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Junior Seau, víctima de daño cerebral y la negligencia de la NFL

Su sonrisa mostraba a una persona feliz, lista para disfrutar de su vida después del futbol americano y así ver crecer a sus cuatro hijos.

Al final de cuentas, eso sería lo lógico para un ser humano como Junior Seau, quien nació con los dones especiales, dedicación y disciplina para jugar un deporte física y mentalmente demandante al más alto nivel y que así logró formarse un futuro para él y los suyos.

Sin embargo, detrás de su sonrisa, Junior escondía a una persona distinta a la que todos veían en la superficie y el 2 de mayo de 2012, el ex jugador de los Chargers, Dolphins y Patriots no pudo más y decidió anular su futuro y cambiar el de su familia.

Ese día, Junior se dio un disparo en el pecho y fue hallado sin vida en su casa de San Diego por su entonces novia. Tras las indagaciones, las autoridades confirmaron el suicidio del ex linebacker.

Sin embargo, el motivo que llevó a Junior a acabar con su vida no estuvo claro hasta que se determinó que su cerebro, donado por su familia para ser examinado, sufría de encefalopatía traumática crónica (ETC o CTE, por sus siglas en inglés), enfermedad degenerativa provocada por constantes golpes en la cabeza.

Irónicamente, la ETC se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza para la NFL por más de una década y lo será por varios años, pues las medidas para evitar daños al cerebro por la cantidad de golpes que recibe en las prácticas de futbol americano, cada semana en los juegos y durante los años que una persona practica este deporte sólo los reducen, pero no los desaparecen.

Más de 2,000 ex jugadores y familiares de otros ya fallecidos presentaron demandas por separado contra la NFL y se unieron para hacerlo colectivamente por los daños cerebrales y las repercusiones (depresión, ansiedad, pérdida de memoria, trastorno de la personalidad, conducta errática, problemas de atención y motores, entre otro) que han provocado una reducción en su calidad de vida.

Pero estos ex jugadores, que ganaron la demanda por $765 millones en 2013, según la NFL, no están molestos por los síntomas que han sufrido desde sus días en el campo sino por la manera en que la liga manejó la situación durante décadas.

Desde antes de cometer suicidio en 2002, cuando su vida tomó un giro negativo que lo llevó a vivir en varias ocasiones en la calle, el caso del ex centro de los Pittsburgh Steelers, Mike Webster, llamó la atención y comenzó a despertar suspicacias sobre los daños cerebrales provocados por el repetido golpeo a la cabeza en el futbol americano.

La NFL escondió datos e información básicos para el conocimiento del ETC y su tratamiento y, sobre todo, para advertir a los jugadores ya en activo, a prospectos colegiales y jóvenes y niños que se iniciaban en el deporte, sobre los riesgos en la práctica del mismo.

Varios de estos ex jugadores acusan a los equipos y a la liga de forzarlos a volver al campo o a jugar una semana después de sufrir una conmoción sin haberles informado de la gravedad de la lesión y su conexión con otras enfermedades cerebrales. Evidencia de que la NFL conocía ya la gravedad del asunto es que en 1994, el entonces comisionado Paul Tagliabue creó el Comité de Lesiones Cerebrales Traumáticas de Media Intensidad, actualmente llamado Comité de Cabeza, Cuello y Espina Dorsal.

Sin embargo, no fue hasta 2002, cuando el doctor Bennett Omalu, patólogo forense, cofundador del Instituto de Investigación del Daño Cerebral y sobre quien se inspiró la película de nombre “Concussion” de 2015, estudió el cerebro de Webster y descubrió el ETC en jugadores de futbol americano, que la liga, bajo mucha presión pública, comenzó a revelar datos e información y a tomar acciones para reducir el riesgo de daño cerebral en sus jugadores.

Desde ese momento, Omalu encontró daños cerebrales en los cerebros de otros ex jugadores ya fallecidos y las investigaciones de la NFL y otras instancias independientes sobre el daño provocado por los repetidos golpes en la cabeza fueron más intensas y han tenido hallazgos considerables y favorables, aunque otros cuestionables, así como medidas de prevención:

- El comité de lesiones cerebrales creado por Tabliague descubre en 2005 que regresar al campo luego de sufrir una conmoción no significa que vaya a haber un riesgo importante de sufrir otra lesión en el mismo juego o durante una temporada.

- La NFL creó en 2007 una guía para el tratamiento de conmociones que incluye una línea abierta de teléfono para reportar cuando un jugador es obligado a regresar al campo contrario a la orden médica.

- El actual comisionado, Roger Goodell, fue llamado a comparecer al Congreso de EEUU y defendió el protocolo para el tratamiento de conmociones y miembros del Comité de Cabeza, Cuello y Espina Dorsal niegan que repetidos impactos en la cabeza tengan repercusiones a largo plazo.

La tecnología en los nuevos diseños de cascos, así como el énfasis en las reglas que buscan minimizar los contactos a la cabeza han ayudado a estabilizar el número de casos de conmoción en la NFL, pero es un logro mínimo. De 2012 a 2015, el número de conmociones diagnosticadas se ha mantenido entre 206 y 271.

En los últimos años, los síntomas de ETC son casi una regla en los cerebros de ex jugadores fallecidos por distintas circunstancias.

La NFL ha tomado medidas para tratar con mayor eficacia las conmociones, como enviar a un neurólogo independiente a cada partido y obligar a los equipos a tener otro en el campo para examinar conjuntamente a un jugador que haya sufrido una conmoción o detectar un posible caso, si es que un jugador decide no informar de algún síntoma para no salir del campo.

Sin embargo, la liga sentó un mal precedente al actuar con negligencia en el pasado sobre este tema y así ha provocado retiros prematuros de varios jugadores ante la posibilidad de sufrir daños cerebrales irreversibles y que padres decidieran que sus hijos no jueguen futbol americano por la misma razón.

Hasta 2016, la NFL reconoció públicamente la conexión entre el ETC y el futbol americano.

La muerte de Seau, jugador de alto perfil, disciplinado y exitoso, llamó la atención de propios y extraños, pues se trataba de un ser humano que lo tuvo todo como jugador, que cumplió el sueño de miles de atletas que desean tener la oportunidad de experimentar lo que es jugar en la NFL y que había construido un futuro estable para él y su familia.

Lamentablemente, su suicidio no será el último. Los síntomas provocados por el ETC suelen ser visibles –y dolorosos— para quienes conviven más con quien los experimenta y pedir ayuda no es fácil.

Desde afuera del campo, lo único que nos resta a quienes nos gusta el futbol americano es estar conscientes de que, aunque se trate de un deporte y un espectáculo, quienes se ponen un casco son seres humanos con familias e historia detrás de ellos y capítulos por escribir en ella con la esperanza de que sus sonrisas nunca se borren de sus rostros.

Al menos así es como preferimos recordar a Junior Seau.