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Memo Ochoa, otra vez, héroe incidental, héroe accidental

PHOENIX -- Instinto. Intuición. Experiencia. Fortuna. Malicia. Fe. Y más fe y un poquitito extra de fe. Aunque, en la pila bautismal del momento, él lo nombra simplemente “suerte”.

En la vorágine aturdida y aturdidora de la noche, tras 120 minutos de forcejeo, con el drama jugando rayuela en la incertidumbre del manchón penalti, en ese oleaje de silencio y estruendo de 71 mil gargantas bajo el colapso de la angustia placentera del placer angustiado, el héroe de la noche se fue sin su corona de laureles.

Mientras en el graderío se abrazaban al quietecito estallido del marcador fabricado desde el manchón penal, el cuerpo técnico de México se fundía en abrazos y los jugadores ejercían la saludable catarsis de aspirar, respirar y suspirar, porque Costa Rica los puso en aprietos.

Como antes, como esta noche del sábado, como siempre, Guillermo Ochoa mantenía ese perfil bajo, en rebeldía contrastante, claro, con la rebelde cabellera de rebeldes rizos.

“Es mérito de todos. Lo importante es que estamos en Semifinales”, dice a los medios con derechos de transmisión del Tri.

“Tuve suerte”, asegura con ese estribillo casi clandestino que ha esgrimido tantas veces, como cuando estirando el ya estirado esqueleto atajó aquel cabezazo hecho obús de Neymar en Brasil 2014.

Sí, el héroe de México se fue sin guirnaldas. Fue tan poderoso el clímax de eliminar a Costa Rica, que el egoísmo se tragaba a puños la lealtad de un festejo colectivo. En todos. Mi éxtasis es más importante que el tuyo. La dicha no se conjuga en plural.

Y claro, ahí tenía la razón Memo Ochoa: “Lo importante es la felicidad de todos, de toda esta gente, de que México está en Semifinales”, dijo a los medios que tuvieron acceso a entrevistarlo al término del juego en el NRG Stadium de Houston.

El futbol tiene esa mordaz forma de repartir sus bonos.

En Costa Rica había felicidad extrema sacando a pasear el “ya merito eliminan a México”, tras el desazón de la fase de grupos y en el altar de la admiración, el respeto y el desprecio, arrimaban cortejo a Guillermo Ochoa.

“(Guillermo Ochoa) cambió la historia. Hizo grandes atajadas en el juego y la forma en que para el penal es impresionante”, dice Bryan Ruiz en zona mixta.

“(Guillermo Ochoa) fue la diferencia, porque cualquiera pudo haber ganado. Hicimos un gran partido ante una selección con grandes jugadores”, reconoce Joel Campbell.

Gerardo Martino, sin embargo, habló tanto de Ochoa en la conferencia de prensa, que parecía entonar salmos de agradecimiento.

“Memo atajó ese disparo que nos salvó y llevó a la definición por penales y después, bueno, ataja el decisivo”, relata el director técnico.

“Claro. No sólo él tuvo una gran actuación sino todo el grupo, todos, incluso en la jugada del penal (la cual, aclara, sólo existió en la demencial imaginación del árbitro John Pitti), perdimos el balón, pero luego nos rehicimos y no se comete falta. Campbell patea a Chaka (Rodríguez)”, agrega El Tata Martino como para bajar un nicho del santoral a #PacoMemo.

Hombre marcado por desgracias (7-0 ante Chile) y por heroicidades innumerables, Guillermo Ochoa sabe que esa es la vida agitadamente versátil del portero. Ninguna victoria dulcifica todas las tragedias, a veces candilejas, a veces cirios.

El portero vive en las antípodas del futbol. Si es el salvador, permanece en el altar hasta que alguien cree que se equivoca, y si es el culpable, vive en el foso de los leprosos hasta que herculinamente rescata al Titanic en turno.

Vida de arquero, pues. Héroe incidental siempre, héroe accidental a veces.

La gratitud, en el futbol, se calza pocas veces los guantes.