Boxeo
Carlos Irusta 4y

Cumple años Shane Mosley, el otro sugar

Dicen que, cuando perdió con Saúl Canelo Alvarez, el 5 de mayo de 2012, la derrota le dolió el doble. “Es triste perder con alguien que tiene la edad de tu hijo”, aseguró. Habría que haberle dicho que, después de todo, es la Ley de la Vida. Idas y vueltas de un grande que, nos parece, pudo haber sido todavía más.

Empezó de niño con el boxeo, a eso de los ocho años, cuando su madre, Clemmie, le pidió a su padre, Jack, que lo entrenara.

¿Vocación real, talento natural o gusto inducido? Tal vez hayan sido las tres cosas, pero lo cierto que su estilo se perfeccionó de a poco en un par de piernas bien sustentadas. Cuentan que su padre le pegaba en las piernas con una varilla cuando no hacía las cosas bien. Esa relación se mantuvo durante años y seguramente Shane por eso mismo, aprendió además a defenderse muy bien…

Allá por 1984 le ganó a un chico de quien luego se hizo amigo: Oscar De La Hoya. Ya apuntaba para ser importante y eso del “Sugar” también pesó. Después de todo, Robinson y Leonard hicieron honor a sus apodos. No podía ser menos.

La estadística cuenta que sumó 250 victorias y 16 derrotas como aficionado. Y que en 61 salidas profesionales ganó 49 peleas, 41 antes del límite, que perdió 10 y empato una.

Cuando hizo su última pelea –una derrota ante David Avanesyan, en Glendale-, tenía 44 años. Fue el 28 de mayo de 2016, por el campeonato Interino welter WBA. Ya para entonces había anunciado el retiro, pero como se sabe, lo más difícil en boxeo es saber colgar los guantes a tiempo. Fue campeón ligero IBF, welter WBC, super welter WBA y campeón super welter WBC, ya que una de sus características fue cambiar de categoría sin grandes problemas. ¿O sí?

Lo cierto es que no solamente le ganó dos veces a Oscar De La Hoya: en la primera, en el 2000, para este cronista, había ganado Oscar, que perdió la corona welter WBC. Y, en la segunda, en 2003, Mosley se alzó con los títulos super welter WBA y WBC. También derrotó a Fernando Vargas, Ricardo Mayorga –dos veces- y a Antonio Margarito.

Esa noche, la del 24 de enero de 2009, el Staples Center fue colmado por 20.820 espectadores, marcando un record de entradas vendidas.

Y esa noche, antes de la pelea, se libró una batalla sorda, pero no tanto. Fue cuando el técnico de Mosley, Naazim Richardson (fallecido el 20 de julio de este año) notó algo raro y húmedo en el vendaje de Margarito. Hubo denuncias ante la Comisión Atlética, se le retiraron las vendas a Margarito y su técnico Javier Capetillo debió vendarlo de nuevo.

Resultado: se comprobó que el vendaje inicial, guardado en una caja, contenía una especie de yeso. “Si hubiera sido así, se hubiera roto las manos”, dijo Capetillo, quien fue sancionado junto a Margarito. Po supuesto, nadie le creyó cuando dijo que “Debe haber sido por un error que esa sustancia fue a parar a mi botiquín”. En el ring, Mosley le dio una paliza a Margarito, hasta que finalmente se proclamó el final en el noveno asalto, ante un hombre vacilante y golpeado.

Luego de esa pelea, Mosley dejó de ser el mismo, porque perdió tres peleas seguidas hasta que, en 2012, anunció el retiro.

Atrás quedaban el escándalo de un consumo de esteroides que él siempre negó que hubiera sido voluntario en el 2003.

Atrás quedaron sus dos derrotas anteRonald Wright, en 2004, y la decisión de despedir a su padre en su función de técnico, terminando con una relación que, seguramente, fue traumática.

Cuando “Sugar” enfrentó a Vernon Forrest –una de sus sombras negras, lo venció dos veces en el 2002-, se lo vio a Jack devorándose unos hot dogs, totalmente a la conferencia de prensa que estaba ofreciendo su hijo…

Algo se fue quedando en el camino; cayó por puntos ante Floyd Mayweather el primero de mayo de 2010, aunque llegó a tenerlo muy sentido tras una soberbia derecha en el segundo round que, se entiende, luego no pudo conectar más. Y perdió por puntos ante Manny Pacquiao en 2011.

Tormentas no le faltaron. También estuvo rodeado de escándalo su divorcio.

La vida no ha sido fácil para este boxeador fino y talentoso, que seguramente hizo más de una pelea innecesaria para recobrar dinero perdido.

En su anteúltima pelea, tuvo en su esquina nada más ni a nada menos que a Roberto “Mano de Piedra” Durán y a Gilbertico Jesús Mendoza, presidente de la WBA, en un gesto de contención y cariño. Ocurrió en el estadio Roberto Durán, el 17 de diciembre de 2015, cuando batió a Patrick López. Más allá de la calidad del rival (venía con 23-5 con 14 KO) fue una exhibición de su boxeo clásico y elegante, pero se le notaron claramente por un lado el esfuerzo físico y, por el otro, su calidad para definir una pelea: nocaut técnico en el décimo y último round.

Así como él recordó siempre sus entrenamientos con Genaro Hernández o Zack Padilla –es fácil imaginar que fueron breves e intensas batallas-, también hay muchos que lo recuerdan en los gimnasios. Más de un boxeador joven ha dicho que “Hacer guantes con él es tomar clases aceleradas de buen boxeo, una tremenda persona”.

Hoy es su hijo, Shane Mosley Jr., el que sigue la tradición: a los 29 años suma 16 peleas ganadas (9 antes del límite) y tres derrotas en peso mediano. Su última actuación fue el 24 de julio, ante Jeremy Ramos en Indio, California, a quien venció por puntos en 8 asaltos…

Shane Mosley. Tal vez haya comenzado demasiado temprano a boxear y los golpes hicieron su efecto. Tal vez los golpes de la vida hayan sido aún más duros que los recibidos en el ring.

Pero hay una vieja herida que todavía hoy debe quemar su alma. “No vivo con culpa, pero no puedo dejar de vivir con dolor”, dijo.

Fue un infortunado accidente, cuando Shane llevaba a su pequeño sobrino, Diamond. El auto volcó y el niño perdió la vida. Mientras todos consolaron a la madre del chico, su hermana Venus, el padre de la familia se dirigió a Shane, diciéndole “Hay cosas que pasan y hay momentos en los que solamente tenemos que ser fuertes, porque nos guste o no, la vida continúa”.

Aquel 17 de abril de 1988, Shane fue a buscar a su sobrino Diamond, de tres años, en el auto de su padre. Shane tenía por entonces 16 años. Iba a visitar a su amigo, Hassan y como en otras ocasiones, le gustaba llevar a su sobrino.

Llovía y ninguno de los dos se puso el cinturón de seguridad. De pronto, el vehículo lo desobedeció. Lo que Shane no sabía es que un clavo había impactado en la rueda trasera izquierda. “Le pegamos a una curva y el auto simplemente cayó, rondando de costado”, cuando se decidió a hablar del tema. “Me dí muchos golpes en la cabeza con el techo”.

Cuando retomó el conocimiento, el coche estaba dado vuelta. Mosley comenzó a buscar a su sobrino, pero no lo encontró. El chico había sido despedido del vehículo y los policías lo hallaron muerto. “Se me acercó un policía y vi en su mirada que sentía que yo era el único culpable de lo que había ocurrido. Jamás olvidaré aquellos ojos acusadores”,recordó años más tarde ante Lance Pugmire, prestigioso periodista de “Los Angeles Times”.

Luego se comprobó que no había habido negligencia alguna de su parte y Mosley –recordemos que solamente tenía 16 años- fue declarado inocente de toda culpa y cargo. Se aferró al boxeo y a los entrenamientos para hallar un poco de paz. La vida continuó. Mosley llegó a tener 11 multas por exceso de velocidad pero como aclaró alguna vez, “Siempre estaba solo en el auto, éramos el auto y yo”. Se dedicó a trabajar para los niños y hasta creó una Fundación Diamond. Tal vez de ahì provenga su sonrisa, a veces triste.

Tal vez…

El campeón le ha dejado paso al hombre. Dicen que el Tiempo todo lo cura.

Tal vez…

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