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Hagler vs. Hearns: a 35 años del infierno en Las Vegas

Tres rounds de pura acción y adrenalina la convirtieron en una pelea memorable. AP

Eran los tiempos en que todos peleaban contra todos. Y no estamos hablando de estrellas menores, sino de auténticos astros. Roberto 'Mano de Piedra' Durán, Ray 'Sugar' Leonard, Thomas 'Hitman' Hearns y Marvin 'Marvelous' Hagler intercambiaron sangre y fuego en una serie de combates inolvidables. Eso sin mencionar a otras figuras de la talla de Pipino Cuevas, Wilfred Benítez o Carlos Palomino que estaban también aportando lo suyo.

Noches de lujo y esplendor en el Caesars Palace, eje por donde giraba el mundo del boxeo. Jugadores venidos de todo el mundo. Limusinas interminables. Mujeres y hombres vestidos a la usanza romana (con un toque Hollywood, se entiende) paseando por los alfombrados pasillos en los que no existían ni relojes ni ventanales. El mismísimo Julio César estaba esperando a los visitantes, eternizado en una estatua. Los astros de Hollywood se paseaban por los bares y restaurantes como si estuvieran en sus casas. El restaurante Cleopatra era uno de los elegidos por los invitados VIP.

Y, en el medio de tanto bullicio, excitación y lujo, los grandes carteles: “THE FIGHT”.

Luego de varias postergaciones, había llegado el momento de ver, frente a frente y por el campeonato mundial de los medianos, al campeón, Marvin Hagler, frente al retador Thomas Hearns.

Ansiedad a raudales, noches largas, interminables junto a las mesas de juego, cócteles espléndidos, tiempo de apuestas y de una pregunta repetida hasta el cansancio: “¿Quién ganará el lunes?”.

Porque la pelea fue un lunes. Lunes 15 de abril, 1985. Lunes, para aprovechar que la mayoría del público estaría en sus hogares, prendidos a la televisación de HBO.

Marvin Hagler, a los 30, iba por su defensa número 11 del Consejo y la Asociación, y la sexta de la Federación: 60 ganadas, 2 perdidas, 2 empates, 50 KO a favor.

Hearns, a los 26, había sido campeón welter y lo era en ese momento en super welter: 40 ganadas, 34 KO y solamente una derrota, ante Ray Leonard. Un año antes, el 15 de junio del 84, había noqueado sin piedad en el segundo asalto a Roberto Durán, el mismo que había perdido ajustadamente ante Hagler y vencido a Leonard.

“La Cobra de Detroit”, como llamaban a Hearns, era dirigido por Emmanuel Steward y su gran altura (1,85 m contra el 1,77m de Hagler) lo ponía en ventajas aparentes.

Hagler, conducido por los hermanos Petronelli, peleaba como zurdo, pero cambiaba con facilidad la guardia diestra, o sea con la zurda extendida. Tenía fama de ser lento en calentar motores y eso podía ir en su contra.

Bob Arum, único promotor, se restregaba las manos, ya que el negocio era seguro. Más de 15.000 espectadores asistieron al estadio abierto del Caesars. HBO pagó más de 9 millones de dólares por emitir la pelea por la cual Hagler iba a recibir un mínimo de 5.300.000 y Hearns 5.200.000.

Arum organizó una gira por 20 ciudades en 13 días, presentando a ambos en conferencias de prensa. No hubo buena vibración entre ellos. Hagler impuso su deseo de utilizar el Jet más grande, “ya que por algo soy el campeón” y como solía llegar tarde a las conferencias, irritaba a Hearns.

Todo eso se fue trasladando a la pelea. Hagler, con un gorrito que decía “WAR” prometía una guerra que Hearns estaba seguro de ganar.

La pelea, arbitrada por Richard Steele, fue endemoniada, salvaje, sangrienta, brusca y breve. Hagler salió de su esquina dispuesto a atropellar a Hearns y consiguió sacarlo de balance. De hecho, provocando la pelea abierta y sin treguas, obligó a Hearns a retroceder. Y cerca del final del primero, las suertes parecían echadas. Hagler terminó el round con un corte sangrante en la frente y Hearns con la mano derecha rota.

El más dañado, se notaba, era Hearns, que no podía establecer la distancia larga que le pedía Steward.

Hagler, preocupado por el corte, temía que le pararan la pelea. Redobló esfuerzos en el segundo, generando un combate abierto y sin especulaciones. Aún sentido, Hearns no atinaba a caer en el clinch, tratando de poner sus golpes, los mismos que habían noqueado a Pipino Cuevas o Durán.

Pero ellos eran welters. Y ahora, Hearns estaba peleando en mediano, la división de Hagler quien, a pesar de la sangre, seguía conectando golpes. Cuando el médico lo consultó y le preguntó si podía ver, su respuesta fue irónica, enmarcada en un rictus de crueldad.

-Al parecer, no estoy errando muchos golpes, ¿Usted qué opina?

Y no solamente no erró. En el tercer asalto, feroz y preciso, Hagler conectó toda su artillería a la cabeza. Tambaleando y casi de espaldas, Hearns, con las piernas temblorosas, trató de tomar distancias, pero estaba muy conmocionado ya. Lo persiguió Hagler, se perfiló como para no pegarle desde atrás, y tras conectar la izquierda -que llevaba adelantada-, conectó un cross a la cabeza.

Se desplomó Hearns, casi inerte. Era el final. Mientras el campeón festejaba su victoria, a Hearns lo alzaron en brazos, totalmente conmocionado.

Fue 'La Pelea del Año', el primer asalto fue 'El Round del Año' y Hagler, para la mayoría, fue 'El Boxeador del Año'.

A propósito de años: han pasado exactamente 35 de aquella pelea y, todavía hoy, cuesta mucho trabajo encontrar alguna similar.

En 7 minutos y 52 segundos, el ring del Caesars se convirtió en un volcán en erupción. Y tras la ola de fuego, sangre y coraje, mientras Hearns era sacado del ring, Hagler, con los brazos en alto festejaba.

Había hecho falta un derrotado tan grande para ver a un vencedor tan merecido.

Ese lunes a la noche, el Caesars se convirtió en un infierno.

Un estallido de violencia y coraje imposible de olvidar.