Boxeo
Bernardo Pilatti | ESPN Digital 7y

Boxeo caótico: agresión, trifulcas, controversias y peleas desiguales

El boxeo de primer nivel, tuvo su fin de semana de locos. Salíamos de padecer el fiasco de Canelo-Chávez Jr. y la expectativa era disfrutar de un maratón de peleas de título mundial. Eso no faltó, pero, ¡vaya exorcismo!, tampoco faltaron las agresiones, las trifulcas, los errores arbitrales y los fallos controversiales. Esta vez, el recuento de los daños superó a la importancia de los títulos en juego y eso no es poca cosa. Especialmente por lo ocurrido en la pelea por el título interino FIB de la división súper mediana entre el venezolano José Uzcátegui y el estadounidense Andre Dirrell. Una ejemplo terrible de lo peor, especialmente por la actuación del réferi Bill Clancy, el equipo de Dirrell y en cierta forma el propio púgil.

Algo estuvo claro ni bien comenzó esa pelea, Dirrell era el supuesto favorito, pero el que mandaba en el ring era el venezolano. Ganaba en las tarjetas al final del octavo asalto cuando inicio una secuencia de golpes sobre las cuerdas contra Dirrell y el último golpe había iniciado su trayecto cuando sonó la campana. Dirrell se fue a la lona y no bastó que desde su esquina le pidieran que se quedara tendido en la lona, hasta el referí influenció la teatralización de los efectos del golpe posiblemente ilegal de Uzcategui. Tras la caída le dijo al venezolano, "si no se levanta te voy a descalificar". Y Dirrell no se levantó, claro.

En ese medio tiempo hubo una trifulca fuera del ring, provocada por parte de la familia de Dirrell y en el colmo del caos, el tío de Dirrell, León Dawson, agredió cobardemente al venezolano y sin previo aviso. La imagen de su golpe al indefenso boxeador fue una de las noticias del fin de semana, lo que nos exime de abundar en sus detalles.

El tema está en la órbita de la justicia (fue una agresión criminal) y lo que hoy corresponde es establecer que nos queda tras el escándalo de Oxon Hill, Maryland. No hay duda que -- más allá de los errores en la organización del evento -- hay una enésima advertencia sobre los cambios que este deporte requiere en la forma que se juzga cada pelea, en el papel de las Comisiones Atléticas y la necesidad cada día más palpable de que el boxeo necesita una segunda instancia a la que se pueda recurrir de inmediato en peleas controversiales. Se necesita establecer una vía directa hacia el "no contest", que hoy parece ser el único remedio inmediato ante el error arbitral, las fallas de los jueces o directamente la mala interpretación de algo tan elemental como el sonido de una campana.

Uzcategui fue claramente perjudicado por errores que la tecnología actual no permite que pasen desapercibidos. Utilizar todos los medios a disposición para que en cada batalla el ganador sea el que efectivamente gane la pelea, es lo mínimo que deben exigirse a sí mismos aquellos que conducen los destinos de este deporte. Porque el caso de Uzcategui fue el más notorio del fin de semana, pero no fue el único en Maryland.

Más temprano hubo una calificación absurda de los jueces de la pelea eliminatoria por el título AMB de las 140 libras entre Rances Barthelemy y el bielorruso Kiryl Relikh. Pese a las diferencias notorias a favor de Relikh, que hasta estuvo a punto de noquearlo en el quinto asalto, le otorgaron la victoria al cubano por diferencias que en alguna tarjeta puede ser consideradas escandalosas: John Gradowski 110-116, Henry Grant 111-115, Don Risher 109-117. Lo peor de esta historia, es que la AMB sufrió en Japón otro drama por las tarjetas polémicas en sus peleas de campeonato.

POLEMICA EN JAPON Y ABUSO EN INGLATERRA

En el Ariake Colosseum de Tokyo, Japón y por el título vacante del peso mediano de la AMB, se enfrentaban el nipón Ryota Murata y el francés Hassan N'Dam. La batalla llegó a la distancia y en una decisión dividida dos de los jueces - Gustavo Padilla y Hubert Earle - le otorgaron la victoria al europeo 116-111 y 115-112 respectivamente, mientras que el juez restante - Raúl Caiz Sr - vio ganar al asiático 117-110.

Lo que en realidad se vio en la pelea fue una diferencia abismal a favor de Murata y la victoria de N'Dam fue tan sorprendente y escandalosa, que el propio presidente de la AMB, Gilberto Mendoza, no dudó en reaccionar inmediatamente, algo que externó en las redes sociales.

"Me siento enfadado y frustrado por no poder servir al deporte con las decisiones correctas. Después de juzgar, mi puntuación es de 117-110 por Murata. En primer lugar, quisiera disculparme con Ryota Murata, promociones Teiken y con todos los aficionados del boxeo japonés. No hay palabras para reparar los daños causados por la pobre decisión. Exijo que el comité de campeonato ordene una revancha directa" -- escribió Mendoza.

En este caso, el mal no llegó más lejos que a la indignación. La reacción de Mendoza tuvo elogios y seguramente también recogerá críticas de quienes le cuestionen su improvisado papel de juez a partir de su condición de presidente del organismo. Pero, al final del día Gilberto Mendoza hizo lo que establece el sentido común, "matar el daño en el mismo momento en que el ocurre". Y lo que ocurrió, es lo que debería ocurrir siempre ante la duda: declarar el "no contest" y ordenar la revancha inmediata.

En los días posteriores se podrán revisar las acciones, se podrá recurrir a la tecnología, se pronunciarán otros jueces (como ya ha ocurrido en otras oportunidades) y se mantendrá o se rectificará la decisión. Pero necesariamente la organización del boxeo mundial hoy exige que la decisión inmediata que tomó Mendoza, no nazca de la improvisación y sí de la organización o de las propias reglas que regulan la práctica de este deporte. Y es obvio que esas decisiones deben ser tomadas por una segunda instancia que juzgue cada pelea. Está claro que no pueden ser los jueces hoy los únicos responsables de decidir el ganador y el perdedor en peleas de tan alto perfil.

Y si bien el fin de semana dejó situaciones polémicas a partir de las malas decisiones de los jueces, hubo otro episodio que si bien no cae en esa categoría, debe también ser considerado: la condición del desafiante en una pelea de campeonato.

Liam Walsh, el rival del campeón FIB de las 130 libras, Gervonta Davis, es un claro ejemplo de que se debe también utilizar el bisturí para resolver otro de los daños que el negocio le provoca al deporte en el boxeo. Walsh no era rival antes y por cierto en absoluto lo fue en los menos de tres asaltos que duró la pelea. La poca calidad del británico permite imaginar que su presencia decidiendo una diadema se debió exclusivamente a su nacionalidad. Otra vez se vendió un show nacionalista sin importar el resto.

Algo similar a lo que sucedió con Guillermo Rigondeaux, cuando en julio de 2016, en Cardiff, le pusieron dentro del ring al pobre Charles Dickens, que no aguantó dos asaltos. La calidad probada del oponente debería ser algo evaluado previamente como condición inevitable a la hora de disputar un título mundial. Y cuando hablamos de evaluación, citamos la necesidad de que el examen sea antes y después. En una palabra, rendir al cien por ciento debería ser una exigencia habitual en peleas de alto perfil.

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