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Cazador de sueños

Para Marcus Stroman, siempre hay una motivación extra, bien sea enfrentarse al Puerto Rico de su madre en el Clásico Mundial, o sacar a Toronto de sus males de principios de temporada.

Esta historia también se puede leer en inglés. Aparecerá en la edición de los playoffs de la NBA del 8 de mayo de ESPN The Magazine.

Mucho tiempo después del final del partido, después de la presentación del trofeo y la entrevista en el terreno, luego de la celebración llena de alcohol en el camerino y la ducha, Marcus Stroman se recuesta de un auto cerca del Dodger Stadium con dos amigos. Se estira en el asiento de atrás y saca su celular.

La medalla de oro del Clásico Mundial de Béisbol está aún colgando de su cuello; su placa al Jugador Más Valioso descansa en su regazo. Para el as del equipo de Estados Unidos, ha sido un mes imposiblemente largo que lo llevó a su primer campeonato del Clásico, un triunfo 8-0 sobre Puerto Rico apoyado por sus seis entradas de labor casi perfecta. Su amigo comienza a conducir, y Stroman marca un número.

Son las 3 de la mañana en Medford, Nueva York, pero Adlin Auffant no ha dormido en las horas que han transcurrido desde que vio el último out en la sala de su casa, en la cual rió y gritó y lloró junto a su hija y yerno. Auffant nació en Puerto Rico, y durante meses ha sido la receptora de la furia de su tierra contra su hijo, convirtiéndose en una pera de boxeo para los trolls de Internet que criticaron el compromiso de Stroman con la selección de Estados Unidos, aunque el propio Stroman nunca había pisado el territorio del Estado Libre Asociado de la nación norteamericana. Los mensajes destinados a Auffant iban desde los meramente ásperos hasta lo obsceno. Muchas veces, llamaba a Marcus entre lágrimas. Alguien incluso lo amenazó con agredirlo físicamente.

Stroman lo soportó todo. Y ahora, en un giro digno de un libreto de Hollywood, venció a Puerto Rico en la final del Clásico Mundial.

El celular de Auffant cobra vida al lado de su cama. Contesta al primer repique.

"Mamá..."

"Lo sé, mi amor".

"¿Que locura, verdad?"

"Amor, lo hiciste".


Seis entradas sin permitir hits en el juego de campeonato del WBC le dieron a Stroman el premio de JMV -- un gran arranque, según esperan los Azulejos, a un año en el que debe establecerse como un as. Robert Beck para ESPN

LO QUE ESTOS TROLLS subestimaron fue la habilidad casi superhumana de Stroman de aprovecharse de la adversidad. Unas semanas después del partido de campeonato del Clásico Mundial, está en St. Petersburg, Florida, para la serie inaugural de la temporada de los Azulejos de Toronto contra los Rays. La mañana después de haber lanzado una joya de seis hits y una carrera (en la cual se convirtió en el cuarto miembro de los Azulejos en llegar más rápido a los 300 ponches de por vida), se encuentra sentado en un restaurante de hotel, tomando sorbos de cafe. Su suéter con capucha negra, el cual le queda holgado, muestra una parte del tatuaje que dice "BElieve in YOUrself" ("Cree en tí" en inglés, dejando en mayúscula las letras "BE YOU", para así leer "se tú mismo") impreso en su clavícula.

El tatuaje le quedaría cursi a otra persona, menos a Stroman, cuyas docenas de tatuajes incluyen una frase de Martin Luther King en su pectoral derecho, "Dreamchaser" ("cazador de sueños") en un brazo y la frase "ROMPIENDO ESTEREOTIPOS" en un antebrazo. Tiene una tendencia de tomar frases cliché de autoayuda, convertirlas en lemas y, en un caso, en su marca registrada.

Los Azulejos tienen registrada su altura en 5 pies 8 pulgadas (1,77m), pero Stroman dice que es una pulgada más pequeño. Ha convertido esta deficiencia en una virtud. Sus camisetas y gorras de la marca New Era con la frase "La altura no mide al corazón" son omnipresentes en él, al igual que el dije con las iniciales de este lema en inglés "HDMH" que cuelga de su cuello. En una ocasión, incluso se dejó marcadas estas iniciales en su pelo.

"Es inteligente, apasionado y talentoso", dice el tercera base de los Azulejos Josh Donaldson. "Y definitivamente, ha habido negatividad en contra de él que lo motiva siempre".

En el caso de Stroman, eso se muestra con un tatuaje, una ficha de poker en su hombro derecho, hecha tres años atrás, con la frase "Críticos, dudosos y odiosos". Al igual que un peleador de artes marciales que utiliza el ímpetu de su oponente para vencer, Stroman, con 26 años, ha lidiado con los destellos de su breve carrera, convirtiendo lo negativo en su aislado mundo en motivación. "Me gusta la presión", dice en el hotel, antes de hacer una pausa. "No, me encanta. Siempre me ha encantado".

Fue algo inculcado temprano en casa por su padre, Earl Stroman, un detective de policía, quien contrastaba su pequeña estatura con una voluntad incansable en el gimnasio, en el cual levantaba pesas a diario y se transformó en un hombre de físico imponente. Earl, afro-americano, le enseñó a su hijo las injusticias de la vida, indicándole que, siendo Marcus pequeño e identificado como negro, tendría que trabajar el doble a fin de sobrevivir. Necesitaba ser arrogante, seguro de ser el mejor, y respaldar esa actitud con acciones.

A los 6 años de edad, ya Stroman hacía corridas con un paracaídas adherido a su espalda y hacía deslizamientos con peso. A pesar que sus padres se divorciaron cuando estaba en quinto grado, ambos estuvieron fuertemente presentes en su vida: Adlin era la persona cariñosa y de apoyo ("Marcus se metía en mi cama cuando era un niño pequeño", afirma), y Earl era el hombre fuerte. En las semanas en las cuales Marcus se quedaba con su padre, Earl a veces despertaba a su hijo antes de las 5 de la mañana para que pudieran entrenar juntos. Regresaban al gimnasio en la noche. "Vaya a trabajar, Boo", Earl le decía a Marcus.

"Me llevaba al límite", dice Stroman de su padre. "Era intenso".

En la escuela secundaria, descubrió que algunos padres de sus compañeros de equipo hablaban mal de él en Internet, diciendo que nunca jugaría en la universidad. Esa era la motivación que Stroman necesitaba. Fue abridor en la Universidad de Duke, lanzando rectas alrededor de 95 millas, consiguiendo honores en su propia alma mater y en la NCAA por ponches propinados. Earl y Adlin viajaban de Nueva York a Durham para presenciar las aperturas de Stroman y, después de los partidos, Stroman les pedía que evaluaran su actuación. El trabajo conjunto familiar dio dividendos: Tres años luego que Stroman declinara la oferta de los Nacionales de $400,000 tras ser escogido en la ronda 18 del sorteo, los Azulejos lo seleccionaron en la primera ronda del draft 2012.

Stroman pasó su primer año en el sistema de los Azulejos como relevista antes de abrir 20 partidos para su equipo Doble-A en 2013. En una de sus aperturas ese año, Stroman vio los asientos detrás del home plate y vio a su ídolo, Pedro Martínez, otro abridor que confrontaba las dudas sobre su estatura (mide 5-11 (1,56m)) y compitió ferozmente, sin miedo de verse las caras con su oponente.

Stroman lanzó un partido desastroso en frente de Martinez, concediendo siete carreras en la primera entrada. Sin embargo, el día después de ese desastre, Martínez y Stroman se encontraron y hablaron a solas en los jardines. "En 25 minutos, hizo apuntes mentales de toda mi apertura", rememora Stroman. "Me hizo saber lo explosivos y fuertes que eran mis pitcheos, pero me dijo que habían ajustes que tenía que hacer".

Luego de la conversación, Stroman corrió hacia el camerino, agarró su teléfono y rápidamente empezó a hacer notas relativas a todo lo que Martínez le había dicho. Desde entonces, incluso luego de haber sido ascendido a las Mayores en 2014, ha abierto el archivo "Pedro Martínez" de su teléfono antes de cada aparición, leyendo nuevamente cada palabra.

Le ha funcionado bien. En su año como novato, comandó a la rotación de los Azulejos en FIP (pitcheo independiente del fildeo) (2.84) y los aficionados de Toronto empezaron a murmurar con respecto a un posible as de la franquicia. Pero, en 2015, Stroman sufrió un desgarre en su ligamento cruzado anterior y se le dijo que su recuperación tomaría tiempo. En la forma típica de Stroman, hizo su rehabilitación en la Universidad de Duke, terminó los créditos que requería para un título en sociología, luego tuvo marca de 4-0 en septiembre con Toronto y abrió tres encuentros de postemporada.

"Nunca dudo", dice Stroman. "Siento que una vez que uno duda en una situación, ya ha perdido. Deposito mucha confianza en mí mismo".


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EN DICIEMBRE PASADO Stroman estaba de vacaciones en Miami cuando recibió una llamada de Joe Torre, el manager miembro del Salón de la Fama convertido en ejecutivo de Major League Baseball y gerente general del equipo de Estados Unidos. Torre preguntó sobre los deseos de Stroman de lanzar por su país en el Clásico Mundial de Béisbol. "Fue un momento surrealista", dice Stroman, entre risas. "Fue algo así como pensar, '¿Y cómo Joe Torre consiguió mi número?'" Stroman aceptó inmediatamente la oferta y, en el interín, desató una tormenta de fuego en Twitter.

La semilla se había plantado tres años atrás, con un tuit que Stroman publicó en septiembre de 2013. Con apenas una temporada en las Ligas Menores, Stroman ingresó a su cuenta de Twitter y empezó a escribir: Espero tener la oportunidad de representar a mi mamá @aya11763 y Puerto Rico en el próximo Clásico Mundial de Béisbol. Sería algo irreal.

"Fue un tuit escrito en el calor del momento", dice Stroman ahora, claramente fastidiado de la atención que recibieron esas dos frases. "Ni siquiera sabía si llegaría a un punto en mi carrera en el cual tendría la oportunidad de jugar en el Clásico Mundial de Béisbol".

Luego de aceptar su puesto en el equipo de Estados Unidos en diciembre, Stroman escribió otro tuit, que sonaba como si su madre quería que él jugase para el Puerto Rico natal de su progenitora. "Lo siento, mamá...", comenzaba el tuit. Stroman insiste que estaba bromeando, pero el comentario desató una tormenta de acoso en contra de su madre. "Algunas veces, quisiera patearle el trasero a mi hijo", dice Auffant. "Le dije que se expone demasiado".

La cascada de comentarios cayó sobre las páginas de redes sociales de Auffant y prosiguieron hasta el partido por el campeonato. "Lloré mucho", dice. "Las cosas viles y asquerosas que me han dicho de mí y de mi hijo, me siento responsable. Fue mi parte, específicamente porque se trata de gente de mi país. Entiendo la competitividad, la rivalidad de un lado y otro. Eso está bien y está normal. Pero se ensañaron en nuestra contra. Cruzaron límites".

Stroman no podía evitar sentir que había puesto a su familia en una dificultad. "Tenía un respecto increíble por los aficionados de Puerto Rico, su equipo, su cultura", afirma. "Es el 50 por ciento de mi sangre, por ende forma parte de mí".

"Llegó a un punto en el cual comenzaron a decir cosas malas hacia mi madre. Eso no es algo que una madre deba ver o soportar. Miren, no me importa lo que me digan a mí. Tengo una tolerancia muy amplia. Pero, ¿y si se meten con mi mamá?"

Durante el torneo de tres semanas de duración, Stroman hizo tres aperturas, tuvo 15 entradas de labor con efectividad de 2.35. Fuera del primer inning de su primera salida contra Puerto Rico (una derrota 6-5 a mediados de marzo en la cual concedió seis hits al hilo y sus únicas cuatro carreras en el torneo) era imposible conseguir un pitcher más dominante en el planeta.

Cuando Estados Unidos avanzó a la final del Clásico Mundial para enfrentarse a Puerto Rico, el manager Jim Leyland confió en Stroman para enfrentarse al único oponente que le había vencido en el torneo.

"Sabíamos que si llegábamos a la final, Marcus sería el hombre que saldría por nosotros", dijo Leyland. "Marcus no iba a tener miedo. Iba a competir al máximo".

Antes del partido, Auffant le envió a su hijo un mensaje de texto con un emoticón de un brazo flexionado. "Sabe que cuando puedo tener un poco más de emoción, puedo rendir un extra", dice. "Puedo animarme más y tener una mejor apertura".

"Siempre recordaré la mirada en la cara de Marcus antes del partido", dijo Leyland. "Habría apostado todo lo que tenía a una gran actuación de Marcus Stroman".

Durante múltiples momentos del partido, las cámaras de televisión se enfocaban a un Stroman que hacía caras feas al dugout de Puerto Rico mientras se dirigía a su cueva. Después de un ponche que dio fin al tercer inning, salió bailando de la lomita. "Lo estaba sintiendo", dice. Puerto Rico conectó su primer hit contra Stroman en el séptimo. Al final del episodio, con Estados Unidos arriba 7-0 y Stroman ya fuera del encuentro y en la banca, puso su dedo índice contra sus labios en un gesto de mandar a callar, vio al dugout de Puerto Rico y gritó "¡Al car---!"

Esa reacción no sorprendio a quienes lo conocen bien. "Es un chico joven, entusiasta y emotivo que disfruta competir", dice su ex compañero de cuarto y miembro de los Azulejos Aaron Sánchez. "Te metes con su mamá, solo le agrega más leña al fuego".


"Mira, no me interesa lo que digan de mi o hacia mí", dijo Stroman. "Tengo el cuero bastante duro. Pero, ¿cuándo se trata de mi mamá...?" Cortesía: Familia Stroman

EL COMPROMISO DE STROMAN de convertir sus penas en motivación está tan impreso en su psiquis como su obsesión con mejorar, una característica de su persona que lo ha llevado a un hábito de ser incisivo con los bateadores de Toronto, preguntando a sus compañeros sobre pitcheos, secuencias, sobre como los toleteros se ajustan a su cambio de rutina.

"Siempre estoy cambiando mi juego", dice. "Trato de absorber todo el conocimiento que puedo de Troy Tulowizki, de José Bautista, Josh Donaldson, Russell Martin. He tenido bateadores increibles a mi alrededor de quienes aprender".

Esta temporada, ha incorporado un movimiento a lo Luis Tiant a su forma de lanzar, con su pierna izquierda momentáneamente congelada en el aire antes de hacer el envío. En otras ocasiones, ha aprendido como hacer pausas en medio de su estiramiento antes de levantar su pierna. Otras veces, solo hace la patada y dispara.

El golpe de pierna, los cambios a sus pitcheos (seis en total), la pausa. Estas son todas partes de un intento de por vida de perfeccionar el arte del pitcheo. La campaña llegó a una encrucijada importante durante la pasada temporada. En la primera mitad de 2016, mostró efectividad de 4.89 y una tasa de ponches de 17 por ciento, provocando que los fanáticos de los Azulejos llegasen a hablar sobre un posible descenso a Triple-A. Canalizó su frustración interna y los comentarios externos y las convirtió en estímulo, haciendo ajustes y viendo videos de su pitcheo para así mejorar su posición frente a la goma de lanzar. En la segunda mitad, tuvo efectividad de 3.68 y tasa de ponches de 23 por ciento.

Su resurgir continúa esta temporada. Luego de dos aperturas, Stroman fue el mejor abridor en un equipo que muchos predijeron como fuerte candidato para el título de la División Este de la Liga Americana, permitiendo apenas tres carreras limpias en 15 entradas, incluyendo un juego completo contra los Cerveceros de Milwaukee, el primero para Stroman desde 2014. Pero el equipo ha confrontado dificultades desde el inicio, cayendo a marca de 2-10 a mediados de abril, el peor récord en el béisbol de Grandes Ligas.

Y es así que Stroman, el 18 de abril, se enfrenta a Boston en el Rogers Centre de Toronto, en lo más cercano a un partido de vida o muerte a estas alturas de la temporada. No está Donaldson, la chispa ofensiva, con una lesión en una de sus pantorrillas que lo mantendrá fuera durante, al menos, dos semanas. Tampoco está Sánchez, con una ampolla. El abridor J.A. Happ también acaba de caer en la lista de incapacitados con molestias en un codo.

Cuatro semanas atrás, Stroman era el cuarto abridor de los Azulejos. Ahora, esta rotación le pertenece. Y, al enviar su primer pitcheo, con un equipo a 6 juegos y medio del primer lugar, ya se nota sudor cayendo a borbotones de su cara.

Su aparición no es la mejor. Para el quinto inning, con un out, los Azulejos están abajo 4-2. Corredor en segunda y dos relevistas sueltan sus brazos en el bullpen.

Stroman envía una recta que se hunde cerca de los muslos a Mitch Moreland, y el inicialista conecta doble por los lados del jardín izquierdo, para anotar una carrera. Es el onceavo hit que Boston le liga a Stroman, la quinta anotación. Stroman camina hacia la loma, mastica goma y respira hondo.

Un roletazo, y su noche ha terminado.

"Realmente, no me voy a preocupar por ello", afirma Stroman en el camerino, luego de tener bajo su responsabilidad seis carreras limpias, en su peor salida desde julio pasado. "Me recuperaré en mi próxima salida. Me lo tengo que sacudir. No voy a pensar demasiado en esto".

Todos los demás lo harán. Y en la mañana, el hombre con una ficha tatuada en el hombro habrá leído las menciones que se le hicieron en Twitter, leerá todos los análisis, como siempre hace. Conseguirá otra manera de sentirse subestimado, minimizado y con dudas sobre él. El brillo de su triunfo en el Clásico Mundial ya se está apagando; su premio al Más Valioso quedó en el pasado.

Aún no llega mayo, y Stroman verá que debe probarse a si mismo nuevamente. Este es el momento por el cual él dice vivir, de vuelta contra la pared. Una vez más, dependerá de él conseguir una nueva motivación.

Robert SánchezSánchez es un colaborador frecuente para ESPN The Magazine y es el escritor senior para la revista 5280 de Denver.

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