al América: el rencor, el resentimiento, la rabia, la obsesión por la revancha, el arrepentimiento.

Luego de vestirse con el frac de la petulancia y el engreimiento, tras ganar la Copa Mx, para complementar ese ritual del #ÓdiameMás, se despeñó desde su grandeza copera, hasta la pelandusca para clasificar como quinto y boqueando más que un pescado con asma.

Visto así, Cruz Azul aparece como favorito y se nutre de terapias internas que concluyen con la advertencia de su técnico Pedro Caixinha, quien con su facha de forcado, se atreve a tomar al toro por los cuernos: "estamos conscientes de nuestros errores (en La Final ante América), y eso nos hace más fuertes ahora". Boom: amenaza incluida.

Tiene razón el portugués. Cruz Azul cerró consistentemente el torneo, mientras las Águilas zopilotearon su clasificación con angustia y ante la generosidad de sus adversarios. Y se dice, como frase ajada de tanto uso, que aquel que cierra mejor tiene más posibilidades.

Las estadísticas no son tan dispares. La Tabla General casi los hace mellizos de la mediocridad a Cruz Azul y América. El mayor bochorno para El Nido son sus seis derrotas, sólo Tijuana, octavo clasificado, tiene más (7) de los ocho invitados.

También, América tiene la tercera peor ofensiva de los clasificados a la Liguilla, sólo mejor que los 26 de Cruz Azul y los 25 de Xolos. Miguel Herrera lamenta las oportunidades que generan, pero sus delanteros tienen los empeines torcidos: Castillo, Henry Martin y Roger Martínez, mientras Oribe Peralta recién salió del taller de reparaciones.

Hay un detalle, sin embargo, que tendrá un peso dramático en la cancha. Y es de aquellos que no van a pisar la cancha.

El torneo anterior, comparábamos la experiencia exitosa de Ricardo Peláez, aliado con la personalidad de Caixinha, como poderoso tándem para estremecer a los jugadores de Cruz Azul en el momento clave.

Y poníamos en la balanza esa dupla, con un Miguel Herrera aliado con Santiago Baños. Parecía en desventaja, especialmente a nivel dirigente, por el recorrido de Peláez.

Al final, ocurrió al revés: en la cancha fue muchísimo más evidente el compromiso, la sangre ansiosa y hambrienta de los americanistas, por encima de aquellos que masticaban amargamente la larga vigilia de títulos de Cruz Azul.

Esta vez, Cruz Azul se ve liberado de la presión del torneo anterior. Cabalgó en el Apertura 2018, quijotescamente, cargando las ansias de su afición y una sensación casi tumefacta de ser campeón por obligación.

Esta vez, llega como candidato. Eso, aligera la carga de sus angustias. Sin duda, no llevar el lastre de ser favorito, puede sentarle mejor a La Máquina.

Sin embargo, el campeón vigente, saborea, disfruta, reclama, se regodea, con esa sensación enfermiza de defender el #ÓdiameMás con la carga extrema de todo y todos en contra. Y eso, Miguel Herrera lo sabe manejar como chochero de esquina.

Por eso, en claridad de futbol, el Cruz Azul parece llegar mejor, pero, en la torva oscuridad de las exigencias pasionales, América y El Piojo se solazan de manera sadomasoquista. Lo que a otros incomoda, en El Nido, perturbadoramente, los alimenta.