Fútbol Americano
Alejandro Caravario 8y

Otro optimista del gol

BUENOS AIRES -- El maratónico gol de Andrés Chávez ante Deportivo Cali lo pinta de cuerpo entero. Vertical, voraz, optimista y con esa cuota de desenfreno (empecinamiento, fundamentalismo) que suele celebrarse en los goleadores. Aunque hubo un plus, producto seguramente de su renovada confianza. Definió tomándose su tiempo, zafando del acoso, colocando la pelota con magistral frialdad.

Si se quiere, no fue más que una corrida. Porque el equipo colombiano le permitió galopar con la pelota setenta metros sin interponer marcas (todo un récord). Pero, a favor de Chávez –de su gran momento y de su vocación radical por el arco–, hay que decir que no bien tomó la pelota, a una distancia remota del arquero adversario, pensó en el gol. Chávez parece vivir libre de prejuicios e inhibiciones.

Como a Palermo –aunque a prudente distancia todavía de aquel gran gladiador–, esa candidez lo puede llevar a orillar el ridículo. Para ser más precisos: el límite entre el ridículo y lo heroico. Son riesgos que pocos se atreven a tomar. Luego de presentarse como un delantero de enorme potencia y gran instinto en el área durante su etapa en Banfield (donde debutó en 2010), Boca lo sumó a su escudería en 2014.

Aguerrido, goleador, de buen porte y una zurda que se permite tanto el bombazo como las sutilezas, se insinuaba como un proyecto de ídolo a la medida de un público que adora a los atletas con carácter, además de jerarquía. Desde entonces, su rendimiento ha sido desparejo. Hasta que se consolidó como actor de reparto.

Como ese suplente que está primero en la lista (cuando las papas queman), pero no da la talla para aspirar a una titularidad perdurable. Claro que la competencia en un Boca de estrellas es tremenda. A comienzo de temporada, el equipo que ahora conducen los mellizos Barros Schelotto amagaba con alinear una ofensiva digna de un cuadro europeo: Osvaldo y Tevez.

En ese contexto, tanto Chávez como Palacios, Carrizo, Pavón y demás firmas que pugnan desde el anonimato por un lugar en la vereda del sol debían ir a la cola sin derecho al pataleo. No obstante, por motivos distintos (el principal, la fragilidad física de Osvaldo) la dupla no funcionó y Boca, a partir de entonces, alterna jugadores sin dar con una fórmula satisfactoria.

Y sobre esa incertidumbre machaca una ausencia que, como suele suceder cuando las cosas no salen según los planes, se lamenta más de la cuenta: Jonathan Calleri, exilado en San Pablo y quien mejor ha dialogado con Tevez en la cancha. A causa de los resultados favorables (dos goleadas al hilo, frente a Aldosivi y Deportivo Cali), los lamentos empiezan a ceder.

Un equipo sustentable emerge tras las vacilaciones. Y en él, Chávez merece un lugar. En la delantera de tres (dos extremos y un hombre de área), dibujo clásico que complace a la dupla técnica boquense, el jugador nacido en Salto cuadra a la perfección por el andarivel izquierdo.

Su velocidad, dato singular y valioso para un jugador que suele vivir en el área, lo habilita para cumplir ese cometido. El superclásico del domingo es una buena oportunidad para que Chávez confirme su recuperación y reflote los talentos que lo trajeron a Boca. Si afianza su serenidad para elegir el final de la jugada podría convertirse en un futbolista completo.

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