El Viaje de José Fernández
Lágrimas en la Pequeña Habana
Es el corazón de La Habana que salió de Cuba. El punto en el que se reúne la nostalgia, en el que se enciende el recuerdo de todo aquello bloqueado por su historia.
Generaciones que conocieron la isla transmiten y traducen sus memorias a los nuevos que son cubanos, sin haber estado en Cuba. Este pequeño espacio del código postal 33135, 8th Street o para llamarlo de manera más apropiada: la Calle 8, es Cuba.
El Café Versailles, fundado en 1971, es la cocina de la Cuba que vive en Miami.
Acá, cuenta la leyenda, se han gestado sin éxito múltiples planes para derrocar al régimen de Castro. Impulsados por un cafecito, ahogados por varios rones, los debates tuvieron, y siguen teniendo, un lugar en el Versailles.
Es el termómetro del sentimiento cubano.
La Ventanita es donde todo pasa. Se abre hacia la Calle 8 y desde ahí salen cientos de esos cafecitos cubanos que tan bien levantan el espíritu. Frente a esa ventana de atención al público una amplia vereda en la que se instalan las tertulias.
Los políticos que quieren ganarse el favor de una de las comunidades latinas más importantes de los Estados Unidos, están obligados a pasar por el restaurante. Acá es donde llegan artistas a promocionar sus nuevos discos. Acá llegan los cubanos si lo que quieren es celebrar algo o llorar a alguien también.
La mañana del domingo 25 de septiembre de 2016 fue de esas citas para llorar. La comunidad cubana había perdido a uno de esos hijos suyos que libremente exponen su talento.
José Fernández estaba en el cierre de su temporada más brillante en las Grandes Ligas. El lanzador de los Marlins de Florida tenia 24 años y su calidad le había llevado en apenas tres temporadas desde su debut a dos Juegos de Estrellas, el partido anual que reúne a los mejores jugadores de béisbol de la liga con mejor calidad en el mundo.
Después de tres fallidos intentos por salir de Cuba, Fernández llegó a Estados Unidos en 2008. Cada uno de esos escapes terminó en el calvario de las prisiones cubanas destinadas para quienes creen que el paraíso está lejos de la isla y su revolución.
Tres años después de instalarse en Tampa, Fernández fue firmado por los Marlins cuyo estadio está enclavado en el barrio de la Pequeña Habana, a un par de kilómetros del Café Versailles. Un desertor sería lanzador del equipo de béisbol que juega en el patio de la trinchera anti-castrista más importante.
Quizás referencia extremadamente politizada, pero claro reflejo de la relevancia que Fernández obtenía para la comunidad cubana. Como si la historia de Elián, el niño balsero, fuera otra y en lugar de ser devuelto a la isla se habría quedado en Estados Unidos y llegado a las Grandes Ligas.
Por eso las lágrimas que salieron desde La Ventanita y bañaron la Calle 8. José Fernández llegó a Estados Unidos persiguiendo un sueño. Lo que una noche llena de errores se llevó fueron esos sueños y la vida de quien los estaba encontrando.
En "Destino Confidencial, presentado por Avianca" conoceremos el impacto que la pérdida de Fernández provocó en su familia, amigos, compañeros de equipo y en la comunidad que lo había recibido como un representante suyo. Un prototipo de lo que se puede alcanzar.
Los Marlins recuerdan a Fernández como una luz para su vestuario. Un personaje alegre que hacía que los más veteranos recordasen que el béisbol profesional puede ser tan alegre como cuando de niños lo jugaban en el parque.
El reporte policial publicado seis meses después de aquella madrugada de domingo, concluyó que Fernández no estaba en condiciones de manejar su lancha. La investigación lo definió como el único responsable del accidente que terminó con su vida y la de dos de sus amigos.
Su lancha iba a gran velocidad, chocó contra el muro del embarcadero frente a las costas de Miami Beach. Fernández había buscado una vida nueva, lanzándose al agua para encontrarla. Su vida terminó en esas aguas, frente a las costas de una pequeña Habana.