EL PLAN DE CARRERA
Antes de la largada vivimos con mi equipo uno de los momentos más difíciles en cada prueba: decidir qué tipo de neumáticos íbamos a usar. Finalmente, compartimos nuestra ansiedad con los otros equipos al elegir los de lluvia: las cuatro motos que largaban en la primera fila estaban "calzadas" igual.

El plan de mi equipo para las primeras vueltas estaba claro: salir a ganar la punta. Hacer la diferencia en el primer sector trabado que hay después de la largada.

Debo confesar que, dentro mío, sentía que la "pole" me pertenecía, aunque Randy de Puniet largara desde esa posición, porque recién en el último suspiro de la clasificación él me la había arrebatado el primer lugar de largada por una diferencia mínima: 0.020 segundos. Mi respuesta entonces fue acelerar con todo en la largada bajo una tenue llovizna, que me permitió llegar a la primera curva al frente del pelotón.

Al finalizar la primera vuelta empecé a sentir que el triunfo era más que posible ya que llevaba una diferencia de 2.595 segundos con respecto al español Toni Elías, quien venía detrás. Aunque también es cierto que estaba un tanto nervioso, porque pensaba que al final de alguna de las dos largas rectas que hay en el circuito de Jacarepaguá, alguno me me iba a pasar.

Por suerte, mis temores eran infundados, porque esa diferencia que tenía con mis perseguidores se acentuó con el correr de las vueltas y eso permitió que nunca estuviera a tiro en las rectas.

El andar seguro de mi chasis, motor y neumáticos me daba tranquilidad, pero había otra amenaza: la pista se iba secando y eso era malo para mí, pues tenía gomas de lluvia que comenzarían a desgastarse y perdería la diferencia que ya tenía con mis seguidores: 9.812 segundos en la sexta vuelta.

LA LLUVIA... SALVADORA: RÉCORD DE VUELTA
La salvación, sin embargo, llegó en la décima vuelta cuando empezó a llover otra vez. Patenté mi alegría haciendo el récord de vuelta de la carrera: 2'04.661.

Pero había que pasar la temible "vuelta 12", ya que esa era la cantidad de vueltas en las que había sido líder en Donington, Inglaterra, en julio de este año, cuando el motor de mi Yamaha había dicho basta.

Comenzaba a crecer cada vez más la ilusión de ganar, ya que había aumentado la diferencia con mis perseguidores a 14.146 segundos.

Para muchos, es difícil entender cómo pudimos ir construyendo semejante diferencia con el resto de los corredores cuando nuestra "máxima" velocidad final es de 258 km/h, lo que ubica a nuestra Yamaha en un teórico puesto 19.

La respuesta es que, a pesar de que nuestro motor está aún lejos del rendimiento de las Aprilia y Honda, el exitoso trabajo realizado sobre el chasis hace que los radios de giro de cada curva sean más rápidos que el resto. Por eso agradecí tanto a Emmanuele Martinelli -el jefe de mis mecánicos en el team Petronas- por su soberbio trabajo.

POR FIN... LA BANDERA A CUADROS, PRIMERO QUE NADIE
Finalmente, llegó el momento tan esperado... ver primero que nadie la bandera a cuadros. Recién ahí, cuando llegó la victoria, me di cuenta que los tres podios consecutivos que había hecho en Alemania, República Checa y Portugal, las últimas tres carreras antes de Río de Janeiro, me habían dado mucha fuerza y confianza para llegar a lo más alto del podio.

En el circuito había 41.000 personas que nos acompañaron bajo malas condiciones climáticas, y puedo decirles que sentí como nunca su presencia. Pero fue el aliento de un puñado de argentinos de distintas ciudades como San Nicolás, Pergamino, Córdoba o Puerto Rico (de la provincia de Misiones) fue algo que realmente me hizo emocionar.

El abrazo con mi papá "Cachi", con mi tío Dante, con mi preparador "Pino" Riboldi y con mi amigo el "Pato" Gunzel, el grupo que me acompaño desde mi Rafaela natal en Argentina, fue el mejor premio: estar con todos los que compartieron mi esfuerzo y sacrificio durante los últimos siete años.