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La hora de Tevez

Tevez, ahora juega más adelantado con Guillermo, es su chance de ser decisivo en el Superclásico Fotobaires

BUENOS AIRES -- Una vez más, el Superclásico ofrece la posibilidad de redención. Tanto River como Boca, por motivos distintos y parecidos, llegan más o menos a los tumbos al partido más importante de la Argentina.

Por lo tanto, una victoria serenaría las aguas, extendería crédito y paciencia.

El buen arranque en la Copa acaso morigere las necesidades de River, que ostenta un pobre octavo puesto en el torneo transicional de la AFA.

Boca, por el arrastre de la agonía de Arruabarrena, parece más urgido por cambiar el aire. La llegada de los mellizos Barros Schelotto impactó en lo afectivo, pero poco varió el tablero en lo futbolístico. Boca sigue sin explotar el caudal enorme que sugieren los nombres de su plantel.

En este panorama de deudas, quizá el que más necesita un desquite es Carlos Tevez.

Si bien el apoyo del público de Boca permanece firme –se trata de uno de los máximos ídolos históricos– el ahora número diez suma una larga serie de partidos de bajo rendimiento. Las excepciones fueron su aparición goleadora en San Juan y frente a Newell’s en la Bombonera. Demasiado poco para un futbolista de sus dimensiones.

A la falta de luces se adosaron algunas sospechas, esas que suelen apuntar inevitablemente a los jugadores de mayor predicamento en tiempos de crisis.

Se rumorea con malicia –y el hincha lo escucha– que cierta desidia de Carlitos obedecía a su insatisfacción con la dirección técnica.

En cualquier caso, su incomodidad era notoria. Se lo veía muy retrasado, impreciso en el pase, molesto consigo mismo. Y con escasa o nula influencia en el equipo, que espera mucho de él.

Para colmo de males, una foto publicada en estos días por la revista Veintitrés da cuenta de un momento de intimidad con lo más granado de la barra brava de Boca.

Su representante, Adrián Roucco, aprovechó el escrache periodístico para victimizar a su cliente y deslizó la posibilidad de que Tevez se vaya a mitad de año para evitar el acoso de la prensa.

Hasta aquí, la prensa, en forma unánime y persistente, sólo ha cantado loas al crack de Boca. Por lo tanto, se supone que más que contarle las costillas por sus relaciones peligrosas, lo protegerá con justificaciones diversas.

Por lo demás, Tevez está curtido en la convivencia con los periodistas. En las palabras de Roucco flota una amenaza (ojo que se pueden quedar sin Tevez), aunque no se percibe con claridad el destinatario.

Convertir un error grave en persecución equivale a invertir las responsabilidades. Un recurso eficaz para tocar el corazón del hincha y apelar a su apoyo. Mejor dicho: un respaldo extra, un plus de emergencia. Porque la adhesión de la tribuna a Tevez siempre ha sido monolítica. Ahora es el momento de devolver en la cancha –que no frente al micrófono– tanto fervor sin condiciones.

De hecho Guillermo, el DT recién llegado, lo ha forzado indirectamente a un mayor protagonismo al cambiarle la posición y ubicarlo más adelante. Allí donde se definen las jugadas y los partidos.

El Superclásico es una inmejorable oportunidad de reivindicarse. Es difícil que alguien tan sagaz como Tevez la deje escapar.