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Ivis Aburto | ESPN Digital 6y

Confundir brutalidad con rivalidad en la NFL es dar la espalda a un grave problema

La NFL vive una severa crisis de indisciplina y violencia que no se resolverá con suspensiones de uno o dos juegos.

Lo que hace varios años eran episodios aislados se han convertido en una constante y el último mes, la crisis se ha acentuado con peleas, golpes ilegales, agresiones y actitudes de revancha que nada tienen que ver con los valores que supuestamente se inculcan desde las ligas infantiles.

¿Acaso no se pone al futbol americano como un deporte ejemplar en su ética de trabajo en equipo, disciplina y valores dentro y fuera del campo?

Lo que hemos visto las últimas semanas y que se acentuó con la violencia con la que jugaron los Pittsburgh Steelers y Cincinnati Bengals el lunes por la noche está muy lejos de lo que supuestamente debe ser la práctica del futbol americano a cualquier nivel.

El golpe que el receptor JuJu Smith-Schuster dio al linebacker de los Bengals, Vontaze Burfict, fue inapropiado por dos cosas: el hecho de que al inicio del partido, el linebacker de los Steelers,Ryan Shazier, tuvo que dejar el juego inmovilizado por una jugada desafortunada, lo que debió estar en la mente de Smith-Schuster cuando se quedó parado sobre Burfict con actitud de "vengador anónimo" sin saber si su rival estaba seriamente lastimado.

Un deportista profesional debe ser capaz de controlar sus emociones. Punto.

Las peleas entre el esquinero Jalen Ramsey, de los Jacksonville Jaguars, y A.J. Green, receptor de los Bengals, la que protagonizaron Aqib Talib y Michael Crabtree y que derivó en una bronca entre Broncos y Raiders, la agresión premeditada de Rob Gronkowski que le provocó una conmoción al esquinero de los Buffalo Bills, Tre’Davious White o la forma en que el esquinero de los Kansas City Chiefs, Marcus Peters, retó a la autoridad al lanzar el pañuelo de un oficial a la tribuna son casos que no se pueden pasar por alto, pues pueden crecer y provocar situaciones de mayor riesgo entre jugadores.

La NFL intenta atender el problema con suspensiones que sólo sirven para aplacar un rato las aguas, pero que no atacan el problema de origen. Es aquí donde la ética y deber moral son rebasadas por los intereses económicos.

Actitudes como las de Jerry Jones, dueño de los Dallas Cowboys, de defender a capa y espada a su corredor Ezekiel Elliott, acusado de violencia doméstica contra su novia antes de entrar a la NFL, son ejemplos claros de que en la NFL se antepone el impacto deportivo y económico al fomento de valores humanos como el respeto al prójimo, educación y respeto a la autoridad.

Escenas como las que vimos en el juego entre Steelers y Bengals no tienen lugar en la NFL, menos luego de todo lo que hemos conocido en los últimos años sobre enfermedades cerebrales derivadas de repetidos golpes en la cabeza.

Confundir la brutalidad con rivalidad en juegos de este tipo, como lo hizo Ben Roethlisberger, es darle la espalda a un serio problema de agresividad entre compañeros de profesión.

Las actitudes de violencia e indisciplina que se han acentuado las últimas semanas tienen como origen la falta de educación y valores que se inculcan desde el hogar.

No es normal que un jugador como Odell Beckham Jr. haya perdido hace dos años la calma de tal forma que decidió correr alrededor de 10 yardas para golpear casco con casco, en una clara agresión, al entonces esquinero de los Carolina Panthers, Josh Norman, por mucho que Norman lo haya provocado.

Tampoco es normal que antes de esa escena, los Panthers hayan sacado un bat de beisbol en el calentamiento para intimidar a los Giants, particularmente a Beckham, y es mucho menos normal e incorrecto que la NFL, clasifique ese juego como un “clásico” en su canal NFL Network.

El problema es serio y no lo creó la NFL, pero la liga ha hecho poco para evitarlo al permitir que jugadores con antecedentes legales sean elegibles para llegar a la liga por medio del Draft o como novatos agentes libres o no imponer sanciones más severas por reincidir cuando ya son parte de la liga.

Es claro que no es lo mismo lanzar el pañuelo de un oficial a la tribuna que golpear deliberadamente casco a casco a un rival, pero ambos son actos irreverentes de indisciplina y de nulo respeto a la autoridad que se cargan desde fuera del campo.

Es claro también que los niños y adolescentes no deben ser educados por las acciones, positivas o negativas, que hagan los atletas dentro y fuera del campo. Educar e inculcar valores es responsabilidad de los padres, que tienen la obligación de explicarles a sus hijos por qué está mal que un jugador le falte el respeto a un oficial o por qué no se debe agredir a un rival por mucho que éste provoque.

La NFL no sólo debe endurecer sus sanciones por peleas a golpes entre jugadores o por golpes ilegales premeditados, la liga debe considerar dejar de reclutar a jugadores con antecedentes de violencia dentro del campo o con antecedentes legales o dejar de seleccionar a jugadores con perfil agresivo.

¿Acaso no se aplica el test psicológico Wonderlic en el Scouting Combine para detectar si un prospecto es propenso a caer en actitudes agresivas? Ahí hay algo que no está haciendo bien la NFL.

Las familias tampoco.

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