Cuando cayó la bandera a cuadros en Bahréin, Charles Leclerc lloraba dentro del casco, pero sus palabras por el radio con Ferrari delataban su pesar. Diez vueltas antes, su primera victoria en la Fórmula Uno parecía inevitable, su paso inigualable. De repente, al querer lapear a Checo Pérez, el auto rojo no pudo y el mexicano recuperó la vuelta. Ese fue sl síntoma inequívoco que de algo iba mal. El más odiado de los lugares comúnes del deporte motor dijo presente en la pista: los fierros no tienen palabra de honor. Ahí empezaron los lamentos, no sólo del piloto monegasco y de 'La Scuderia', sino de todos los que esperaban con ilusión el bautizo de champaña de un nuevo pistolero en el pueblo de la F1. También rodaron lágrimas en las mejillas para los que Ferrari es religión y para muchos otros que no, pero que quieren saber de alguien que le arrebate la placa al 'Sheriff' Hamilton o que simplemente quieren una temporada 2019 que no esté definida desde el primero Gran Premio. Y sí fue para lamentarse, porque Ferrari fue más rápido que Mercedes, pero no fue más confiable. El primer requisito para ganar una carrera es terminarla, luego hay que ser consistente. Leclerc tuvo la fortuna de que entró el 'pace car' y así pudo concluir la competencia, incluso en el podio detrás de Lewis Hamilton y Valteri Bottas, pero pudo haber sido mucho peor. Verstappen ya amenazaba y nadie garantizaba que el motor volara al tratar de mantener el paso.
Pero, ¿quién dijo que todo está perdido? Ferrari tiene de nuevo un corazón (perdóname Fito Paéz por tomar tus frases para este texto). El triunfo de Leclerc llegará, más pronto que tarde. Ferrari ilusiona con el paso que tuvo casi todo el fin de semana y pinta para una temporada en la que Hamilton deberá distraerse menos en moda, música, socialités y cortes de cabello, porque regalos del dios destino no le caerán otras 19 veces en 2019. Pérez exprimió un punto al Racing Point El equipo del mexicano Sergio Pérez puede tener más o menos el mismo personal que en 2018, nuevo dueño y supuestamente más presupuesto, pero Racing Point parece la tarea no terminada de un niño que flojeó todo el fin de semana y el lunes presenta una cartulina sin iluminar, cuando el resto de la clase lleva sus deberes en un bello power point y una maqueta. A pesar de la gran distancia frente a todos los habitantes de la media tabla de la F1 (salvo Williams que de plano no existe). Checo Pérez exprimió un preciado punto, donde no lo había. Pérez no podía tener dos arrancadas miserables seguidas, así que en Bahréin se desquitó del bochorno de Melbourne y recuperó cuatro posiciones con la largada de jefe en la parte más poblada de la parrilla, para estar décimo gran parte de la carrera. Su primera parada en pits fue menos rápida que una entrada al drive-thru de un McDonalds: lamentable, otro punto menos para el equipo. Luego en la pista su ritmo de carrera no era para detener a Gasly, Norris o Hulkenberg. El abandono casi milagroso de los Renaults fue el dulce que la fortuna puso en la cuenta del tapatío y se coló a los puntos. En teoría, Racing Point está en desarrollo. Ojalá, pero seguro Checo pensará estar en la pista siempre será mejor que ser la persona que aplaude junto a Toto Wolff cada que un piloto Mercedes hace algo bueno.
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