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La historia boxística de los Tres Tristes Tigres

A partir del popular trabalenguas, la denominación de los Tres Tristes Tigres ha tenido todo tipo de usos irónicos o sarcásticos. La novela con ese nombre, del cubano Guillermo García Infante sobre las andanzas de tres amigos en La Habana y que se transformara en uno de los íconos del realismo mágico latinoamericano, representa en cierta forma el espíritu de la frase. En boxeo no hay tres individuos como los que nacieron de la imaginación de Cabrera Infante, pero encontramos una semejanza conceptual en tres pugilistas que merecen integrar la larga lista de "tristes tigres".

Ellos son Sergio "Maravilla" Martínez, Manny Pacquiao y Julio Cesar Chávez Jr., que subieron al ring como unos tigres, para celebrar la pelea más importante de sus vidas y en la que más dinero ganarían, pero terminaron comportándose como unos tristes gatitos. La ironía de la frase va más allá del sarcasmo. Sus casos no son aislados, pero son la cara visible en ese reiterado objetivo de llegar al ring con la prioridad de "estar para cobrar" y no "estar para pelear". De eso se trata esta historia.

¿ES FRAUDE PELEAR SABIENDO QUE SU CONDICION NO LE PERMITE PELEAR?

Después de sus derrotas, muchos pugilistas de alto perfil suelen hacer alegatos relacionados con limitaciones físicas que le impidieron un rendimiento al cien por ciento. En muchos casos, citan lesiones en el campamento o situaciones diferentes asociadas, que le impidieron una mejor actuación y que a la postre determinaron la derrota. Eso lo dicen después, nunca antes.

Es obvio que cuando esas revelaciones ocurren, hubo antes una intencionalidad por ocultar un problema físico o de otra índole. ¿Por cuál razón? Se presupone que ante el compromiso contraído ello le hubiera significado una pérdida económica. La duda es si ese comportamiento no configura un delito. ¿Es engaño, es fraude? ¿Quién responde por las pérdidas económicas de aquellos fanáticos convencidos de haber sido engañados?

La controversia es muy amplia e incluye una valorización sobre cual pérdida vale más. La de los organizadores, la de los pugilistas que suben a pelear sin tener condiciones para hacerlo o la del público que paga la fiesta. Pese a que estos episodios son recurrentes en el boxeo de primer nivel, hasta hoy parece que solo los fanáticos son los que siguen perdiendo su dinero. Actualmente uno de esos casos se ventila en los tribunales de California a través de una vasta demanda colectiva, pero no hay una presunción clara de que al final signifique una victoria para los fanáticos que se sintieron perjudicados.

EL CASO MANNY PACQUIAO

El caso más emblemático fue el que protagonizó Manny Pacquiao en su derrota contra Floyd Mayweather el 2 de Mayo de 2015 en Las Vegas. Antes de la batalla, el filipino recibió un cuestionario de preguntas de la Comisión Atlética de Nevada, donde, respondió que "no" a la siguiente pregunta: ¿Ha tenido alguna lesión en los hombros, los codos o las manos, que necesiten evaluación o examen? Sin embargo, después del combate, el equipo de Manny admitió que el filipino se había lesionado un hombro antes de la pelea y por esa razón el propio púgil reconoció que peleó al sesenta por ciento de su condición normal.

Tras el fiasco de la pelea multimillonaria, el púgil debió pasar por una cirugía del hombro lesionado y al mismo tiempo, sus abogados tuvieron que afrontar más de treinta demandas de furiosos fanáticos, apostadores y hasta de empresarios que habían comprado el evento para los clientes de sus comercios. Muchos demandantes hasta reclamaron un juicio con jurado y al menos cinco millones de dólares en daños que es el tope establecido para este tipo de acciones. Precisamente, una de las pruebas incluidas en la demanda fue el cuestionario médico con la controversial respuesta negativa de Pacquiao.

Dos demandas colectivas presentadas en Las Vegas y Los Ángeles utilizaron como alegato el concepto que indica el sentido común, "si no estás al cien por ciento no debes entrar al ring", para lograr que sean resarcidas las miles de personas que gastaron dinero con esa pelea En esas demandas se argumenta también que la pelea fue un fraude, ya que Manny y su promotor intencionalmente ocultaron que el pugilista se había lastimado un hombro días antes de la pelea

Para este trabajo periodístico y con el objetivo de conocer detalles actuales del proceso, yo me puse en contacto con la firma de abogados de Las Vegas, McDonald Law Offices. Ellos fueron los responsables por presentar una de las demandas colectivas. De acuerdo con la información que me suministraron, la demanda colectiva aún se encuentra en proceso, aunque salió de los tribunales de Nevada y pasó a los de California junto a las otras demandas similares, unificadas en un único juicio.

Sin embargo no habría muchas esperanzas de que el filipino termine resarciendo a aquellos que se sintieron engañados y reclaman por su dinero. Muchos expertos han establecido las dificultades que acarrean las demandas colectivas y la razón por la cual las mismas no llegan a ningún lado. El principal problema - dicen - es que cada persona es un caso individual y hay mucha gente que hubiera pagado por ver la pelea, aun sabiendo que Pacquiao estaba lastimado.

EL CASO SERGIO "MARAVILLA" MARTINEZ

Fue el 7 de junio de 2014, fue la última pelea en la carrera de Sergio Martínez y fue un fiasco tan o más escandaloso que el de Pacquiao vs. Mayweather. El argentino, que aún ostentaba el cinturón de campeón mediano del CMB, hacía pocos meses que había sido operado de una rodilla y apenas semanas antes de la pelea admitió que correr le provocaba dolores insoportables. Literalmente, sobrevivió como pudo al "campamento" previo y cuando subió al cuadrilátero lo hizo rengueando, "sin poder gobernar una de sus rodillas y tan temprano como en el primer asalto, se fue a la lona tres veces sin ser golpeado, apenas sacudido por la torpeza de sus movimientos". Esta última frase, pertenece a mi columna de análisis de la pelea, que titulé de "El fan se cansa" y donde no le ahorré críticas a ninguno de los involucrados. Un verdadero fiasco de pelea que en mi columna previa a la batalla lo vaticiné bajo la pregunta del título: "Cotto -Martinez, ¿otro fiasco?". Fue como la crónica de una derrota anunciada. "Tengo varias lesiones en la rodilla que provocan dolor. Estoy constantemente con una bolsa de hielo, masajes y cremas. De hecho, el dolor aparece con sólo caminar, por lo que hace un año que no corro", reconoció el argentino en esa oportunidad, días antes del combate que se comercializó como PPV.

Pese a todo, la pelea se cumplió y Maravilla se despidió del boxeo de una manera que el público no merecía ni su brillante carrera tampoco.

EL CASO JULIO CESAR CHAVEZ JR.

Es el más reciente, por ello está fresco en la memoria de todos. No por un acaso, ni bien terminó el combate y Saúl Canelo Álvarez, el vencedor, hablaba por el micrófono, desde las plateas del T-Mobile Arena de Las Vegas, bajaba el grito de "¡fraude!", "¡fraude!", por parte de muchos de los indignados asistentes. La palabra engaño y fraude fue la que abundó en las quejas que por miles se contaban en los muros de las redes sociales después de la mal llamada batalla. Directamente se acusaba a Julio Cesar Chávez que prácticamente no peleó, aunque tampoco se salvaba de las críticas el propio Canelo y los organizadores del evento, empezando por la figura más visible: Oscar de la Hoya.

Y si bien en esta batalla no hubo lesión previa del derrotado, también se abusó de la confianza y la inocencia de los fanáticos. Los responsables por su preparación y el propio púgil, ofrecieron incontables entrevistas previas donde fueron transmitiendo informaciones positivas. Disciplinado, cumpliendo el plan de preparación, mostrando progresos en la disminución del tonelaje sin poner en riesgo su salud. Por sobre todas las cosas, vaticinando, afirmando, dando por descontado que "veríamos una guerra" y que Chávez Jr. llegaría más fuerte que nunca a la pelea".

Nadie les pidió que lo dijeran pero lo dijeron. Como tampoco nadie le pidió que rindieran cuentas mediante justificaciones y lo hicieron. El propio púgil admitió que para dar el peso dejó de comer la última semana previa al pleito. Dato refrendado por el propio preparador físico del púgil, Memo Heredia.

Llegar por debajo de las 164.5 libras era una de las condiciones que Chávez debía cumplir el viernes en la ceremonia del pesaje. Si superaba ese peso, sería multado en un millón de dólares por cada libra extra. Su peso fue de 164 libras, no obstante el show de la báscula que todo México y gran parte de EEUU lo presenciaron con inusual expectativa, fue poco menos que una burla, ya que por una cláusula del contrato hubo antes un pesaje secreto previo al oficial. Por cuál razón existía esa cláusula, puede ser un misterio o no, pero su sola existencia abre el camino a todo tipo de especulaciones a cuál de ellas más oscura.

Lo que trasmite la realidad de todo lo ocurrido alrededor de esa pelea es que simplemente se montó un show para colocar en el ring a dos pugilistas populares del país que con más emoción e intensidad vive el boxeo en todo el planeta. El desempeño boxístico de los dos actores, lo que realmente se le vende al espectador, no era lo más importante. Se organizó una fiesta en un día tradicional y efectivamente fue una fiesta. Hubo gente que viajo de México a alentar a su boxeador preferido, gastaron en vuelos de avión, en entradas, en habitaciones de hotel y en alimentación. Hubo fanáticos y no fanáticos al boxeo, que no viajaron, pero concurrieron a algún cine o local comercial o compraron la batalla para verla en sus televisores. Unos gastaron más y otros menos, pero no hay dudas que todos sin excepción gastaron un tiempo de sus vidas para asistir a una pelea que de tal no tuvo nada.

¿Se pudo evitar? Sin duda que se pudo evitar. Si Chávez no se alimentó durante toda la semana previa, todo el equipo sabía que sería imposible recuperarlo. La certeza transmitida era que llegaría tan fuerte como lo prometieron, aunque sabían que había un deterioro provocado por la falta de alimentos que le impediría lo anterior. Dijeron lo primero, pero no dijeron lo segundo. Solo lo admitieron después. Eso es engaño y abuso de la buena fe de los seguidores del púgil.

Esa ecuación nos lleva al segundo capítulo. Queda claro que lo único que importaba en esta historia era que Chávez Jr. cumpliera con el peso en esa misteriosa ceremonia secreta y cobrar el dinero estipulado. En el ring ya mucho hemos escrito sobre lo que ocurrió. Chávez fue un fantasma de sí mismo, que deambulaba por el cuadrilátero tratando que pasara el tiempo. Por cual misterio de la naturaleza, o no, terminó de pie los doce asaltos es una pregunta imposible de responder. Tal vez, Canelo no tiene el poder suficiente en las manos o como ocurrió en la batalla de Cotto-Maravilla, cuando el boricua observó perplejo que el argentino en el primer asalto se caía sin que nadie lo tocara, se apiadó del espectáculo y le permitió vivir hasta el décimo episodio. ¿Habrá Canelo actuado de la misma manera? Nadie lo sabe ni nadie lo sabrá, pero queda claro que el tercer tigre nos mintió sobre sus garras antes de demostrar que "ni siquiera arañaba como un gato"

¿HABRA UN CUARTO TRISTE TIGRE?

En boxeo nunca está dicha la última palabra y nada se puede vaticinar con absoluta certeza. La batalla de Saúl "Canelo" Álvarez y Gennady Golovkin ya empezó a ser vendida como la octava maravilla. Las apuestas favorecen levemente, en principio, a GGG y el show verborrágico de aquí en más solo lo veremos incrementarse.

Y es verdad que todos sin excepciones exigíamos esta pelea. Queríamos verlos frente a frente. No tanto por la paridad de condiciones boxísticas. Canelo era un súper welter y el kazajo un mediano natural. El deseo de verlos ha sido puro morbo y comenzó con aquel cinturón mediano que primero gano Cotto y luego Canelo sin ser ambos medianos y al cual el mexicano renunció para no enfrentarse a GGG.

La pelea ahora pactada, por lo pronto, solo huele a negocio. Que también huela a deporte lo van a tener que demostrar los dos rivales rompiéndose la cresta y dejando el alma en el ring. El contrato de esta pelea se realizó entre "gallos y medianoche", poco "se sabe sobre lo que se sabe o no se sabe". Sin embargo las peleas de Maravilla-Cotto, Pacquiao-Floyd y Chávez-Canelo nos han enseñado mucho al respecto, especialmente a no creer en nada de lo que nos cuenten antes. Todos son culpables hasta que nos demuestren lo contrario.

Y si bien mantenemos la esperanza de que el "cuarto tigre triste" no surja del Canelo vs. GGG, hay que poner "las barbas en remojo". Ya es tiempo de ir pensando en reclamar la existencia en este país de algún instrumento legal que ponga límites al engaño, que identifique la promesa incumplida bajo esas circunstancias como "publicidad engañosa" y que le ponga verbo legal al rendimiento de los atletas. "O afrontan sus peleas al cien por ciento de capacidad o directamente no lo hacen". Más allá de las Comisiones Atléticas de cada estado, debe existir una ley fácil de interpretar a la hora de protegernos de esos "tigres tristes" que lamentan sus derrotas revelando lo que ocultaron sin perder un solo centavo por la derrota no anunciada y el engaño consumado.

¡Basta ya de darle golpes bajos al fanático!