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El recuerdo de la histórica victoria de Hugo Corro en San Remo

POCAS PALABRAS, gesto humilde, tímido e introvertido, Hugo Pastor Corro era un boxeador frío, inteligente, calculador y complicado. Su estilo no conmovía a las multitudes, pero ganarle no era sencillo justamente.

Tal vez la gente que manejaba al colombiano Rodrigo Valdez no tomó en cuenta esos detalles cuando lo aceptó como retador al campeonato mundial mediano del Consejo y la Asociación.

Retirado Carlos Monzón tras la victoria sobre Rocky (30 de julio de 1977), la gente de Top Rank, liderada por Bob Arum y sus socios Rodolfo Sabatini y Juan Carlos Tito Lectoure, buscaron reemplazantes. También, obviamente, la AMB y el CMB.

Así que se determinó el enfrentamiento por la corona vacante entre Rodrigo Valdez y el norteamericano Bennie Briscoe, ex rival de Monzón. Valdez se impuso por puntos en Campione D´Italia el 5 de noviembre de 1977.

Hugo Corro por entonces, a los 24 años, era campeón argentino y sudamericano de los medianos. Ya contaba con alguna experiencia internacional. Había combatido en Lima, en Madrid (semifondo de la victoria de Miguel Angel Castellini sobre José Duran, campeonato mundial mediano junior) y en Torino (semifondo de la victoria de Víctor Galíndez sobre Eddie Gregory, campeonato mundial medio pesado).

Rocky Valdez había sido descubierto por Melanio Porto Ariza. En Nueva York tuvo una gran campaña, dirigido por El Chino Govín y Gil Clancy.

A los 31, tenía 60 victorias con 40 nocauts, 6 derrotas y 2 empates. Era un peleador de muy buena línea, vigoroso en los cuerpo a cuerpo adonde llegaba con una gran capacidad de rotación de cintura. Es cierto: venia de dos tremendas batallas con Carlos Monzón, de esas que dejan secuelas, pero era competitivo y vigoroso.

Corro era dirigido por Diego Corrientes, gran maestro mendocino, emblema del club Luis Angel Firpo. Tal vez su figura estaba un poco relegada por el trabajo de su colega Francisco “Paco” Bermúdez que había dirigido a una estrella como Cirilo Gil, además de ser el histórico entrenador del gran Nicolino Locche.

Don Diego sabía lo que había que hacer frente a Valdez. Moverse mucho, jabear todo el tiempo, rehuir la pelea en corto y utilizar el estilo agresivo del colombiano para trabajar todo el tiempo de contragolpe.

El colombiano se llevó, como campeón mundial, una bolsa de 125.000 dólares más 15.000 de publicidad, mientras que el mendocino cobró 25.000 más 10.000. Junto a él, además de Lectoure, se entiende, estaba el doctor Hugo Rodríguez Papini, hijo de Don Diego (Diego se había cambiado el apellido a “Corrientes” para que, en sus tiempos de boxeador su madre no le dijera nada).

La pelea se llevó a cabo en el Teatro Aristón de San Remo, Italia. Curiosamente no fue televisada a la Argentina, porque el gobierno militar de turno no aceptó pagar los derechos para hacerlo por el canal oficial, o sea Canal 7. Y como no hubo acuerdo, el periodista designado, Ulises Barrera viajó a Italia y finalmente vio el combate en el ring side. Tal vez junto a él, estuvo Carlos Alberto Reutemann: el piloto santafecino de Fórmula Uno.

Corro ganó como lo había planeado don Diego Corrientes: jab, jab y derecha a fondo de contragolpe, amarre en la corta distancia, salidas a los costados, frialdad absoluta. Corro dominó al comienzo; luego, en los asaltos intermedios – del sexto al décimo-, Valdez logró recuperar puntos y protagonismo. Pero el desgaste físico le empezó a jugar en contra.

Corro –con más energía y reservas - superó de tal manera a Valdez que, en los asaltos del 12 al 15, lo deslució totalmente. En el último a voluntad y el fallo fue unánime.

Ángelo Poletti, el referí que también llevaba tarjeta, dio 148-145; los dos restantes, Marcelo Bertini y Tino Ambrosini, le dieron la victoria al argentino por 147 a 144. No demasiadas diferencias pero suficientes como para que los títulos AMB y CMB de los medianos cambiaran de mano.

Corro se consagro así, el tercer mendocino campeón del mundo, siguiendo los pasos de Pascual Pérez y Nicolino Locche.

En el semifondo, otro argentino, José Luis Durán, le gano a Gianni Mingardi, mientras que Mario Omar Guilloti se impuso a Luis Resto.

Tal vez el nombre no signifique mucho para algunos, pero con los años, el puertorriqueño Luis Resto escribió una página negra para el boxeo. En 1983, enfrentó a Billy Collins junior en el Madison de Nueva York. Una historia que pronto reviviremos, porque constituyó un agravio imperdonable al mundo de los guantes.

Hugo Corro, a su regreso a Mendoza, se vistió de gaucho y cumplió su promesa de visitar la Cruz Negra. Fueron todos festejos en el Barrio Infanta Mercedes de San Martín, donde vivía.

Se convirtió en un coleccionista de autos, algunos antiguos, y jamás abandonó sus costumbres: noches de asados, guitarreadas y el generoso vino mendocino. Tal vez nunca haya amado profundamente al boxeo. Será un misterio, porque luego de dos defensas exitosas en el Luna Park –victorias ante Rodrigo Valdez y Ronnie Harris- perdió su título sin pena ni gloria ante Vito Antuofermo. Fue en Monte Carlo, 30 de junio del 79. En el semifondo, se lució la figura de un boxeador peligroso y en continuo ascenso: Marvin Hagler, vencedor del argentino Norberto Cabrera, amigo y sparring de Monzón.

Fue, también, una noche de gala para otro ascendente y promisorio boxeador argentino, Alfredo Horacio Cabral (pero esa es otra historia…)

Corro festejó esa noche con un grupo de argentinos, en donde también estaba un fiel colaborador, hoy jurado y docente de boxeo, Edgardo Codutti. Cuando le pidieron fotos a Reutemann, el piloto aceptó, pero hizo una aclaración:

-Está bien, pero… Esta noche la estrella es Hugo…

Corro se retiró con una campaña de 50 victorias, 7 derrotas y 2 empates, con 26 triunfos antes del límite.

Afecto a las noches con amigos, sufrió la pérdida de un hijo, lo que lo afecto notoriamente. Tal vez nunca logró superar las críticas de su derrota ante Antuofermo. Su hermano, Osvaldo, es uno de los grandes maestros del boxeo mendocino.

Hugo Corro falleció el 15 de junio de 2007, a los 53 años.

Hoy es el momento de evocar su tímida sonrisa, su boxeo fino y elegante, casi virtuoso, pero también frío y eficiente, que le sirvió para entrar en la historia del boxeo argentino, tras aquella victoria ante Rodrigo Valdez.