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Épica, emotiva y honrosa despedida de Miguel Cotto

Miguel Ángel Cotto terminó su carrera en el boxeo con una derrota y dejando su título de la Organización Mundial de Boxeo de las 154 libras al justo vencedor de la batalla, Sadam Ali.

Aceptar el resultado es respetar lo que efectivamente ocurrió en el ring y que con justicia los jueces lo establecieron en su veredicto. Ali fue el mejor. Sin embargo, el adiós de Cotto dejó una emotiva sensación.

El boricua se fue dando guerra, buscando la pelea hasta el último segundo y terminó ovacionado. Peleó hasta el final del combate con un brazo lesionado (sufrió la rotura de un bíceps y tuvo la grandeza de no presentar ello como una excusa.

Para que la despedida fuera verdadera, los jueces del combate, en una Nueva York que nos acostumbró a las injusticias, fueron más justos que nunca y vieron la pelea como la misma merecía, como la despedida que una leyenda merecía.

Un rival que nadie imaginó
Por fuerza de costumbre, todos esperábamos otra pelea, otra despedida. Presumíamos a un Cotto cuya experiencia, velocidad, pegada y capacidad técnica le alcanzarían para llevarse por delante a un rival que, por primera vez, pelearía en su división. Pero no fue así. Ali salió decidido a ser el protagonista en la fiesta de su rival, por ello el combate fue épico, emotivo e incierto hasta el mismísimo final.

Miguel Ángel Cotto salió decidido a terminar su tarea temprano. Lo vimos en el mero primer asalto poner toda la presión sobre Sadam Ali. El neoyorquino no se amedrentó. Le obligaron a moverse mucho y lo hizo con acertado criterio. Ali salía hacia laterales para volver en velocidad a dejarle combinaciones duras y el primer episodio estuvo lejos de ser un asalto de estudio. El de la despedida puso toda la carne en el asador temprano y nos enseñó que aquello no sería un paseo.

Tan temprano como en el segundo asalto fue el turno de Ali para mostrarnos que tampoco llegaba dispuesto a ser la victima propicia, el actor de reparto en la fiesta del boricua. En ese segundo round, la peligrosa derecha alta y larga que había insinuado en el primer episodio hizo estragos en el segundo. El estadounidense lastimó por primera vez a Cotto y estuvo a punto de noquearlo.

Cotto sobrevivió al asalto y el tercer episodio fue una calca del primero. El campeón buscando cerrar la distancia para colocar sus ganchos de izquierda y Ali conectando de contragolpe, manejando la distancia con su jab o con movimientos laterales. En el cuarto asalto, nuevamente el retador consiguió conectar y lastimar al campeón. Esa vez fue con la izquierda en gancho.

Desde ese asalto se fueron los dos alternando en el control del combate. Cotto desorganizado y Ali cumpliendo con su inteligente plan de pelea. El boricua apostó en todo momento al gancho de izquierda, pero no pudo darle secuencia a su golpeo a la zona media. Tuvo problemas para encontrar la distancia, erró muchos golpes y por el contrario, Ali lo fue conectando una y otra vez.

Al boricua, el cardio le pasó cuenta en algunos momentos y debió recurrir a su experiencia en el cuerpeo para pasar golpes. Allá por el séptimo episodio le empezó a llegar a Ali a la zona media con un par de ganchos que le bajaron las revoluciones al retador. Era el momento para consolidar su ventaja, pero al boricua se le desprendió el bíceps izquierdo y debió lidiar con ese inconveniente.

Fue el momento épico. Al final del noveno episodio, en mi conteo tenía a Cotto adelante por 5 asaltos a 4, pero el décimo round fue crucial para la victoria de Sadam Ali, quien fue al intercambio, colocó buenos ganchos y castigó duramente a Cotto, quien, como pudo, sobrevivió al asalto.

El decimoprimero fue más de lo mismo. El boricua volvió a sobrevivir gracias a su cuerpeo y el trabajo sobre piernas. Al último episodio, en mi tarjeta, Ali arribó un punto arriba y el último episodio determinaría su victoria o un empate.

A mi juicio, fue un asalto muy parejo que pudo irse para cualquier lado. Cotto le puso ganas y salió a jugarse la victoria con un solo brazo activo. Ali se sentía ganador y no se esforzó más de lo adecuado. Pudo ser un error.

El retador ganó en las tarjetas en forma unánime, dos de ellas 115-113 y la restante 116-112. Pudo ser empate, al menos así lo fue en mi conteo, pero la visión de los jueces se ajusta a lo que se vio en el ring. Ese último episodio se pudo ir para cualquier lado y durante el combate, hubo algún episodio parejo y difícil de anotar.

Esta vez no hay queja, Ali fue un justo vencedor.

Desde todo punto de vista, la despedida de Miguel Ángel Cotto fue memorable por la honradez deportiva que demostró en su última batalla. Al gran ejemplo de su brillante trayectoria, se suma este gesto que mucho bien le hace a este deporte. El boricua evitó las facilidades, antepuso la honradez deportiva por encima de cualquier otro interés que favoreciera su adiós.

El mejor boxeo, el que veneran los fanáticos, es aquél donde la entrega nace del espíritu deportivo. Retirarse batallando como un prospecto que aún no se ha ganado su lugar en el boxeo dice mucho de este Miguel Ángel Cotto que vimos por última vez en una pelea profesional.

Esa actuación, esa demostración que nos regaló en su derrota contra Sadam Ali nos permite comprender de dónde nace el cariño innegociable con el que sus fanáticos ovacionaron su despedida y le agradecieron por tantas alegrías con verdadero orgullo puertorriqueño.

Hoy fue vencido un campeón, pero hoy nació una leyenda; hoy triunfó su ejemplo deportivo; hoy, a Miguel Ángel Cotto, todos, lo declaramos eterno campeón.