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La historia del primer juego de la NFL en México que nunca se jugó

Alvin Haymond, el regresador de patadas de los Eagles, es tacleado por los Lions luego de una carrera de 27 yardas en el cuarto periodo.

 Salvatore C. DiMarco, Jr/Special Collections Research Center/Temple University Libraries/Philadelphia, PA

¿Cómo empezar?

Era el mejor de los tiempos y el peor de los tiempos…

No, esto es, después de todo, un artículo sobre un encuentro de pretemporada en la NFL entre dos equipos que tenían récord combinado de 11-14-3 en la temporada previa.

Sin embargo, sí es una historia de dos ciudades. Si bien no es arrolladoramente cautivante como una gran novela, este relato sí cuenta con suspenso, misterio, motines en las calles, acciones desinteresadas…

Y tiene significado histórico. Se trata de la primera ocasión en la cual la NFL intentó jugar un partido de fútbol americano en México.

Vale la pena contar esta historia nuevamente porque la NFL estará de vuelta por novena ocasión (tercera en la temporada regular) este domingo, cuando los Oakland Raiders se enfrenten a los New England Patriots en el Estadio Azteca de la Ciudad de México, el mismo sitio en el cual se preveía que los Philadelphia Eagles jugarían contra los Detroit Lions el 11 de agosto de 1968.

Y al igual que la escena de finales del Siglo XVIII de “Historia de dos ciudades” le recordaba a Charles Dickens el mundo a mediados del Siglo XIX (“el periodo se parecía mucho al periodo presente”), esta historia, escenificada en un tiempo tormentoso, suena familiar. México y los Estados Unidos estaban profundamente divididos internamente, tratando de superar una tormenta de protestas. Entonces, al igual que ahora, la política y el deporte se mezclaban con unos Juegos Olímpicos cerca en el horizonte. En 1968, al igual que en 2017, había un “Hombre Cohete” involucrado.

Quizás la mejor razón para recordar, es con el fin de reconocer a varios héroes que no han recibido suficiente mérito. Es probable que ya hayan escuchado los nombres presentes en el campo: Mike Dikta, Norm Snead, Tim Rossovich con los Eagles; Alex Karras, Greg Landry, Lem Barney con los Lions. Sin embargo, no fueron estos jugadores los que salvaron el día, los que tuvieron que mover cielo y tierra para poder celebrar ese partido a más de 2,000 millas de distancia y 72 horas tras su cancelación.

Esa tarea le correspondió a gente en vestimenta laboral detrás de cámaras, quienes se aseguraron que el espectáculo pudiese continuar. Personas tales como el gerente de boletería de los Eagles Leo Carlin.

“Oh, Dios, no he pensado en ese partido durante años”, dice Carlin, ahora de 79 años y apenas retirado recientemente. “Solo mencionarlo me hace sudar”.


ESTA ES LA PRIMISA. La NFL sentía el amor desde el sur de la frontera. México tenía sus equipos de fútbol americano universitario, como las Águilas Blancas, mientras que los Dallas Cowboys, fundados en 1960, ya contaban con un sólido grupo de seguidores.

Cuando la liga empezó a sondear la opinión de sus equipos con respecto a jugar un encuentro de exhibición en Ciudad de México, 10 de sus clubes expresaron su interés, al igual que un promotor de nombre Jim Oliver. No escatimó en fastuosidades, contratando a un sujeto apodado “Rocket Man” (Hombre Cohete) para que actuara en el medio tiempo, junto al cuerpo de baile de las Apache Belles, oriundas de Tyler, Texas, y el Ballet Folklórico de México.

La cadena CBS transmitiría el encuentro, despachando un equipo con seis cámaras, grabadora de video y la capacidad de mostrar repeticiones a cámara lenta. La venta de boletos fue mejor de lo esperado para el estadio con capacidad para 105,000 personas. De acuerdo con un informe de la época, se había conseguido colocar 70,000 asientos a mitad de semana.

Sin embargo, varios problemas comenzaron a surgir. Se debieron usar postes de gol de los años 40. Los representantes de relaciones públicas de ambos equipos debieron invertir horas mostrando a los cuidadores del terreno como alinear el campo de forma apropiada.

También hubo rumores que el precio de admisión general de 5 pesos (aproximadamente 40 centavos de dólar) fue tan bajo que, a la hora de hacer cuentas, los organizadores entendieron que iban a sufrir pérdidas sustanciales.

Sin embargo, la mayor preocupación era el ambiente que se sentía en la Ciudad de México. A fines de julio, varios días de protestas estudiantiles en contra de la brutalidad policial resultaron en motines y violencia mortal. Se temía que se desencadenaran protestas en el partido, lo cual no sólo podría incitar nuevos motines, además del bajón en el entusiasmo previo a los Juegos Olímpicos de verano, pautados para arrancar el 12 de octubre.

En una entrevista con la reportera de ESPN Deportes Karla Cruz, el veterano comentarista José Ramón Fernández recuerda: “La tensión era muy fuerte en ese momento. El gobierno temía que algo iba a pasar durante los Juegos Olímpicos. La situación era caótica, con los Juegos Olímpicos de por medio, el movimiento estudiantil y un gobierno represivo que solía esconder todo”.

A las 2 de la tarde del jueves 8 de agosto, tres días antes del encuentro, los periodistas y oficiales se reunieron en el estadio para lo que pensaban sería una conferencia de prensa de rutina. No obstante, Jim Oliver, el promotor, entró a la escena. De acuerdo al publirrelacionista de los Lions Lyle Smith: “El entró y dijo: ‘Pues bien, el partido se cancela’”.

Las autoridades mexicanas tomaron la decisión sin consultar a Oliver. “Creo que temían tener a 105,000 personas metidas en un mismo lugar”, dice Smith. Ricardo Medrano, gerente general de la Asociación de Fútbol Americano del Distrito Federal, hizo el anuncio oficial a las 2:30 p.m. El partido se canceló por “motivos de fuerza mayor”.


HAY MUCHAS JUGADAS veloces y rotas en el fútbol americano, pero nada había preparado a la NFL para esta. Las partes involucradas querían recuperar al menos una parte de sus inversiones significativas. Los entrenadores Joe Schmidt, de los Lions, y Joe Kuharich, de los Eagles, sentían que ambos equipos necesitaban el fogueo. Los jugadores también estaban ansiosos de recibir un cheque que podía llegar hasta a $350 para los veteranos de cinco años de servicio. ¿Podrían rescatar el partido en apenas tres días?

Cuando conocieron de la mala noticia, los Eagles ya habían abandonado su campo de entrenamiento en Reading, Pensilvania, y habían ingresado a un motel cerca al aeropuerto para luego volar a la Ciudad de México en tempranas horas de la mañana siguiente.

“Teníamos todo listo”, dijo al día siguiente Norm Snead, mariscal de campo titular de los Eagles. “Estábamos emocionados por ir. Al menos, yo sé que lo estaba. Mi única experiencia en México es conocer Tijuana”.

El primer ítem en la lista era conseguir un nuevo escenario. Los Lions serían el equipo de casa en México. Sin embargo, su arena en Detroit, el Tiger Stadium, estaba ocupado por los Tigres de las Grandes Ligas de Béisbol. Por ende, el partido debía celebrarse en Filadelfia. El viernes 9 de agosto, bajo un titular en la primera página de la sección deportiva del diario Philadelphia Inquirer que rezaba “México prohíbe el partido Eagles-Lions del domingo”, el redactor Roger Keim citó a Joe King, vicepresidente y gerente de negocios de los Eagles, afirmando: “Si no podemos conseguir el Franklin Field, no habrá partido. El estadio John F. Kennedy no está disponible. Si jugamos, los boletos se venderán por estricto orden de llegada. No hay otra manera de hacerlo”.

Para poder conseguir jugar en el Franklin Field, propiedad de la Universidad de Pensilvania y hogar regular de los Eagles en aquel momento, necesitaban la aprobación del director atlético de la casa de estudios, Fred Shabel, ahora vice director de Comcast Spectacor. “Honestamente, no recuerdo nada al respecto”, indica. “Debo habérselos concedido”.

Ingresa Carlin. Comenzó a vender boletos para los Eagles en 1960, recién egresado de los Marines. Recayó en el joven del norte de Filadelfia la responsabilidad de cómo imprimir y distribuir boletos para el estadio con capacidad para 60,658 almas con el reloj corriendo de forma implacable.

Contaba con un detalle a su favor.


ES EL HOMBRE más agradable del mundo”, expresa Mike Evans, novato de los Eagles en 1968.

“Oh, por favor, no me avergüences”, dice Carlin.

Ambos están sentados en una sala de conferencias en el complejo de entrenamientos NovaCare de los Eagles. Leo ya está retirado, y Mike es vicepresidente senior de Evco Industries, una empresa de suministros industriales. Sin embargo, son nuevamente jóvenes, recordando ese equipo del ’68. “Tenía varios jugadores buenos”, dice Carlin. “No fue un gran equipo. El coach, Joe Kuharich, no era muy querido. Solían poner a volar aviones con pancartas que decían ‘Joe debe irse’”.

“Fui seleccionado en la novena ronda del draft, proveniente de Boston College”, dice Evans. “Centro por el tamaño de mi trasero, a los mariscales de campo les gustaba esconderse detrás de él. Pues bien, debido a mi condición de novato, estaba emocionado por estar en el campamento, y mucho más ante la posibilidad de ir a la Ciudad de México. Algunos muchachos estaban felices por viajar hasta allá, y otros estaban preocupados por la altura y el calor. Al final, era más caluroso aquí que allá”.

“Me acuerdo del calor”, dice Carlin. “Esa fue una de las razones por las cuales me puse a sudar cuando mencionaste el partido. Pero, la otra fue la presión. Mira, yo soy bueno vendiendo boletos. Hasta el día de hoy, puedo apilar una cantidad y detenerme ante cualquier número que me pidas. Si quieres 25, te doy 25. Pero esta labor fue una locura”.

“En la noche del jueves, tan pronto escuché que íbamos a jugar en el Franklin Field, llamé a la Gold Ticket Company con una orden expedita para imprimir boletos de admisión general. Sin números de fila ni de asientos. Que Dios los bendiga. Los tuve en mis manos al día siguiente”.

“Ahora, tenemos que distribuirlos. Cinco dólares para los adultos, dos dólares para los niños. Los aficionados podían ir al Franklin Field o a nuestras oficinas en el Bulletin Building entre las calles 30 y Market. Pusimos una mesa grande en el lobby y comenzamos a venderlos. Miro hacia la calle y la fila se hace cada vez más larga. Recuerden, los encuentros de local eran bloqueados entonces en la televisión”.

“Teníamos un gran problema: Nuestros abonados eran gente que esperaban tratamiento preferencial. Entonces creamos un sistema en el cual colocamos cuerdas para cerrar varias secciones del estadio, y entregamos tarjetas de 3x5 con las ubicaciones de los asientos. Funcionó”.

“Solo hubiese querido que el encuentro hubiese terminado igual de bien”, afirma Evans.

“Sí. Norm Snead se rompió la pierna en la primera jugada del partido”, prosigue Carlin.

Los Eagles perdieron 20-3 en frente de una multitud oficialmente totalizada en 12,176 personas, cercano a sus expectativas, considerando las condiciones improvisadas en las cuales se celebró el partido y el calor.

Lo que Snead no se esperaba era la condición del terreno. Ahora, parcialmente retirado a los 78 años de edad y vendiendo bienes raíces en Naples, Florida, Snead afirma: “El césped estaba seco y muy oscuro. No se había regado apropiadamente porque nadie pensaba que íbamos a jugar un partido allí. En esa primera jugada, le entrego a Izzy Lang para un pase de opción a mitad de campo, éste lanza por debajo y Lem Barney interceptó”.

“Comienza a correr por el terreno, y pienso: ‘Que alguien lo atrape, que alguien lo atrape’. Ese alguien terminé siendo yo cerca de la yarda 2. Pues, se me atascó un taco del zapato en el césped, y me rompí la fíbula izquierda. Estoy allí con la boca llena de hierba sufriendo un dolor terrible cuando el trainer, Moose Detty y el Dr. James Nixon llegan corriendo. Allí mismo, Nixon me puso la pierna nuevamente en su sitio. Me sacan en camilla. Las radiografías mostraron que el Dr. Nixon la colocó en su puesto de forma perfecta”.

El único punto positivo para los Eagles en medio de la derrota se produjo casi al punto final del encuentro. De acuerdo a lo escrito por Gordon Forbes en el Inquirer: “El más impresionante de los nuevos miembros de los Eagles fue el centro Mike Evans. Mostró su temple al pelear con el rufián de los Lions Alex Karras”.

Evans lo recuerda bien: “Marqué a Alex desde atrás para que no capturase a nuestro mariscal de campo suplente, John Huarte. Ambas bancas se vaciaron y empezó la reyerta. Estaba abajo entre la pila de gente con Alex cuando intentó morderme y escupirme en la cara. Salí desde abajo y me senté en la banca”.

“Los árbitros necesitaron 20 minutos para detener la tángana. Eran los buenos días de antaño”.

Si se luchó tanto sólo para poder jugar un partido, quizás sus hombres bien pudieron haber terminado el cotejo en el mismo espíritu.


ASÍ LAS COSAS, Snead solo faltó a tres encuentros de campaña regular y condujo a los Eagles a una sorpresa venciendo a los mismos Lions 12-0 en un Tiger Stadium hecho lodo el día de Acción de Gracias.

Las autoridades mexicanas tenían motivos de sobra para la preocupación. El 2 de octubre, 10 días antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos, cientos de estudiantes fueron asesinados por fuerzas gubernamentales en la Plaza de las Tres Culturas. Durante la celebración de los Juegos, los puños en alto de Tommie Smith y John Carlos en el podio de medallas llamaron la atención con respecto a la opresión que sufrían los afroamericanos.

Evans sería designado como Jugador Más Valioso a la ofensiva de los Eagles en 1971 y se retiró después de siete años de lucha en las trincheras de la NFL para asumir los negocios y los asuntos de la familia.

Carlin trabajó para los Eagles hasta 2015 y fue exaltado al Salón de la Fama de ese equipo en 2012. Al anunciar el honor, el propietario Jeffrey Lurie expresó: “Leo es la personificación de la lealtad. Tiene una energía asombrosa y siempre piensa en los demás”.

Y, con respecto a la NFL en México, pues bien, la liga regresó 10 años después, el 5 de agosto de 1978, para escenificar un partido de exhibición entre los New Orleans Saints y nada más y nada menos que, los Philadelphia Eagles.