Los eternos campeones
En noviembre 28 de 2016, el club brasileño Chapecoense abordaba un avión para disputar el juego más grande de su historia. En su lugar, el momento más grande se convirtió en una de las tragedias deportivas más devastadoras y que nunca se olvidará.
Nota del Editor: En el primer aniversario de la tragedia de Chapecoense, ESPN vuelve a publicar este artículo, junto con un epílogo extendido abajo que ofrece actualizaciones de lo que ha pasado con los personajes principales en la historia que días, semanas y meses desde que el club y su ciudad fue golpeada por la trágica noticia del accidente aéreo.
Hay lluvia en los bolsillos de Chiquinho. Lluvia cayendo sobre sus hombros. Lluvia filtrándose por su calzado. La lluvia es tan fuerte que apenas oye la música. La lluvia es tan densa que apenas ve los ataúdes.
Chiquinho trata de concentrarse. Tiene un trabajo. Es el encargado del campo de juego. Él cuida el subsuelo y la capa superior. Cuida el campo de juego. Este estadio es su hogar. Los miembros del club son sus amigos.
Uno de los guardametas, Danilo, acostumbraba hacer bromas a Chiquinho por el área sin césped en el extremo del campo. A pesar de todo el trabajo con la cortadora y el fertilizador y el riego en el cálido sol brasileño, Chiquinho no podía hacer crecer el césped allí. "¿Dónde está el césped?" Le preguntaría Danilo con una chispa en sus ojos, y la curtida cara de Chiquinho se arrugaría.
Uno de los entrenadores del equipo, Anderson Paixão, acostumbraba a hablar con Chiquinho sobre el perro perdido que Chiquinho encontró junto a los portales una mañana pocos años atrás. El perro estaba herido y gimiendo - un niño vecino dijo que creía que lo podía haber atropellado un automóvil - y Chiquinho y su equipo lo adoptaron. Le dieron carne seca y le compraron medicamentos. Frotaron su panza y le limpiaron su pelaje negro. Consiguieron una correa y le construyeron una pequeña casilla cerca del cobertizo donde guardaban los rastrillos. Le pusieron el nombre de Pitico, que es la palabra portuguesa para "algo pequeño" y se pronuncia "pi-CHI-co".
Antes de los entrenamientos, Paixao mimaría a Pitico y lucharía con él y patearía pelotas de fútbol para que Pitico las corriera, excepto que Pitico las dejaría pasar porque estaba más interesado en perseguir a los pájaros que volaban bajo cerca de los muros laterales. Pitico apretaría su hocico contra Paixao y este se reiría y Chiquinho, observándolos, tomaría fotografías con su teléfono para mirarlas en su largo viaje en autobús a su hogar cerca del anochecer. Chiquinho también tomaba fotografías de los jugadores antes de cada partido.
Pero ahora, días después, Pitico no está. Y Paixao, el amigo de Chiquinho, está en un cajón acercándose a él, y Danilo también está en otro, y el agua que ha estado corriendo por el cuello de Chiquinho todo el día está surgiendo repentinamente a través del césped del campo como en una bañera con el tapón puesto. Se están formando grandes charcos y el agua está chapoteando en todos lados, y Chiquinho, el encargado del campo de juego tiene miedo.
Chiquinho no puede permitirlo. Hoy hay 50 ataúdes. Cincuenta. Y es el campo de juego de Chiquinho. Él incluso acomodó las coronas florales y los banderines atados a través de los orificios en los cercos metálicos. No sabe nada sobre flores o colores o banderines, pero quería que todo estuviera bien. Quería que fuera respetuoso. Sabe que los ataúdes deben mantenerse secos. Tiene que arreglar la inundación.
Mientras la procesión continúa, él corre hacia el extremo del estadio. Debe haber un bloqueo. Otra vez una de las tuberías de drenaje. Inclina sus hombros y se desliza dentro del búnker de concreto debajo de las tribunas, donde todas las tuberías están juntas. Aquí está todo en silencio: Nada está drenando.
Chiquinho golpea una tubería, probando si puede oír cuál de las válvulas está tapada. Golpea una y después otra y otra más, retorciéndose y girando entre ellas para probar todas las que puede. No puede descubrir cuál es la que está bloqueada. Golpea las tuberías con su mano. Sus mejillas están mojadas.
No tiene opción. Chiquinho toma una sierra y comienza a aserrar. Corta una tubería y luego una segunda y una tercera, destruyendo el sistema de drenaje. Corta otra tubería. Y otra. Y otra. Su sierra vuela en todas las direcciones.
Finalmente, Chiquinho corta la tubería correcta. Agua maloliente se derrama por todos lados. Sus pantalones y camisa están empapados. Chiquinho trastabilla saliendo del búnker y de vuelta al campo de juego. Los charcos en el césped comienzan a desaparecer. Exhala un suspiro.
Luego se yergue y se para firme, apretando la sierra en su puño. Mira mientras el resto de los ataúdes son traídos. Todos en el estadio están mirando también. Algunos miran a los militares. Otros miran a las viudas o las madres o los padres que gritan y se abrazan entre sí con sus ponchos de plástico. Algunos miran a los niños, que se mueven inquietos y pueden comprender, o no, el motivo exacto por el cual una ciudad del interior de Brasil se ha reunido en un estadio de fútbol para llorar a sus muertos bajo la lluvia.
Chiquinho solo puede mirar los pies de todos. No puede evitarlo. Está rezando para que nadie resbale.
Es 23 de noviembre de 2016 -- 10 días antes. Está caluroso y seco. Los vientos están calmados. La luz del sol se refleja en los vitrales de la Catedral de Santo Antonio que está en lo alto de una de las montañas. La lluvia se siente a lo lejos.
A medida que la tarde avanza gradualmente hacia el anochecer, la gente de Chapecó llena las calles vestida de verde y blanco. Los vendedores acomodan sus carros para vender agua y cerveza. Los fanáticos estacionan sus automóviles y se inclinan ante los maleteros abiertos. Ubicada a más de 800 millas (1287 km) al sureste de Río de Janeiro, esta polvorienta ciudad conocida por sus mataderos y sus campos agrícolas se está preparando para el partido de fútbol más importante de su historia.
Dentro del estadio, Chiquinho riega el césped continuamente con temperaturas que suben hasta los 90 °F (32 °C). En el otro extremo de la calle, en el Hotel Bertaso, los jugadores de Chapecoense, al que todos llaman por su abreviatura Chape, se arreglan. Antes de cada partido como locales, los jugadores pasan la noche en este hotel juntos, en "concentración". Repasan las tácticas y los informes. Hablan sobre las formaciones y la estrategia. Luego, cuando han terminado con esos temas, pasan el tiempo.
El hotel le reserva todo el segundo piso al equipo y los jugadores se dispersan. Danilo, el guardameta con ojos bondadosos, es conversador. Kempes, el goleador con el peinado afro, toca su pandeiro, que es un pequeño instrumento de percusión. Tiaguinho, un joven alero con un hoyuelo, no puede dejar su teléfono.
Están todos muy animados. El partido de esta noche es contra San Lorenzo, un equipo de Argentina, y es la segunda parte de una semifinal de dos partidos de la Copa Sudamericana. En el primer partido de la serie acumulada, en Buenos Aires, los equipos empataron 1-1. Esta noche, todo lo que Chape necesita hacer es igualar 0-0, porque el desempate en este torneo es según los goles convertidos en el estadio del contrario. Si Chape logra su objetivo, pasará a la final de uno de los torneos más importantes del continente. Para un equipo de una ciudad como Chapecó, un equipo que fue fundado en 1973 y que estaba en la división más baja de Brasil en 2009, esto es un sueño.
Los jugadores se alistan para partir hacia el estadio, pero Tiaguinho no puede dejar de enviar mensajes de texto a su mujer, Graziele. Ella solo tiene 19 años, pero crecieron juntos en el mismo pueblo y han estado enamorados desde hace años, desde el día en que Tiaguinho se sentó junto a ella en un banco de la escuela primaria y le mostró su brazo. Él había escrito el nombre de ella con un marcador, muchas veces, desde el codo hasta la muñeca. Él le dijo, "¿Ves cuánto me gustas?" y ella se rió.
Un día antes, poco después de que los jugadores llegaran al hotel para comenzar la concentración, Tiaguinho estaba sentado en el hotel cerca de su habitación. Dos compañeros de equipo, Biteco y Mateus Caramelo, se le acercaron. "Tenemos un regalo para ti, le dijeron y Biteco le entregó una bolsa de regalo. Tiaguinho tomó la bolsa y los miró, desconfiando.
"Es de una admiradora que gusta de ti", dijo Biteco y Tiaguinho dejó caer la bolsa como si estuviera en llamas. No quería que sus amigos lo vieran interesado en nadie que no fuera Graziele. "Ábrela, hombre", le dijo Mateus Caramelo, entregándosela nuevamente, y Tiaguinho sacó a regañadientes un pequeño estuche con una cinta brillante y una tarjeta. Abrió sus ojos asombrado. Era de Graziele.
Tiaguinho frunció el ceño. Abrió la tarjeta y la leyó lentamente, siguiendo con su dedo algunas de las palabras. Luego la cerró, respiró profundamente, y la volvió a abrir. Biteco se inclinó sobre su compañero y Tiaguinho se irguió dando saltos, gritando y bailando y abrazando a todos los que lo rodeaban. Les mostró lo que había dentro de la caja: escarpines. Luego acunó en sus brazos a un bebé imaginario mientras sus compañeros de equipo lo ovacionaban.
Desde ese momento, Tiaguinho había estado flotando. Incluso ahora, apenas horas antes de este partido contra San Lorenzo, le está enviando mensajes de texto a Graziele con sugerencias de nombres. A los dos les gusta Maite si es una niña; significa "amada". Para un varón, Tiaguinho propone Santiago, que es un nombre de su familia. Finalmente, sus compañeros le dicen que es hora de partir. Él no puede resistir y envía otro mensaje de texto, diciéndole a Graziele que la ama.
El partido comienza alrededor de las 7. El Arena Condá retumba. Los fanáticos cantan y ovacionan, parados juntos en las gradas de concreto o agolpándose contra la cerca de alambra que separa el pasaje de los bancos de los equipos. En la cabina de prensa, el relator de radio de todos los partidos de Chape, Rafael Henzel, levanta su teléfono para tomar un vídeo de la energía justo antes del puntapié inicial mientras narra la acción en directo.
Rafael tiene 43 años, una cara común y poco pelo y anteojos. Trabaja con otros relatores, incluyendo a su compañero, Renan Agnolin, pero él es la voz del equipo. Ha estado concurriendo a presenciar los partidos de Chape desde que era un niño. En esa época, él llegaba al estadio sin dinero y esperaba fuera de las puertas. Una vez que todos habían entrado y el partido había comenzado, se las arreglaba para encontrar una puerta sin vigilancia y entrar gratis. Alentaba al equipo desde que estaba en las ligas amateur. Se convirtió en relator cuando tenía 15 años. Cuando finalmente Chape llegó a la primera división de Brasil en 2013, rompió en llanto en su cabina de radio.
Esta noche, con un lugar en la final en juego, Rafael está más dinámico que de costumbre. Los jugadores de Chape saben lo que tienen que hacer: simplemente evitar que le hagan un gol. No necesitan convertir un gol y, de todas maneras, los jugadores de San Lorenzo son más talentosos. Tienen tres jugadores que actuaron en la primera división de Inglaterra. Tienen un jugador que es integrante regular del equipo nacional de Argentina. Tienen jugadores que representan a Uruguay y a Paraguay.
Chape tiene solamente el único gol que convirtió como visitante en el primer partido y que desea proteger.
Después de transcurridos los primeros 15 minutos, los jugadores de Chape - y el público - se sienten más confiados. Danilo se zambulle a su izquierda para rechazar un tiro y los fanáticos ovacionan. Dener, un mediocampista, levanta la pelota por sobre su cabeza para eludir a un oponente, y los espectadores gritan burlones "¡Oh!" mientras el jugador de San Lorenzo lo persigue.
Chape ocasionalmente presiona en ataque y hay una secuencia, cuando ha transcurrido aproximadamente media hora del partido, en la que Chape casi convierte un gol. Se produce un tiro libre y Willian Thiego, un robusto defensor central, lanza la pelota dentro de la meta. Se vuelve para celebrar, ansiando desesperadamente compartir la emoción con sus compañeros en el banco. Pero no ve que la bandera de offside está levantada. Detiene su celebración a mitad de camino, sacude la cabeza y vuelve corriendo al campo de juego.
Mayormente, Chape se limita a defender. Un cabezazo de un jugador de San Lorenzo pega en el poste y rebota afuera. Danilo se desliza rápidamente para bloquear un tiro. Un tiro de larga distancia sale desviado.
Los minutos pasan lentamente. Setenta. Ochenta. Ochenta y cinco. Ochenta y ocho. Ochenta y nueve. Todavía están 0-0. Los fanáticos echan chispas, porque parece que Chape lo va a lograr. El estadio tiembla. Cuando faltan pocos segundos, San Lorenzo efectúa un tiro libre y la pelota se eleva hacia la meta de Chape. Incluso con todos defendiendo, rebota hasta caer a los pies de Marcos Angeleri, un experimentado argentino. Angeleri está directamente frente a la meta, a 18 pies (5,40 metros) de distancia. Todo lo que debe hacer es patear la pelota dentro de la red, que tiene 24 pies (7.30 m) de ancho y San Lorenzo se llevará el triunfo, irá a la final y dejará a Chape en casa. Danilo, el guardameta, parece indefenso. Rafael, en la cabina de radio, se lleva las manos a la cabeza. Teme lo peor. En el último instante, Chape parece perdido.
Pero cuando Angeleri ya está por darle a la pelota, Danilo se levanta como un león sobre sus patas traseras. Y de alguna manera, con su pie derecho estirado, bloquea el tiro de corta distancia de Angeleri. Por un instante, parece que los fanáticos no terminan de comprender lo que ha ocurrido. Pero inmediatamente, el rugido del público se alza fuerte y prolongado, y Danilo se golpea el pecho con alegría.
Rafael, en su cabina de radio, pronuncia el nombre de Danilo, una y otra vez. Pero lo cambia un poco. En lugar de decir "¡Danilo!", aúlla "¡Deus-nilo! ¡Deus-nilo! ¡Deus-nilo! Cuando el réferi hace sonar el silbato para poner fin al partido y enviar oficialmente a Chape a la final, él vuelve a gritar. ¡Deus-nilo! ¡Deus-nilo! ¡Deus-nilo!"
En portugués, "Deus" es el nombre de Dios.
La celebración comienza en el caluroso y pegajoso vestuario. Los jugadores forman un círculo y cantan a gritos la canción del equipo, la que los fanáticos cantan cada vez que algo bueno o algo malo pasa o, realmente, siempre que pasa algo: "Ohhhhhh! Vamos-vamos-Cha-pay! Vamos-vamos-Cha-pay! Vamos-Vamos-Cha-paaaa-Aay!"
Están delirantes. Ananias, mediocampista, salta una y otra vez sobre el asiento frente a su cubículo. Bruno Rangel, el goleador principal del equipo, está sin camiseta y aplaude con sus manos sobre la cabeza. Sérgio Manoel, uno de los únicos jugadores que todavía conserva todo su uniforme, baila en medio de todos. Follmann, el guardameta suplente, golpea con sus manos el marco de su armario. Incluso el alcalde de Chapecó, Luciano Buligon, con un vaso de papel en su mano, grita con todos.
La fiesta se traslada a Spettus, un restaurante de la ciudad donde el equipo se reúne con frecuencia. Paixão, el entrenador, tiene un cavaquinho, o una guitarra de cuatro cuerdas. William Thiego tiene un surdo, que es un gran tambor bajo brasileño. Los meseros circulan, cortando gruesas tajadas de lomo de los grandes pinchos. Los jugadores reviven el partido. Hay un brindis para Danilo por su milagrosa atajada. Las esposas y las novias se sientan juntas y comentan que nunca han visto a sus hombres como esta noche.
Las mujeres de Chape son muy amigas. Los hombres están siempre jugando o entrenando o en la concentración antes de volver a jugar, así que las amistades genuinas entre las mujeres son naturales. Cuando Graziele recibió los resultados de su test de embarazo - antes de sorprender a Tiaguinho con la noticia - fue a ver a Geisa, que es la esposa de Mateus Caramelo, y a Val, que está casada con el mediocampista defensivo Gil. No hacía mucho tiempo que se conocían, pero cuando los resultados llegaron y eran positivos, abrazaron a Graziele y la felicitaron diciéndole lo joven que era para tener un bebé.
En Spettus, las mujeres hablan acerca del futuro. También sobre el partido del campeonato, pero solo un poco. Hablan sobre el bebé de Graziele y sobre un viaje que muchas de las familias están planeando para ir a la República Dominicana después de la temporada. Hablan acerca de trajes de baño y de cómo irán juntas a la playa. Hablan de relajarse.
Aline Machado se une a las demás pero no puede dejar de mirar a su esposo, Filipe. Él nunca ha estado tan feliz, ni cuando estaba jugando en Irán o en Medio Oriente o para otros clubes en Brasil. Ni siquiera cuando estaba ganando mucho dinero. "Se le ve realizado", le dice a una de sus amigas.
En los pocos días siguientes, nada cambia. A la mañana, Filipe le deja una nota de amor a Aline en una servilleta de la cocina. Cuando él comienza a empacar para el viaje a São Paulo, donde Chape jugará un partido por la liga brasileña y luego, desde allí, partirá a Medellín, Colombia, para jugar el primer partido de la final de la Copa Sudamericana, pone a su hija de 2 años, Antonella, sobre la valija y la pasea rodando por el departamento.
Antonella grita y se aferra a los brazos de su padre. Filipe y Aline hablan sobre el equipo y la victoria y el viaje a la República Dominicana y sobre el amor de Antonella por los perros que resuelven problemas en los dibujos animados de TV "Paw Patrol". Cuando Filipe está listo para partir, Aline lo besa y le dice, "Anda ahora, anda y aprovecha este momento".
En el departamento de Tiaguinho y Graziele, Tiaguinho apoya su valija en el suelo, junto a la puerta, y acaricia el abdomen de Graziele. En su casamiento, ella usó un vestido blanco ajustado con un velo que llegaba al suelo y una tiara con mariposas de cristal y parecía una princesa. Ahora, ella le dice que espera tener muchos antojos, como encurtidos o embutidos, en lugar de solo sentirse descompuesta; ahora mismo, se está sintiendo mal. Él la abraza y le habla al bebé, diciéndole que le enseñará a jugar al fútbol y lo llevará al campo de juego con él antes de un gran partido, algún día. Tiaguinho besa el estómago de Graziele antes de salir del departamento y le dice, "Amor, cuida mucho a nuestro bebé".
Alan Ruschel, lateral de Chape, tiene una partida más frenética. Un pasaporte cambiado de lugar hace que él y su prometida, Marina, lo busquen desesperadamente y Marina teme que esto sea una especie de señal, un anuncio sobre la probabilidad de que su prometido juegue bien en una final importante. Pero el pasaporte aparece y Alan puede partir, y Marina siente una exagerada sensación de comodidad y calma mientras se ducha a la mañana siguiente. Es algo inusual para ella; prefiere la energía y el ritmo. Ella participó en concursos de belleza cuando era más joven y a veces usa un anillo en su nariz y resalta su cabello con tinturas más claras u oscuras, según su humor. Está trabajando en el diseño de su propia línea de ropa y le gusta pasear al perro de la pareja, que tiene una particular inclinación a morder todo lo que encuentra, desde zapatos hasta muebles.
Ella no está acostumbrada a la serenidad. Ella le comenta a Alan esta sensación y él se ríe de ella. "¿Qué piensas que esto significa?" le pregunta, y ella titubea. Ella no puede definir la sensación; solo sabe que la hace sentir cálida. "Creo que algo muy bueno va a ocurrirte", le dice finalmente. "Creo que es posible que vayas a anotar un gol".
El vuelo a Medellín parte a las 6:18 p. m., hora local. Se ha demorado levemente porque uno de los jugadores pidió, justo cuando las puertas se estaban cerrando, si podía sacar su maleta de la bodega de equipajes. Había dejado su consola de videojuegos dentro de ella. Le hicieron muchas bromas, pero la maleta fue recuperada.
Y se la entregaron porque este es un vuelo "charter" operado por aerolíneas LaMia, y no un vuelo comercial regular. LaMia es una compañía boliviana que ha transportado a muchos clubes de fútbol a partidos importantes. Solo unas semanas atrás, en el mismo avión, Lionel Messi y la selección nacional de Argentina volaron a una clasificatoria para la Copa del Mundo. Como una aerolínea boliviana no puede operar legalmente un vuelo desde Brasil a Colombia, la delegación de Chape tomó un vuelo comercial desde São Paulo, donde jugaba ese partido por la liga brasileña, hasta Santa Cruz de la Sierra, una ciudad boliviana. LaMia llevaría entonces al equipo desde allí a Medellín para el primer partido de la final de la Copa Sudamericana contra Atlético Nacional.
Mientras espera el vuelo, Alan Ruschel hace trucos de magia. Adivina correctamente qué carta ha elegido un compañero de equipo del mazo y hace desaparecer una carta a la vista de todos los compañeros. Danilo también intenta hacer algunos trucos, pero es mejor como miembro del público, porque se sorprende notablemente cuando Alan repentinamente hace aparecer la carta nuevamente.
Todos están animados. Unos periodistas de la TV boliviana hacen entrevistas antes de la partida y uno de los miembros de la tripulación de vuelo dice frente a la cámara, "Creo que retornaremos con buenos resultados". Kempes, el goleador, hace gestos señalando al miembro de la tripulación y sonríe, diciendo, "Todo está bien, porque él está a cargo". El equipo usó LaMia para un viaje anterior en la Copa Sudamericana y Caio Junior, el jefe de entrenadores, le dice al periodista que viajar vía Bolivia "nos trae buena suerte".
Una vez en el aire, los futbolistas juegan a las cartas y escuchan samba. Uno de los miembros del cuerpo técnico trata de enseñarle portugués a una azafata. El jefe de entrenadores Caio Junior se sienta en las primeras filas junto con la mayoría de los entrenadores. Kempes se sienta en el lado derecho, junto a una ventanilla. A dos filas del fondo, Rafael Henzel ocupa un asiento del medio entre los otros periodistas. Alan está sentado junto a Follmann, el guardameta suplente, en el centro del avión; Alan estaba originalmente en la sección de atrás pero se cambió cuando los periodistas se agruparon allí. Follmann lo tomó del brazo y lo hizo sentar junto a él.
El vuelo es largo. Algunos jugadores comen. Otros dormitan. Algunos llevan sus auriculares todo el tiempo. Aproximadamente a las 9:30 p. m., hora local, el avión comienza su descenso. Otra aeronave, que volaba desde Bogotá a San Andrés, acaba de ser desviada a Medellín debido a un problema mecánico, así que al vuelo de Chape se le indica entrar en un patrón de espera. A las 9:49 p.m., el piloto del vuelo de Chape solicita prioridad para aterrizar al controlador de tráfico aéreo.
En la cabina, Rafael le pregunta a una azafata cuándo tocarán tierra. En diez minutos. En diez minutos, le dicen. El observa que la azafata parece estar preocupada. A las 9:52 p. m., el controlador de tráfico aéreo le dice al piloto que hay otro avión esperando justo debajo de ellos y le pide que esperen unos pocos minutos más para aterrizar.
A las 9:53 p. m., uno de los cuatro motores del avión de fabricación británica Avro RJ85 falla. Trece segundos más tarde, el segundo motor falla. A las 9:55 p. m., el tercer motor falla. Catorce segundos después de eso, el cuarto motor falla. Las luces en la cabina se apagan y el circulador de aire se silencia. No hay turbulencia ni temblor; parece en cambio que el avión desciende flotando hacia la tierra.
Usando el alfabeto fonético estándar para referirse a las letras LMI de LaMia, el piloto le grita por su radio a la controladora de tráfico aéreo: "¡Señorita, Lima Mike India 2933 tiene una falla total!".
Unos 30 segundos más tarde, el piloto vuelve a llamar: "¡Lima Mike India, vectores! ¡Vectores, señorita! ¡Vectores para la pista de aterrizaje!".
Está pidiendo instrucciones. La controladora responde que el avión ha desaparecido de su radar. De todas maneras, trata de guiar al piloto hacia la pista de aterrizaje y le pide la altitud del avión. El piloto grita, "¡9.000 pies, señorita. Vectores, vectores!" La controladora le dice al piloto a qué distancia se encuentra de la pista de aterrizaje. Hay una pausa. Luego la controladora escucha al piloto decir, "Jesús", por la radio. Ella vuelve a preguntar al piloto por su altitud y la radio se mantiene en silencio.
A las 9:59 p. m., hora local, el 28 de noviembre, el vuelo de Chape, viajando a unas 150 millas por hora (240 km/h), se estrella contra Cerro Gordo, una montaña de 8,500 pies (2,592 metros) de altura. En el impacto, el avión se corta en dos partes. La cola se incrusta en el lado sur de la montaña. La parte delantera sale despedida sobre el borde y termina en el lado norte, a unos 500 pies (150 m) de distancia. Uno de los motores se engancha en las ramas de un árbol desarraigado. No hay explosión, ni incendio en el lugar; solo metales retorcidos y restos.
La temperatura en Cerro Gordo es de 66 °F (18.8 °C). A la distancia, se ven nubes en el cielo y truenos. Se trata, en la mayoría de los aspectos, de una noche común y corriente en Colombia. Luego de viajar cuatro horas y aproximadamente 1,800 millas (2,900 km), el avión de Chape cayó a tierra a 11 millas (17.7 km) de distancia de la pista de aterrizaje del Aeropuerto Internacional José María Córdova en las afueras de Medellín.
Aline Machado está durmiendo, pero es el sueño de una madre con un hijo pequeño cerca. Cuando el teléfono suena en la mañana temprano, ella responde inmediatamente. Es su madre. Al principio, Aline no entiende lo que su madre le dice. Luego, escucha las palabras "avión" y "Chape". Su cabeza comienza a latir. Se sienta en la cama y enciende el televisor. Hay informes confusos sobre algo que ha sucedido.
Se siente con náuseas. Llama a la niñera de Antonella para que venga porque no quiere estar sola. El grupo de mensajes de texto de las esposas y novias de Chape zumba en su teléfono una y otra vez. Nadie sabe lo que está sucediendo. Nadie sabe qué creer. Una mujer dice que alguien de Colombia le envió un mensaje por Facebook, pero no está segura de si el mensaje es confiable. El mensaje dice que no hubo víctimas, que sólo fue un aterrizaje de emergencia. Hay esperanza. Las voces de la radio y la televisión siguen hablando pero sin dar nada por seguro. Luego los informes comienzan a mencionar a "algunos" sobrevivientes y el teléfono suena aún más.
Aline cree que Filipe está vivo. Ella cree que lo puede sentir. Ha conocido a Filipe desde que eran niños. En su primera cita, él la llevó a ver cerdos. Algunas de sus amigas creyeron que era raro, pero ella entendió. Los cerdos estaban en una granja que la familia de él tenía en las afueras de Gravataí, cerca de Porto Alegre. Filipe imaginaba que algún día podría convertir la granja en un campo de fútbol para la comunidad. Pensaba construir él mismo los vestuarios. Instalaría las metas y los niños podrían venir y jugar. Organizaría campamentos y clínicas. Sería su forma de compartir.
Así que en esa primera cita, cuando eran solo adolescentes, Filipe le estaba mostrando a Aline su sueño. Ella pudo sentir su pasión, su ambición, ese día. Sintió su entusiasmo. Y ahora, en medio de la noche, todavía lo siente. Cuando la TV dice que un defensa está entre los sobrevivientes, está segura de que es Filipe. Está segura de ello. Cuando la TV dice que es Neto, ella se siente feliz, porque eso quiere decir que uno de los amigos de Filipe también sobrevivió.
Ella va a la casa de Rosangela. Rosangela está casada con Cléber Santana, el capitán del equipo. Filipe y Cléber Santana son muy amigos; cuando Cléber Santana fue reemplazado hacia el final del partido contra São Paulo, Filipe recibió el brazalete de capitán y terminó el partido como líder del equipo.
Aline va a recoger a Rosangela, y ellas dos irán al estadio juntas para esperar más novedades con las otras esposas. Cuando ella entra a estancia de Rosangela, el televisor está encendido. Rosangela está sentada allí. Aline la mira y luego mira al televisor y escucha al periodista decir "No hay más sobrevivientes". Mira fijamente al televisor por uno, dos o tres segundos. Luego, Aline gime y se cae al suelo desmayada.
Después de 20 minutos, Aline y Rosangela se recuperan y van al estadio. Se sientan en el vestuario, junto a las esposas, novias, madres y padres. Todas las personas relacionadas con el club han llegado al estadio, porque nadie sabe a qué otro lugar acudir. Hasta Chiquinho está allí. Graziele está histérica. Alguien le dice, "Sé fuerte, Grazi, por el bebé". Un asistente de los vestuarios comienza a reunir la ropa de los jugadores, poniendo las cosas en bolsas.
En un rincón, está Marina. Se siente desgarrada. Jacqueline, Val, Susanna, Aline, Rosangela - todas están llorando. Marina también está llorando, pero su prometido, Alan Ruschel, está vivo. El médico del equipo llevó a Marina aparte y le dijo que Alan estaba siendo operado en Colombia. Ella no sabe los detalles de la cirugía, pero sabe que Alan está vivo. Trata de reconfortar a sus amigas, de abrazarlas, pero ellas saben que su prometido no está muerto, como los esposos de ellas. Saben que ella no perdió a un ser querido y, ya mismo, es diferente.
Cuando el hombre que está juntando la ropa de los armarios llega al de Alan, Marina lo detiene. Él parece confundido. Ella mira a su alrededor y trata de susurrar. "No", le dice murmurando. "No. No te lleves esta ropa".
Rafael Henzel no sabe lo que ha sucedido. Tampoco sabe exactamente dónde está. Pero ve luces moviéndose y escucha voces extrañas y trata de llamar. "¡Estoy aquí!" grita. "¡Estoy aquí!".
Llama a su colega de la radio, a su amigo. "¿Renan? "¿Renan? Renan Agnolin, su socio, estaba sentado junto a él en el avión. Pero Rafael ya no lo puede ver. Llama una y otra vez a Renan, pero no tiene respuesta.
Lentamente, Rafael comienza a darse cuenta que hay árboles a su alrededor. Luego, ve caras. Hay cinco, seis hombres. Hay una mujer. Están hablándole y tirando de sus ropas. Les grita, "¡No me rompan la camisa! ¡No corten mis pantalones!" Está preocupado por perder la única muda de ropa que trajo a Colombia. Le dicen que va a estar bien, que lo van a ayudar. Uno sigue gritando, "¡No te duermas, Rafa! No te duermas!".
Rafael no sabe que él estaba en la parte de atrás del avión, la que se clavó en la blanda tierra del lado más próximo de la montaña. No sabe que la altura y la niebla y el barro hicieron imposible que los helicópteros aterrizaran en el sitio del accidente y que pasaron horas antes de que los rescatistas pudieran llegar. No sabe que él será retirado del sitio en la caja de una camioneta, porque las ambulancias no pueden llegar hasta donde él está.
Cuando llega al hospital, tiene una vaga comprensión de lo que ha ocurrido, pero no sabe datos específicos. Sabe que el avión se accidentó, pero los médicos no le dicen cuántas personas han muerto. Él no sabe que Alan Ruschel le preguntaba a los médicos, "¿Dónde están mis amigos?" mientras lo llevaban al quirófano. Él no sabe que a Follmann, el guardameta suplente, le amputarán la pierna de la rodilla para abajo ni que un médico describirá a Neto como "actualmente" vivo ante un reportero de televisión, porque no quiere parecer impertinente. Rafael no sabe que Danilo sobrevivió al accidente y fue rescatado, solo para morir en el hospital.
Un día después, llega la mujer de Rafael y pasa su dedo por la cara de él, donde una rama de árbol o un objeto filoso ha dejado una herida sobre su ojo derecho. Tiene su abdomen hinchado a causa de sus siete costillas fracturadas y un tubo en su garganta y está sedado. Ella lo mira y le dice, "Vine a buscarte", y los ojos de él se llenan de lágrimas.
Ella quiere que él se concentre en sí mismo, en su propia recuperación, así que ella y los médicos le van contando lo sucedido en etapas. Tres días después del accidente, Rafael se entera de que solo hay unos pocos sobrevivientes. Nadie le dice a él exactamente cómo es que cayó el avión. Nadie le dice a él que hay tantos ataúdes en la casa funeraria San Vicente de Medellín, que han tenido que ubicarlos en el garaje de estacionamiento porque no hay lugar en la sala. Nadie le dice que se han cancelado las clases durante dos días en Chapecó y que los residentes están haciendo vigilia todo el día en el estadio y que los niños han escrito tarjetas y hecho dibujos que se apilan alrededor de las puertas. Nadie le dice que la ciudad está de luto.
El sábado, cinco días después del accidente, Rafael finalmente mira la lista, finalmente lee todos los nombres. Esa mañana, tres aviones Hércules C-130 de la Fuerza Aérea Brasileña llegan a Chapecó con los cuerpos. Los ataúdes son cargados en varios camiones, una docena o más en cada uno y llevados desde el aeropuerto al estadio. Envueltos en blanco y cubiertos de plástico por la lluvia, los ataúdes son transportados por los soldados.
Chiquinho y sus hombres han dispuesto las flores y los banderines. También dejaron colocados los postes de una sola meta en el campo - la que Danilo ocupaba cuando hizo la atajada contra San Lorenzo que envió a Chape a la final. La esposa de Danilo coloca una fotografía de él en la puerta de la meta. El padrino del hijo de Danilo golpea el travesaño con los guantes de Danilo. Bajo la carpa, la madre de Danilo abraza al padre de Filipe y susurra, "¿Por qué tuvo que hacer esa atajada en el último minuto?".
El presidente de Brasil está presente. El presidente de FIFA está presente. Cerca de 100,000 personas, o casi la mitad de la población de la ciudad, están dentro del Arena Condá o afuera de él. Hay cobertura periodística de todo el mundo en el homenaje.
Había 77 personas en el avión. Veintidós eran jugadores de Chapecoense y tres sobrevivieron. Otros veintitrés eran entrenadores o personal del equipo y había otros dos invitados del equipo. Había 21 periodistas, incluyendo a Rafael, y estaba la tripulación del vuelo, todos quienes perecieron, excepto una azafata de vuelo y un técnico de mantenimiento. De los 71 fallecidos, había 64 brasileños, cinco bolivianos, un venezolano y un paraguayo. Cincuenta ataúdes vinieron a Chapecó; los restantes fueron transportados a otros lugares para distintos servicios.
En el hospital, Rafael no mira el homenaje en la televisión. No ve el exterior del estadio envuelto en una gigantesca cinta negra. No escucha los discursos donde el alcalde compara la lluvia a las lágrimas de Dios. No puede soportar nada de eso. Es demasiado reciente. En cambio, se queda mirando la lista, leyendo los nombres de sus amigos una y otra vez.
Aline Machado fue al aeropuerto para ver cómo bajaban el ataúd de Filipe del avión militar, luego fue al estadio, se siente extraña, no quiere estar cerca de las personas de Chape, no quiere hablar de cómo el club debe tener "força, força," o fuerza ante la tragedia. Aline no quiere ser fuerte. Ella está enojada.
Ella tiene tantas preguntas, hay tantas cosas que no tienen sentido para ella. Dos se destacan: ¿Por qué un equipo brasileño contrató a una aerolínea boliviana para viajar a Colombia? ¿Y en qué estaba pensando el piloto?
El padre de Filipe, Osmar, también está muy enojado. Filipe murió el día del cumpleaños de Osmar. Osmar no puede dejar de leer los informes periodísticos sobre LaMia y el piloto. En pocos días, él lee que LaMia era una aerolínea venezolana que había quebrado dos veces y cuyo nombre había sido vendido a inversionistas bolivianos para relanzarla en 2015. Se entera que tenía tres aviones y que solo uno estaba en condiciones de volar. Se entera de que el piloto, Miguel Quiroga, tenía problemas con la fuerza aérea boliviana por haber abandonado su servicio militar antes de tiempo, sin explicaciones. Y se entera de que Miguel Quiroga también era uno de los propietarios de LaMia.
Esto lo enfurece. Le dice a Aline, "El piloto es un asesino", mientras escucha más y más noticias en la televisión y la radio. La mayoría de los accidentes aéreos incluyen un incendio masivo porque el combustible explota, pero los investigadores dicen que todos los medidores de combustible de LaMia que se encontraron en el lugar del accidente estaban "bajo cero", por lo que no hubo ni incendio ni explosión. El plan de vuelo oficial que presentó Quiroga es objeto de un minucioso análisis y los investigadores piensan que Quiroga informó una cifra del peso del vuelo inferior a la real. Además, el tiempo máximo de vuelo antes de que el combustible se agotara -- 4 horas, 22 minutos -- fue anotado como la duración exacta del vuelo, sin calcular una reserva de seguridad para el caso de que fuera necesario dar vueltas en el aeropuerto de llegada para permitir el aterrizaje de otro avión.
¿Por qué se estrelló el avión? Osmar se estremece cuando lo dice: Se quedó sin combustible.
El club hace declaraciones acerca de que LaMia había transportado a otros clubes de fútbol en América del Sur y que era acreditada. Solo había uno o dos días entre ganar la semifinal y el viaje a Colombia, afirman, y por eso el tiempo para tomar decisiones sobre los planes de viaje era escaso. El equipo ya había volado con LaMia antes en el torneo y había estado satisfecho. Les agradó que LaMia pusiera el logo de Chape en el avión y en el respaldo de los asientos. El club dijo también que usar una aerolínea "charter" era más eficiente, porque significaba que el equipo podía partir inmediatamente después del partido y volver más rápido que si tuviera que esperar el horario de un vuelo comercial al día siguiente.
Estas explicaciones no satisfacen a Osmar ni a Aline, y Osmar se enfurece cuando lee acerca de los interrogatorios que la policía boliviana hace a unos pocos empleados de LaMia. También se ha iniciado una investigación de la controladora de vuelo. No hay ningún comunicado oficial de LaMia, pero parece tan sencillo, le dice Osmar a su familia: Todo fue cuestión de dinero. Chape voló con LaMia, dice él, porque era un poco más barato que contratar un vuelo charter con Gol o con otra aerolínea comercial brasileña. Y Quiroga no se detuvo para recargar combustible cuando lo debería haber hecho, porque no quería gastar su propio dinero. Quiroga trató de llevarlo al límite para ahorrar dinero, dice Osmar, y por eso su hijo está muerto.
Aline habla con un abogado. Hay discusiones sobre demandas, sobre acciones legales. Hay reuniones. Algunas otras esposas y familiares están interesados, pero mucho solo quieren seguir adelante, tratar de imaginarse cómo recomponer sus vidas sin sus maridos, o hijos o hermanos.
Aline también quiere seguir adelante, pero cada vez que sale de la habitación, Antonella se pone tensa. Cada vez que ella va a la tienda, Antonella llora nerviosamente. En la fiesta de cumpleaños de "Paw Patrol", Aline estará sola. Y en la granja de Filipe, los vestuarios están sin terminar, y el pasto necesita ser cortado y el campo todavía está sin las rayas marcadas. Cada vez que Aline va allí, para dejar correr a Antonella o simplemente para mirar el campo, siente que está mirando un cuento que termina en medio de una oración.
Es por eso que Aline no puede seguir adelante. Y por eso sigue hablando con el abogado, sigue haciendo preguntas, aunque no encuentre respuestas. Cada vez que ella le pregunta a alguien del club sobre lo sucedido, le responden que todos los directores de Chape que tomaron la decisión de usar a LaMia estaban en el avión. Le dicen que todos los directores que tomaron la decisión están muertos.
Cincuenta y cuatro días después del accidente, Rafael Henzel vuelve a entrar caminando a su cabina de radio. Es el 21 de enero, y está usando una camisa liviana y un sombrero con un cordón verde sosteniendo su credencial alrededor de su cuello. Sus siete costillas rotas todavía están soldándose, pero sus pulmones están fuertes. Antes de colocarse los auriculares, se sienta y hace una pausa; piensa en Renan Agnolin, que estaba junto a él en el avión.
Hoy se disputará un partido. Es un partido de pretemporada, Chape contra Palmeiras, el actual campeón nacional, en Arena Condá. El estadio está lleno. Chiquinho ha pasado horas en el campo, determinado a convertirlo en un palacio. Parece extraño - un nuevo equipo, una nueva época - pero Chiquinho quiere que esté bonito, aunque él no conozca a estos jugadores. Pitico falta y no ha sido visto desde la tragedia y Chiquinho se pregunta si será porque él tampoco reconoce a los nuevos jugadores.
Antes del partido, hay una ceremonia. Alan Ruschel y Neto y Follmann salen al campo de juego. Neto tiene una cicatriz en la nuca, que se ve porque tiene su cabello afeitado alrededor de ella. Follmann está en una silla de ruedas, con su muñón derecho cubierto de vendas color beige. Está usando un cuello ortopédico negro. Alan apoya una mano en el respaldo de la silla de Follmann y camina lentamente, todavía entumecido y adolorido después de la cirugía de columna.
Los fanáticos cantan y agitan flores de origami de papel con el escudo del club en ellas. Los jugadores sobrevivientes se unen con familiares de sus compañeros de equipo en el centro del campo. Atlético Nacional cedió la final de la Copa Sudamericana a Chape, así que los jugadores de Chape son ahora "campeones eternos" - campeones eternos.
Se colocan medallas de ganadores en los cuellos de viudas e hijos. Muchas de las esposas visten las camisetas de sus maridos al revés, de manera que sus nombres están al frente. Desde su silla, Follmann levanta el trofeo mientras llora. Cuando Bárbara, la esposa de Ananias, recibe su medalla, ella grita repentinamente y levanta sus manos apuntando al cielo con dos dedos.
Los nuevos jugadores salen del túnel y entran al campo de juego. La junta de Chape se ha reconstituido y se ha elegido un nuevo presidente. Se ha contratado un nuevo entrenador, Vágner Mancini. Se organizó una nueva administración y en seis semanas se reconstruyó el equipo: 25 jugadores fueron contratados, se convocaron entrenadores y se incorporó al personal necesario.
Algunos equipos cedieron jugadores en préstamo a Chape para ayudar. Algunos jugadores que integraron el equipo al principio de sus carreras, se sintieron obligados a volver. Túlio de Melo, un renombrado atacante, había jugado brevemente en Chape en 2015 y se supone que jugaría para un equipo de Qatar en 2017. El salario es muy importante y el destino interesante. Pero entonces recibió un mensaje de su amigo Neto, mientras Neto todavía estaba en el hospital después del accidente. Decía, "El club te necesita", y Túlio de Melo vino a Chape.
El partido comienza. Los fanáticos detrás de las metas ostentan sus banderas como siempre. Ovacionar es una buena sensación. Palmeiras anota el primer gol, pero luego Chape toma un tiro libre y la pelota pasa delante de la boca de la meta, y Douglas Grolli, un jugador que creció en la academia juvenil de Chape y ha vuelto para ayudar a reconstruirlo, la empuja a través de la línea.
Hay un huracán de energía, como si todo el estadio se levantara al unísono. Algunos fanáticos gritan. Otros lloran. Muchos espectadores en las tribunas tienen colocados pequeños auriculares de manera que pueden escuchar a Rafael describir lo que sucede delante de ellos. En su cabina, los ojos de Rafael parecen salir de sus órbitas y él grita "¡Gooooooooool!".
"¡Mi corazón se desborda! ¡Mi corazón se desborda!" grita. "¡Chapecoense! ¡El equipo de nuestro corazón vuelve a nacer con un gol de su pasado!"
Graziele saca los pantalones del bebé del cajón. Son pequeños pantalones de mezclilla, pantalones color pastel y shorts a rayas. Los dobla, organizándolos en diferentes pilas. Luego los coloca de nuevo en el cajón y saca los escarpines del bebé para evaluarlos.
Ella hace esto todos los días. Es su terapia. A ella le gusta organizar la ropa del bebé y sus escarpines cuando lo siente patear. Le agrada estar en el cuarto del bebé, donde hay jirafas en la pared y una pelota de fútbol en el móvil y fotografías de Tiaguinho al lado del cambiador de pañales. A ella le agrada desordenar todo para volver a poner cada cosa en su lugar.
Su psicoterapeuta le dice que está bien. Que está bien que ella tenga una fotografía de Tiaguinho en la pared arriba de su cama para que ella sienta que él la mira mientras duerme. Está bien que ella tenga un collage de sus fotografías cubriendo la pared, cerca del cuarto del bebé para que no se sienta sola. Está bien que ella crea que su marido va a renacer como su hijo. Durante la ecografía, ella puede ver los rasgos del bebé y se siente aliviada. Ella le dice a su madre, "El bebé tiene los ojos de él".
El bebé nacerá en julio. Tiaguinho tenía esperanzas de que naciera el 22 de julio, porque ese era el cumpleaños de su padre, y ahora Graziele también espera que sea así. Ella también ha decidido que el nombre del bebé sea Tiago. Era obvio; en enero, sus amigos y familiares organizaron una fiesta de revelación de género y cuando ella cortó el pastel y vio que el interior era celeste, todos gritaron "¡Tiago!" y arrojaron confetti. Ella lloró. Ella quiere llevar una fotografía de Tiaguinho a la sala de partos. Ella quiere que su esposo esté allí también.
Graziele no ama el fútbol. Ella sigue a Chape un poco, pero ahora vive en Bom Jardim, su ciudad natal a unas tres horas al noroeste de Río. No se mantiene en contacto cercano con las otras esposas de Chape. Tiene a sus padres y a los padres de Tiaguinho cerca. Tiene a Tiago en su vientre. Tiene sus fotografías. Tiene mensajes de voz de Tiaguinho en su teléfono que ella escucha debajo de las cobijas.
Aline Machado también se fue de Chapecó. Aline está en Gravataí, con Antonella. Ella mira "Paw Patrol" con Antonella, y cuando Antonella pregunta por Filipe, ella le dice que Filipe está en el cielo. Aline le dice que él está con el papá de Nina y con el papá de Julia, para que Antonella no sienta que es la única. A veces a la noche, antes de ir a la cama, Antonella mira por la ventana y señala una estrella y dice, "Mira a papá".
La vida de Aline y la vida de Graziele siguen sin Chape. Lo mismo sucede con la vida de Rosangela y la de Val y la de tantos otros. Se alejan por el accidente. Necesitan hacerlo.
Otros se quedan. Chiquinho todavía cuida el subsuelo y la capa superior, todavía vigila el sistema de drenaje cuando llueve. Después de unas pocas semanas, él y sus hombres guardaron las mantas y desarmaron la pequeña casilla cerca del cobertizo con los rastrillos. Su perro, Pitico, se ha ido, y Chiquinho entiende. Pero todos los días, al anochecer, cuando viaja en el autobús a su hogar después de trabajar, Chiquinho mira por la ventanilla, estirando su cuello con la esperanza de poder ver a Pitico, corriendo, jugando y persiguiendo a los pájaros que vuelan bajo.
Follmann se queda. Ya no usa el cuello ortopédico y tiene una prótesis alemana y ya camina bien con ella, así que no necesita una silla de ruedas. Aparece en un programa matutino de la televisión brasileña y hace gala de su voz como cantante. Se ríe, igual que antes del accidente, y dice que está considerando una carrera como Paralímpico. Hace bromas diciendo que no va a tener problemas, porque su pierna de hierro no se cansa nunca.
Alan Ruschel y Neto también se quedan. Hacen rehabilitación y se entrenan, transpirando por el trabajo extra durante las prácticas. Miran a los nuevos jugadores disfrutar del público en Arena Condá, recibiendo energía de los cánticos y las canciones y del ritual, en el minuto 71 de cada partido, cuando los fanáticos gritan "¡Vamos-vamos-Chape!" una y otra vez, en homenaje a las 71 personas que murieron en el accidente.
Ven cómo el equipo gana o empata 20 de sus primeros 24 partidos, y trabajan con más fuerza. Marina está nerviosa por la columna de Alan, pero va a los partidos con él y mira y canta en el minuto 71, también, porque sabe que él está determinado; los entrenadores piensan que podría estar listo para jugar a mediados del verano. Rafael Henzel le ha dicho a Alan y a Neto que está ansioso por anunciar sus nombres otra vez.
Dentro del equipo, los entrenadores han tomado una decisión: No hablan más de la tragedia. Lo hicieron durante un mes aproximadamente en enero, pero luego decidieron que el vestuario debía mirar hacia el futuro. "Necesitamos escribir nuestra propia historia", le dijo el nuevo entrenador a los nuevos jugadores, incluso si es con algunos de los anteriores integrantes.
Y por eso, que en cada partido como local, Chape seguirá haciendo la concentración en el Hotel Bertaso. Los entrenadores seguirán hablando de estrategia y tácticas. Los jugadores seguirán sentándose en la estancia del segundo piso, tocando música y enviando mensajes de texto y ocupando el tiempo hasta que el autobús emprenda el corto viaje hasta el estadio. Y entonces, mientras se acerca el puntapié inicial, seguirán saliendo a jugar en el mismo campo en que lo hicieron quienes los precedieron, el campo que Chiquinho prepara sembrando y cortando y regando esa área rala en el extremo.
Epílogo
El 26 de octubre de 2017, cerca de un mes antes del aniversario del accidente, fiscales brasileros anunciaron que una investigación no produjo evidencias de "negligencia o conducta imprudente" por parte de los ejecutivos del Chapecoense al contratar a la línea aérea LaMia, esencialmente liberando al club de cualquier responsabilidad en el incidente.
Miguel Quiroga, piloto del avión y co-propietario de LaMia, sigue siendo el principal blanco de las acusaciones de muchos familiares de las víctimas. No obstante, falleció en la tragedia.
Cinco personas, incluyendo a Gustavo Vargas Villegas, ex oficial de la aviación boliviana quien presuntamente habría conseguido la licencia de LaMia mediante tráfico de influencias, al igual que su padre, fueron acusados penalmente tras los sucesos. Gamboa, quien confronta problemas de salud, se declaró culpable a uno de los cargos en su contra bajo la esperanza de recibir prerrogativas. Se encuentra esperando sentencia.
Un informe completo sobre la tragedia emitido por la Aeronáutica Civil colombiana no ha sido publicado aún. Un informe preliminar indicó que era claro que "un error humano" causó el incidente y consiguió varias irregularidades en el vuelo, siendo la más notable su plan de vuelo ilegal, el cual establecía un itinerario más allá de la distancia permisible para la aeronave, al igual que una altura prohibida. El análisis completo (que debería incluir conclusiones más contundentes sobre lo ocurrido y qué pudo haberse hecho para evitarlo) estaba pautado para ver la luz en abril, sin embargo, ha sido objeto de varias demoras. Ahora, se estima será publicado en la primera semana de diciembre, más podría experimentar un nuevo retraso.
Varias demandas interpuestas por familiares de las víctimas han caído en marasmos burocráticos similares. Representantes de un grupo de 16 familias que han unido esfuerzos indicaron a la agencia Reuters que se sienten "abandonados" y frustrados porque han recibido poca compensación por parte de las compañías de seguro. (De acuerdo a CNN, la póliza de seguros de LaMia se encontraba vencida al momento del accidente y no incluía cobertura a vuelos a Colombia).
En el caso de los individuos vinculados a la tragedia, al igual que el propio club, el último año ha servido a fin de intentar recuperarse de lo ocurrido. El nuevo Chapecoense ganó el campeonato estatal, pero ha tenido dificultades en la primera división de la liga nacional, el Brasileirao. Tras una mejoría a fines de temporada, evitó el descenso a principios de mes, y celebraron de forma familiar.
Aline Machado, esposa de Filipe, sigue viviendo cerca de su familia en Gravatai, y cría a su hija como madre soltera. Antonella cumplirá 4 años en enero. El morral de Filipe Machado fue hallado en el sitio de la tragedia y apenas fue devuelto recientemente a Aline y Antonella por las autoridades colombianas. Dentro se encontraban la billetera de Filipe, su cepillo de dientes, kit de afeitar y el perro de peluche "Paw Patrol" que Antonella obsequió a Filipe para llevar consigo durante sus viajes.
Entre los sobrevivientes, Neto continúa su rehabilitación y mantiene las esperanzas de jugar nuevamente. Alan Ruschel volvió a la cancha el verano pasado. Fue el capitán del Chape en un encuentro de exhibición contra el Barcelona en el famoso Camp Nou y, tras el cotejo, intercambió camisetas con Lionel Messi. Ha jugado en varios partidos esta temporada y anotó un emotivo gol en un amistoso contra Roma.
Jackson Follman, a quien debió amputársele una pierna tras el accidente, se ha convertido en embajador del Chapecoense y ha participado en prácticas con su prótesis. Contrajo nupcias con su novia, Andressa, en octubre pasado. Neto y Ruschel fueron los padrinos.
Rafael Henzel, el locutor radial, sigue siendo el principal comentarista en los partidos del Chapecoense. Ha escrito un libro, el cual ha sido bien recibido, titulado "Viva Como Si Estivesse de Partida" ("Vive como si fueras a morir mañana"). Se ha convertido en orador motivacional.
Chiquinho sigue siendo el cuidador del terreno del equipo, y continúa teniendo problemas con el espacio sin grama a un extremo de la cancha. Pitico, el perro lesionado que adoptaron Chiquinho y su equipo, nunca regresó tras extraviarse luego del accidente.
Finalmente, a las 9:25 a.m. del 19 de julio de 2017, Graziele dio a luz al niño de cuyo embarazo Tiaguinho se enteró a una semana antes de la tragedia. El bebé pesó aproximadamente 8 libras y midió 19 pulgadas de altura. Tras el parto, Graziele pidió permanecer a solas en su habitación con una foto de Tiaguinho y su hijo a fin que pudieran experimentar juntos el ser padres.
Graziele le puso al niño el nombre de Thiago (tiene los ojos de su padre) y tiene previsto criarle en Bom Jardin. Allí, asistirá a la misma escuela donde sus padres se vieron por primera vez.