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¿Cuál será el secreto de Ruiz para apagarle la luz a Joshua?

Anthony Joshua defenderá sus tres cinturones de campeón mundial pesado el primero de junio ante Andy Ruiz Jr. Getty Images

Anthony Joshua debía enfrentar el sábado primero de junio a Jarrell Miller, pero este falló en múltiples pruebas de drogas, fue suspendido y el británico tuvo que salir a buscar otro oponente. El sorpresivo elegido fue el púgil estadounidense de origen mexicano Andy Ruiz Jr. El combate, como es costumbre en cada presentación de Joshua, será el evento estelar de un verdadero show de luces donde el británico será la figura principal y excluyente.

En consonancia con el brillo del espectáculo, la previsión abrumadora es que será una victoria contundente, inobjetable y por la vía rápida del triple campeón mundial.

¿Será?

Las teorías que preceden a cada pelea de Joshua son como las que se intercambiaron profusamente sobre el final de la serie Juego de Tronos y ya vimos que no terminaron con lo obvio. Con el británico, por más que hasta hoy ha primado lo obvio (el triunfo) en sus peleas, siempre perdura esa sensación de que “hay mucha, demasiada ficción” en sus victorias. Y la ficción, siempre acepta un cambio de guion de último minuto, como ocurrió con la serie de HBO.

¿Será?

Un tricampeón bajo sospecha

No olvidemos que sobre la calidad de Anthony Joshua pesa una duda enorme. Una incógnita escondida bajo un producto de marca exitosa, que en Inglaterra y Europa se vende como el pan caliente. La imagen de Joshua es sinónimo de triunfo, glamour, poder y elegancia. Se repiten las fotos que lo retratan jugando al golf, o en los principales shows televisivos, o anunciando prendas de lujo o junto a exuberantes modelos recostado en algún automóvil de lujo. Ese es el Joshua que ocupa los espacios del marketing sobre su figura. En eso es bueno. Pero, ¿qué ocurre en el cuadrilátero? ¿Es tan bueno boxeando, como tanta gente cree, o solo ha sido bueno contra los rivales escogidos y enfrentados?

Hasta hoy la versión que ha triunfado ha sido de la que estamos frente a un nuevo fenómeno. Sin embargo, hay en el mundo de los fanáticos un alto porcentaje de escépticos que no se la creen y no le faltan razones.

Pese a sus 22 peleas y 21 KOs, Joshua ha hecho poco, muy poco en el boxeo, excepto algo que alcanzó para venderlo como una octava maravilla, aquel maravilloso e increíble décimo primer asalto de su pelea del 29 de abril de 2017 contra un Wladimir Klintschko ya cuarentón y al borde del retiro. En mi análisis de esa pelea, escribí que el TKO lo salvó del desastre, hasta ese momento, el británico les daba razón a sus detractores de que “no había peleado contra nadie”. También ese día cité que en el futuro solo ante Deontay Wilder o Tyson Fury sabríamos si Joshua daba la talla. No los enfrentó aún y el único que medianamente pudo ser considerado un rival del nivel en que se vende al británico, fue Joseph Parker, al que apenas logró vencerlo en las tarjetas.

El mismo Parker que peleando en su casa, apenas pudo vencer a Andy Ruiz por decisión mayoritaria ¿Significa algo ese resultado? En principio significa algo importante, el nacido en Imperial, California, no es una perita en dulce. O sea, no subirá apenas a ganarse un cheque. Merece ese respeto, pero también merece también el beneficio de la duda ¿Podrá desmontar ese posible mito de la narrativa exagerada sobre las condiciones boxísticas de Joshua? Es bueno evaluarlo.

Andy Ruiz no tiene aspecto de campeón mundial, no le calzan los trajes a medida de Joshua, no lo visualizamos mostrando una colección de automóviles ni tampoco lo imaginamos bailando en Dance of The Stars. Sin embargo, parece tener algunas características que lo hacen extremadamente peligroso para Joshua: tiene aguante y tiene pegada. Esa también podría ser una razón sólida para no sorprendernos en caso que, el primero de junio, Ruiz pueda romper ese espejismo británico y bajar al campeón de un lugar del que muchos creen que no le corresponde.

Pero está faltando algo más para que Ruiz pueda dar el batacazo.

Mi amigo “Yogui, el Redondo”

En el secundario tenía un amigo al que cariñosamente apodábamos de “Yogui, el Redondo”. Era el más bonachón, más grande y más bueno del grupo. Pero, cuidado con quien lo hiciera enojar. Yogui se convertía en una trituradora humana y su forma de pelear era impropia de su aspecto. La noticia es que no hay nadie que me haga recordar más a mi amigo Yogui que el californiano Andy Ruiz. Son una copia uno del otro. Y bajo esa fotografía de la memoria, imagino a uno en el lugar del otro. A Yogui no lo moverían ni siquiera dos Anthony Joshua, aunque le ayudaran un Deontay Wilder y un Tyson Fury reforzados como Matrix. Por el contrario, estoy seguro que dormiría a los tres en fila india sin perder su cara de buen muchacho. Entonces, este primero de junio, ¿podrá Ruiz con su cara bonachona emular lo que hubiera conseguido mi amigo el ‘Yogui, el Redondo’?

Yogui solo necesitaba de dos condimentos para volverse invencible: motivación y esa chispa de furia que encendía su instinto destructor. Andy Ruiz necesita exactamente lo mismo. Motivación y furia. La motivación es sencilla, debe nacer de la rebeldía propia del que sube al ring condenado de antemano a perder en forma irremediable. La imagen del socio anónimo, la contracara del show, la victima necesaria que será vapuleada por el dueño de la fiesta ¿Por qué aceptar ese destino? ¡Vaya! Ruiz tiene la oportunidad de romper esa idea de que en el boxeo real debe ganar el que interpreta un papel estelar como en las películas ¿Habrá mejor motivación, acaso?

¿Y la furia? ¿De dónde podría nacer ese chispazo, ese cortocircuito que sacude la rabia y le despierta el peor instinto destructor al Yogui de esta historia? Tal vez, concentrarse en el ánimo de revancha contra sus peores críticos, muchos de los cuales serán parte de ese coro de apostadores que le pondrán todo su dinero al británico.

No sabemos cómo lo hará, pero si aspira a romper con todos los pronósticos, Andy Ruiz necesitará mucha furia interior, sumada a la motivación del que no es favorito y anhela darles aquella bofetada a esos que ni en sueños le dan una mísera oportunidad ante el iluminado campeón.

Si consigue ese combustible, el boxeo de Andy Ruiz será suficiente para ganar y hasta noquear a Joshua. Tiene mayor experiencia y tiene dos brazos que cuando los pone en movimiento pueden ser letales, por la misma razón que en teoría los hace inofensivos: su menor extensión. Cuando Ruiz logra el espacio para llegarle al rival acorta el trayecto, gana explosividad y cuando impacta se asemeja al mismo poder de un obús en el primer tramo de su despegue: ¡no te coloques delante!

Ruiz parece blando, pero no lo es. Por el contrario, es un duro resistiendo castigo y una pesadilla si le permiten devolverlo. El no suele descargar su artillería en cuotas, por el contrario, lo hace en ráfagas de dos y tres golpes a una velocidad visualmente impropia en relación con su aspecto físico. Ruiz es una incongruencia total para aquello que imaginan los especuladores de lo obvio. Empezando por su cara y su sonrisa bonachona, tan parecidas a mi amigo Yogui. Pero, cuidado. No se guíen por su cara de buen muchacho, él es un destructor, un noqueador en potencia como muy bien lo trasmite la estadística (32-1 con 21 KOs)

Por las dudas, mantengan a mano el baúl de los acontecimientos inesperados. Andy Ruiz sí puede apagarle la luz al brillante Anthony Joshua. Y para ello, debe hacer lo mismo que haría mi amigo Yogui: motivarse en esa larga fila de adoradores del campeón que lo ven como un futuro noqueado y encontrar en donde sea, la chispa de la furia que le encienda todos los motores antes de subir al ring.

Si lo logra, el primero de junio tendremos un nuevo e inesperado campeón unificado, tan parecido a mi amigo, que sentiré como propia su consagración. Y si los imagino iguales, hasta me imagino el mismo aliento.

¡Dale Yogui, Dale Andy!, ¡Yo sé que tú puedes!