El talento viaja en dos ruedas

Sebastián Porto deslumbró cuando apareció en Europa. A los 17 años ya era campeón. Después, asentado en el Mundial, empezó a buscar su oportunidad para manejar una moto oficial

Sebastián Oscar Porto es un veterano que el 12 de septiembre cumplirá 23 años. A puro talento, después de sobresalir en el siempre precario Campeonato Argentino de Motociclismo, llegó al Campeonato Europeo, lo ganó y finalmente se estableció en el Mundial. Porto fue Porco. Y, también, adolescente prometedor en los 250cc. Hoy es la certeza que necesita el empujón de la confirmación.

Porto es de Rafaela, una ciudad con abundante actividad agrícola, ganadera y láctea, en la provincia de Santa Fe, la que gobierna Carlos Reutemann, ex subcampeón de Fórmula Uno. Rafaela es también un pueblo fierrero cuyo aún vigente óvalo supo albergar una carrera con autos de Indy (ahora CART), a principios de los 70, que tuvo un protagonista conocido: Bobby Rahal, bicampeón y dueño de equipo en CART y director deportivo de Jaguar en Fórmula Uno. En Rafaela, Porto es El Sebas.

Una empresa argentina tomó a Porto como pupilo para iniciarlo en Europa y buscó otros patrocinantes que se asociaran a la aventura. Ese chico argentino de 17 años abrió grandes ojos acostumbrados a ver novatos: los de Jordi Pérez, responsable del equipo español PR2, en el que desembarcó Sebastián. El plan era simple: Porco, como se llamaba en aquel momento, correría el Europeo y participaría en algunas carreras en el cuarto litro del Mundial.

LA CONSAGRACIÓN

La escuadra PR2 no estaba dispuesta a participar en el Campeonato Europeo porque prefería hacerlo sólo en el Español, un torneo con buena reputación. Fue Reinaldo Cozzani, quien manejaba la campaña del corredor, el que influyó para que el equipo se lanzara a Europa como parte de una estrategia que fortaleciera los logros de Sebastián. El catalán Jordi Pérez y su socio se convencieron tan pronto como aparecieron los buenos resultados del piloto.

La temporada de 1996 marcó el despegue del rafaelino y le cargó la responsabilidad de sobresalir que sólo les cabe a los talentosos. Ese año fue campeón europeo de 250cc. luego de una sólida tarea. Ese año, también, empezó a despuntar en el Mundial del cuarto litro con una moto casi standard. A partir de 1997 se dedicó sólo al Mundial.

Cuando se hizo conocido, la asociación del apellido Porco con su significado en el idioma italiano -puerco-, país protagonista del Continental Circus y sede de la marca Aprilia que defendía el argentino, se convirtió en carga. Por eso, revolvió papeles de sus antepasados y terminó cambiándolo por Porto. Aunque en Rafaela, el lugar al que vuelve después de casi todas las carreras, siguió siendo El Sebas.

LA DECEPCIÓN

El año más esperado fue 1998. Aprilia, la fábrica de Noale, le cedió a Porto una moto buena, con varios elementos similares a los que usaban el italiano Valentino Rossi y el japonés Tetsuya Harada, los dos nombres fuertes de la marca. Pero el argentino no pudo hacerla andar. Una máquina sensible hasta la exasperación, que fallaba inoportunamente, fue un desafío casi invencible. El piloto se quejaba. La fábrica respondía con datos de telemetría que apuntaban las mismas fallas en las motos de Rossi y Harada, que estos corredores habían podido solucionar sobre la marcha y hasta ganar carreras.

Más de una decena de abandonos sepultaron cualquier insinuación, como fue el tercer puesto de partida en el Gran Premio de Alemania, en Sachsenring. Los conflictos desgastaron las relaciones con la marca, el equipo y los patrocinantes del argentino. Después del Gran Premio de la Argentina, en el que Porto también abandonó, se acabó todo.

EL RENACIMIENTO

En los meses siguientes al final de la temporada, Porto buscó, esperó y pensó en todas las cartas. Incluso, hasta deslizó que podía dejar el motociclismo y volcarse al automovilismo. Alguna vez, casi íntimamente, Cozzani había confesado que creía que Porto podía ser el próximo John Surtees: el único campeón mundial de motos y campeón mundial de Fórmula Uno. Pero ya no estaba Cozzani, ni sponsors, ni equipo. Porto buscaba destino a los 20 años.

Poco antes de que comenzara el Mundial de 1999, el italiano Antonio Farina le dio una Yamaha 250 casi standard para que corriera las cuatro primeras carreras. No había dinero para más. Porto jugó su única carta posible, el talento, y consiguió puntos. Eso animó a Farina y terminaron juntos la temporada. En la Argentina, el santafesino logró la mejor colocación de su campaña. Llegó cuarto.

La moto oficial, esa que tiene todos los elementos que desarrolla la fábrica para la competición y así, un plus de rendimiento, fue el objetivo para el 2000. Pero no hubo nadie que aportara el dinero necesario. Ni Porto ni Farina. Con lo que había, al final del año el argentino terminó entre los primeros diez del Mundial del cuarto litro y logró la Copa IRTA, el título entre los pilotos privados.

En el 2001, Farina desarmó el equipo y Porto persiguió la ilusión de pasar a Honda para manejar una moto con apoyo directo de la fábrica. Pero el proyecto se archivó antes de que se iniciara porque los patrocinantes cambiaron de rumbo. Apegado a la familia por convicción y aferrado a su consejo, Porto agarró otro salvavidas que apareció en su campaña. El equipo alemán Kurz fue instruido por Yamaha para que le armara una moto a Sebastián.

Y el veterano Porto, todavía de 22 años, empezó de nuevo. A puro talento, como siempre. Por ahora, él no tiene más que eso.

MARTÍN URRUTY es periodista especializado en automovilismo desde 1993. Trabajó en el diario Clarín y en Radio Rivadavia y fue co-autor del libro "Formula 1 -50 años- La eterna pasión". Actualmente es redactor del diario deportivo Olé, y además es de columnista del SportsCenter Latino de ESPN, de ESPN Radio en Rivadavia y de ESPNdeportes.com.

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