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Hagan como él

BUENOS AIRES -- River finalmente impuso su enorme superioridad y logró pasar a cuartos de final de la Copa Argentina, torneo cuyo valor se proyectó vertiginosamente ya que se trata de una única vía de acceso al preciado firmamento de la Libertadores.

La polarización del fútbol argentino, expresada en la disparidad de fuerzas entre los planteles de los equipos grandes –principalmente River y Boca– y los demás, no siempre se manifiesta de manera automática ni en el resultado ni en el desarrollo de los partidos.

Ante Arsenal, River impuso su innegable jerarquía. Pero el retador aguantó más allá de su propia capacidad. El gol de Alario marca una distancia exigua entre ambos, mucho menor a la que existe entre ambos clubes.

Luego del decepcionante empate en el Monumental frente a San Martín de San Juan (un equipo que redujo la brecha hasta borrarla), Marcelo Gallardo habló de falta de intensidad.

La palabra se puso de moda. Tiempo atrás se hablaba de concentración. El concepto siempre es el mismo: esa actitud, ese plus de energía y convicción que pone de manifiesto la mayor capacidad de un equipo.

Es que a veces se confunde la paciencia –esa cátedra que dicta cada fin de semana el Barcelona, al que todos toman de ejemplo inalcanzable– con pases de escasa trascendencia, con demora por falta de ideas. Esas transiciones requieren, en algún momento, cambio de ritmo, otro nervio para desbaratar el equilibrio, para despertar el partido.

Gallardo tiene a mano un caso de alta intensidad permanente en el que los compañeros podrían verse reflejados cuando pierden la brújula: el ecuatoriano Arturo Mina.

Sus desplazamientos, tanto en el anticipo como en los cruces, tanto para imponerse en lo alto como para salir desde el fondo con sus zancadas descomunales, tienen la contundencia propia de una final.

Si bien se inclina en forma natural a la espectacularidad –volar en chilena, por caso– no pretende el ornamento sino, precisamente, la intensidad.

En cada quite y en cada pase de Mina hay un mensaje implícito para el rival y los compañeros. Como si no hubiera jugadas de segundo orden y, por consiguiente, ni el mínimo resquicio para aflojar la atención. Es difícil imaginarlo dejar la pierna floja aun si se tratara de una pelota segura.

Su primer gol oficial con la camiseta de River, ante Talleres, acaso ilustra esta conducta. Al tomar el rebote, cabía un toque orientado para garantizar el gol. La posición era muy favorable. Pero Mina le pegó como para arrancar el arco. Son sus modos, se ve.

Sin embargo, lo cortés no quita lo valiente. La vehemencia no le resta plasticidad. A pesar de su metro con noventa, es capaz de aplicar sintonía fina.

Contra Arsenal ratificó su importancia. El contagio de su juego no depende del grito sino de la acción. De hecho, hasta aquí parece bastante controlado con la palabra. Acaso no la necesita para postularse como líder. Personalidad le sobra. Claro que su historia en River recién comienza.