Boxeo
Carlos Irusta 4y

La amarga noche de Ray Robinson

En mayo de 1951 Ray “Sugar” Robinson, campeón mundial de los medianos, hizo una gira por Europa. Y lo hizo con todo, incluyendo a un séquito de trece personas (“Algunas simplemente porque eran divertidas”, según confesó) y a su ya célebre Cadillac rosado, que fue una atracción permanente. “Tanto fue así –contó Robinson en su autobiografía, escrita junto a Dave Anderson y titulada “Sugar Ray”-, que en todo el tour solamente una vez, un policía me detuvo. Fue en París, porque tenía placas norteamericanas y no estaba registrado para conducir fuera de los Estados Unidos. Solamente él se dio cuenta, porque para los demás, el auto era tan llamativo que no se fijaban en nada más”.

La gira incluyó Francia, Suiza, Bélgica, Alemania e Italia. La última parada fue en Londres, en donde Robinson expuso su título mundial de los medianos, que había ganado el 14 de febrero de ese año ante Jake LaMotta, en una pelea de altísimo nivel y dramatismo.

A los 30 años, el campeón estaba en su esplendor. Aquel tour por Europa lo demostró. Desde llevar a su peluquero personal a ser agasajado como una estrella de Hollywood en todas las ciudades en las que le tocó presentarse. “En Paris me recibieron como a un héroe, porque yo le había ganado a LaMotta, que a su vez le había ganado a su ídolo, el gran Marcel Cerdán, fue asombroso”, recordó.

El 1ro de julio se presentó en Turín, y le ganó en tres rounds a Cirille Dellanoit. Una semana más tarde iba a presentarse en Londres, para exponer su corona frente al local Randolph Turpin, a quien los ingleses llamaban Randy. “¿Podré llevar mi Cadillac sin problemas?”, preguntó Robinson. La respuesta del promotor local fue: “Seguro, pero no estaría mal que también se preocupara por Turpin. En una semana tiene que pelear con él”.

Robinson, ante la respuesta, se limitó a sonreír.

Randy Turpin tenía 23 años y una campaña de 40 peleas ganadas, 2 derrotas y un empate. Había triunfado antes del límite en 29 ocasiones. Su record no parecía impresionante comparado con el del campeón, que sumaba 129 triunfos, una sola derrota (LaMotta) y 2 empates, con 86 nocauts a su favor. La racha de peleas sin derrotas impresionaba más si se contaban también sus 125 peleas de aficionado.

Favorito por 4 a 1, Robinson iba a recibir una bolsa de 84.000 dólares y su rival 25.500. El promotor Jack Solomons hizo una apuesta fuerte, que se vio recompensada con una gran recaudación: 250.000 dólares.

En realidad casi nadie creía que Turpin podía ni siquiera molestar demasiado a Robinson en el ring, aunque era campeón británico y europeo de los medianos. Era, además, un hombre de una tremenda fortaleza, conseguida entre otros detalles por haber entrenado con pesas, algo que era rechazado en el boxeo de la época.

Así que no solamente podía pegar fuerte: también estaba frente a la oportunidad de su vida.

Robinson no entrenó durante esa semana previa, ocupado en sus partidos de golf, de los cuales era fanático, y jugar a las cartas por las noches.

En Londres su presencia causó tal revuelo que debió irse del hotel que le habían elegido, el famoso Savoy, para evitar una multitud esperándolo todo el tiempo. Debió ir a un cuarto de muy poca categoría, y cada vez que aparecía en la calle, debía ser escoltado por la policía a caballo. La pelea se efectuó en el Earls Court Arena de Kensington, Londres.

Lo cierto fue que Turpin con su estilo desprolijo y agresivo, le trajo problemas a Robinson, quien además sufrió un corte en la ceja izquierda, producto de un cabezazo. Aquello le complicó más la noche a Robinson, ante un hombre con más kilos que él. El campeón había registrado 69,853 mientras que el retador pesó 72,10 kilogramos. La fortaleza física natural de Turpin, el hecho de ser local, la recompensa enorme de ser campeón del mundo y su estilo desordenado, fueron demasiado para Robinson.

Cuando terminò la pelea, que convocó a 18.000 espectadores, el referí Eugene Anderson, único jurado del combate, le levantó la mano a Randy Turpin. ¡El campeonato mundial de los medianos cambiaba de manos!

Una cláusula del contrato le aseguraba a Robinson que, en el caso de perder, iba a tener una revancha asegurada en septiembre y en los Estados Unidos. No faltaron versiones que indicaban que el propio campeón no demostró demasiado interés en ganar, consciente de que una revancha iba a despertar una gran motivación en el público, que ya estaba demasiado acostumbrado a sus victorias. De hecho, la victoria de Turpin fue considerada como una de las grandes sorpresas de la historia del boxeo moderno, y la noticia recorrió el mundo, ¿Era posible que un semi desconocido le ganara al Gran Ray Sugar?

Sea como sea, Robinson felicitó a su rival, agregando: “No tengo excusas”. Nunca se supo cuál fue la tarjeta del referí. El ahora ex campeón había llevado en su grupo al doctor Vince Nardiello, famoso por sus conocimientos de boxeo en Nueva York. Esa misma noche le

aplicó ocho puntos de sutura y le aseguró que, si se cuidaba, estaría listo para la revancha en septiembre.

Robinson nunca aceptó ni negó que hubiera hecho pocos esfuerzos para ganar. Lo cierto es que en la revancha, efectuada en el Polo Grounds de Nueva York el 12 de septiembre, las cosas cambiaron. Ganó Robinson en dramático final, pues sus fuerzas parecían ir cediendo ante el ímpetu de Turpin. Hasta que llegó el décimo asalto, que Robinson calificó después de una cuestión de “Matar o morir”. Volvió a sufrir un corte en el ojo izquierdo y por un momento, temió que el referí, Ruby Goldstein, pudiese parar la pelea y declararlo perdedor. Entonces, apelando a todo su corazón, se lanzó en un ataque sin treguas. Primero tiró a Turpin con una derecha a fondo. Y aunque el todavía campeón se levantó, vino una andanada final contra las sogas. Faltando apenas ocho segundos para que terminara ese décimo y dramático asalto, el árbitro detuvo la pelea y proclamó ganador a Robinson, que volvía a reinar entre los pesos medianos.

Aquel viaje a Nueva York le trajo a Turpin un problema mucho más grave que la pérdida de su corona, puesto que conoció a una mujer, Adele Daniels, quien fue a buscarlo a Inglaterra dos años después, cuando él ya estaba casado. Daniels lo acusó de violación y violencia en Nueva York y se vio envuelto en un juicio que hasta lo llevó a la cárcel. Y además debió pagar una considerable cifra para terminar con el asunto, que igual lo dejó marcado para toda la vida.

Siguió boxeando, aunque dejó de ser el mismo. Tenía problemas con la división de los medianos (de hecho, recibió un tremendo castigo ante Carl Bobo Olson) y se pasó a los medio pesados. Se sumaron además, algunos problemas de salud, incluyendo la vista. Deprimido, se encontró quebrado y tuvo que meterse a luchador profesional y debió trabajar en un desarmadero de coches para sobrevivir.

Turpin se suicidó a los 37 años, el 17 de mayo de 1966, luego de herir gravemente a su hija, Carmen, de 17 meses, que logró sobrevivir. Todo indicó que había sido Turpin quien la hirió y luego se pegó dos balazos, uno en la cabeza y otro en el corazón.

Hoy hay una estatua que lo recuerda en Warwick.

Su reinado apenas duró 64 días, pero seguirá en el recuerdo como el primer hombre que le quitó la corona al gran Ray Robinson.

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