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Messi quedó congelado por la defensa del PSG y nadie sabe como explicarlo

PARÍS -- Se hace difícil recordar un partido tan plano a Leo Messi como el que completó este martes en París. El argentino, líder espiritual y futbolístico del Barcelona, no dejó noticias en el Parque de los Príncipes y su equipo no lo pudo resistir. Sin capacidad de respuesta con el balón, la improductividad de Leo resultó fatal.

Tres balones, tres, condujo en ataque durante toda la primera mitad Messi. Tuvo tiempo, como mucho, de acomodarse una vez la pelota cerca del balcón del área antes de pasarlo mal.

Lanzó un libre directo sin peligro, trazó un par de ideas, sin conclusión ninguna, con Suárez. Y perdió un balón, en ataque, que dio paso a un contragolpe mortífero del PSG. El que desembocó en el 2-0 antes del descanso.

“Aparecerá” se escuchó en la tribuna de prensa del estadio francés durante el entretiempo. Porque Messi siempre está; porque en Leo confía el barcelonismo en pleno para solventar cualquier accidente o cualquier mal momento. Porque sus goles o sus asistencias pueden disimular el peor de los escenarios… Pero no. No apareció.

Irreconocible, ausente, apático y desconectado, Messi mostró que en ocasiones también es humano pero la peor de las noticias para el Barça fue que lo vino a enseñar en la peor de las noches porque a la falta de respuesta del equipo no contestó con su habitual puñetazo, futbolístico, sobre la mesa.

En cuanto entendió que el juego entre líneas era inexistente, a la que descubrió que Busquets era un huérfano sobrepasado por todos lados, Iniesta un zombi y André Gomes una rémora, Leo se acurrucó en su caparazón y desapareció como no se recuerda de la escena.

LA REALIDAD

La grandeza del escenario, la majestuosidad de la cita o el eco mediático de la jornada le pasó por encima de una forma entre cruel y ridícula sin que fuera capaz de sacar de su mochila invisible el genio que lleva dentro. Y si Busquets señaló a Luis Enrique desde la palabra, Messi lo hizo antes a través de la imagen, de una rendición incondicional nunca vista.

La realidad del Barcelona quedó al desnudo en el peor de los momentos.

Una semana después de sobrevivir a la carga del Atlético, derribado en Madrid por medio de sus puñales en la ida pero sin capacidad de respuesta colectiva, el PSG ya descubrió todas las carencias futbolísticas de un Barça que poco o nada tiene que ver con el de sus mejores días. De atrás a adelante sin que exista el centro del campo, los rivales van descubriendo la manera de neutralizar la voracidad de la MSN y la magnificencia de un Messi cuya soledad se antoja peligrosísima para el equipo en general y para él en particular. Busquets dio la voz de alarma y su proclama no puede caer en saco roto.

Porque las palabras del mediocentro no son más que un grito de auxilio y la reclamación de volver a la íntima filosofía de este Barça irreconocible que en París saltó por los aires y que necesita recuperar su imagen. Porque solo recuperando su imagen podrá reconvertir, otra vez, a Messi en la guinda de un equipo sin igual que llegó a ser.