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Colombia vuelve al país del renacimiento definitivo

SALVADOR (Enviado especial) -- Son las calles, las playas, el suelo, los estadios en los que la Selección Colombia renació. Para el fútbol nacional, Brasil es mucho más que el país más grande de Sudamérica o el hogar del pentacampeón. Es el sitio donde el seleccionado por fin cumplió con todo aquello que insinuó durante largas décadas. Esta nación vio el resurgimiento definitivo de la Tricolor. Aquí, donde se disputará la Copa América, Colombia demostró que podía.

Pasaron cinco años de la mejor actuación colombiana en una Copa del Mundo, pero el tiempo parece no haber transcurrido Para el pueblo, el primer gol de Pablo Armero a los cinco minutos del partido con Grecia en Belo Horizonte y el penal de James Rodriguez que dio esperanzas contra Brasil en Fortaleza están muy accesibles en la memoria. Varias generaciones revivirán aquella campaña como la mejor de sus vidas y eso es lo que convierte a un equipo de fútbol en leyenda.

Cuando llegó José Pekerman a comienzos de 2012, Colombia llevaba tres Mundiales sin clasificar y estaba lejos de los mejores del continente. Muy lejos. El arribo del argentino fue el hecho que dio vuelta la historia, porque le cambió la mentalidad del siempre talentoso jugador colombiano y le hizo entender que podía competir contra cualquier rival y en cualquier circunstancia. Casi no tardó en verse esa transformación en la cancha y en octubre de 2013 Colombia logró la clasificación para Brasil 2014.

Si hay algo que sabe la Tricolor es que una cosa es ganar el pasaje a un Mundial y otra muy distinta brillar en él. Le pasó en la década del noventa, cuando se destacaba en las Eliminatorias y luego sufría en la cita más importante. Entonces, la preparación fue a conciencia, aprovechando las herramientas que otorga la historia y la experiencia. Pekerman formó un grupo que supo reponerse a las ausencias de Radamel Falcao García y Luis Amaranto Perea, tanto adentro como fuera de la cancha, y consolidó un equipo confiable, con talento y sentido de la responsabilidad.

Antes del partido con Grecia, estaba todo listo para cumplir una buena actuación, pero había que ratificar esas sensaciones en el campo de juego del Mineirao. Y vaya si se hizo. Es fácil decir que el 3-0 marcó el comienzo de la historia de Colombia en Brasil 2014, sin embargo señaló en realidad la concreción de un proceso de renacimiento largo y sacrificado. En estas tierras la Selección dejó de ser la que insinuaba y se convirtió en la que gana por goleada en el debut en una Copa del Mundo.

Luego llegaron las grandes victorias contra Costa de Marfil y Japón, los goles de James, el fútbol de Juan Fer Quintero, la solidez de Mario Yepes, la capacidad de manejo de Pekerman. Brasilia y Cuaibá asistieron a dos funciones bien diferentes, en las que se vio la personalidad, la capacidad de lucha y el buen juego del conjunto de José. Miles y miles de compatriotas coparon cada uno de los estadios para acompañar a un equipo que los reperesentaba como no lo había hecho ningún otro. Y que además les daba orgullo. Orgullo colombiano.

Pero para quedar en la histora se necesita un partido épico, superior a todos los demás. Legendario. Y fue ante Uruguay en el Maracaná. La Celeste volvía al estadio donde había protagonizado el triunfo más resonante de todos los tiempos, 64 años atrás. Las paredes del gigante carioca aún tienen la marca de los goles de Schiaffino y Ghiggia, porque no hay remodelación ni modernidad que los borre. Uruguay necesitaba regresar a ese sitio donde la epopeya se había llevado a cabo y tratar de revivir aquellas sensaciones. Lejos estuvo de hacerlo. James y sus amigos les dañaron el plan. Colombia jugó el partido de su vida y no le dio ninguna oportunidad.

El choque contra Brasil en Fortaleza por los cuartos de final fue un premio y estuvo a minutos de transformarse en algo mucho mucho mayor, gracias al corazón del plantel colombiano que se quedó en las puertas del empate. El anfitrión ganó con lo justo, pero tan herido quedó que días más tarde sufrió la peor derrota de su vida, incluso más humillante que aquella del cincuenta.

La renovación se dio de forma natural y acompañó el proceso que llegó a la cumbre en 2014. A los ídolos de aquel Mundial se sumaron nombres como Yerry Mina, Davinson Sánchez, Wilmar Barrios, Jeison Murillo, Luis Muriel y Edwin Cardona. Del plantel que jugó el Mundial se mantienen David Ospina, Camilo Vargas, Santiago Arias, Cristian Zapata, Juan Guillermo Cuadrado y James. Jóvenes cracks en aquel momento, hoy líderes absolutos del seleccionado. El proceso goza de buena salud. Y ellos saben que tienen con qué completar la faena iniciada hace un lustro. El Maracaná los espera el 7 de julio. La conquista ya comenzó.