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Sin sus divos, diviniza el América ante Xolos

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Así fue la actuación de Oscar Jiménez ante Tijuana (1:05)

La porra americanista, La Monumental, lanzó cánticos de apoyo al arquero a pesar de la falla. (1:05)

LOS ÁNGELES -- Bendita ironía. El América más genuino de Miguel Herrera se sublimó sin Edson, sin Marchesín, sin Mateus y sin el lesionado Castillo, y con Benedetti tomando pedidos de pizzas en la banca. 3-1 sobre Xolos.

Y fueron golazos. Todos. El obús de Guido Rodríguez (1-0, 75’). La dinamita de Sanvezzo (1-1, 82’). La cortesía de Giovani a Ibarra (2-1, 97’). Y la definición del mismo Gio (3-1, 90’) con un arcoíris sobre Lajud.

Un primer tiempo tenso e intenso. De nervios y de nervio. Sufrido para ambos. Imprecisiones, indecisiones, titubeos. Los dos querían, incluso este Xolos mejorado gruñía lejos de su perrera.

Como músculo tenso, al borde del calambre, así se vivía el juego. No había preciosismo, a no ser que se admire la batalla en desorden.

Hubo, en ese primer tiempo, jugadas bravas. Entradas alevosas, precipitaciones, estupidez arbitral, y encima Nico Castillo deja la cancha para que, como en el torneo anterior, Miguel Herrera se desconsuele por cómo se le vacía el anaquel de opciones. Volteó a la banca y recordó que Oribe Peralta se pasó a las filas del enemigo.

Pero, sin sus extranjeros más costosos en la cancha, El Piojo debió sacar en el medio tiempo esas armas alevosamente letales del técnico: el pizarrón y el verbo. Su equipo saldría transformado.

Y Xolos hizo lo suyo. Un equipo fortalecido, obligado al protagonismo, había desafiado la pubertad profesional de Jiménez, desde el inicio del juego, para tratar de ponerlo trémulo y desconfiado.

En la segunda parte, Tijuana fue incluso más perseverante y punzante. Quiso más de lo que había querido en el primer tiempo. Pero enfrente, Herrera había movido sus fichas.

Y el partido fue creciendo en esplendor, en intención, en ritmo, en precisión, en compromiso. Y América hacía las cosas mejor, con un Roger Martínez sobresaliente, a sabiendas, seguramente, de que visores están sobre sus servicios, ahora que el América parece dispuesto a vender al mejor postor.

El zapatazo de Guido Rodríguez espoleó a Xolos. La respuesta fue inmediata: Sanvezzo soltó un obús para el bautizo de Jiménez, en la que fue una declaración de guerra abierta.

Para entonces, con el 1-1 y el bagaje acumulado del juego, entre rudezas, roces, encaramientos, errores arbitrales, el rumbo del juego quedó decidido por encima de técnicos y jugadores: la consigna era salir vivo o muerto del Estadio Azteca.

La ansiedad de Xolos favoreció al América, mientras Giovani dos Santos iba acomodándose en la cancha tras un ingreso ilusionado de Miguel Herrera.

Y ése, el Gio que nunca vio el Galaxy de Los Ángeles, ése que ocasionalmente cautivaba con la selección mexicana, ése mismo apareció para definir el partido.

Primero, se inventa un callejón y penetra, para entregar un salvoconducto de gol a Renato Ibarra, quien no perdona; enseguida, para el 3-1, pide el balón y encara la salida de Lajud para tenderle un velo con el balón.

Sí, América, sin sus divos, se diviniza ante Xolos. Y le agrega esplendor a la victoria misma.

Sin sus extranjeros más caros: sin Marchesín, sin Mateus, sin el lesionado Castillo, y sin Benedetti (entró al minuto ya pa’qué, al 91’) se mostró el América más genuino de Miguel Herrera: comprometido, versátil, ambicioso y con Giovani frotando la lámpara de su resurrección.

Veremos…