Fútbol Americano
Mark Ogden 6y

La expulsión demuestra que Cristiano Ronaldo debe cambiar su juego para triunfar en Juventus

El debate sobre la justificación de la tarjeta roja que recibió Cristiano Ronaldo en el triunfo por 2-0 de Juventus sobre Valencia en la Champions League seguramente será más extenso que la suspensión que reciba de la UEFA, pero si hay algo indiscutible es que el jugador de 33 años es el único culpable del caos en el que se encuentra.

A primera vista, y luego con la asistencia de las repeticiones desde todos los ángulos, la expulsión de Cristiano tras su choque con Jeison Murillo, de Valencia, pareció algo exagerada.

Pero fue la estupidez y la petulancia de Cristiano, cuando intentó tomar a Murillo por el pelo, lo que le dio al árbitro alemán Felix Brych motivos para sacar la primera tarjeta roja que el jugador ha recibido en la Champions League.

Cristiano pagó caro su arranque de frustración.

Cumplirá una suspensión automática de un partido cuando la Juve juegue de local contra los Young Boys en Turín el mes próximo, pero las lágrimas que derramó tras su expulsión podrían deberse a la posibilidad de perderse un emotivo regreso a Manchester United el 23 de octubre -- quizá su última oportunidad de jugar en el estadio donde hizo su nombre.

Un panel disciplinario de la UEFA decidirá si ampliar o no la suspensión, y sería un golpe enorme para Cristiano y la Juve, y también para el espectáculo de la Champions League, que el portugués esté ausente en Old Trafford.

¿Esto se veía venir? ¿La petulancia de Cristiano estuvo arraigada en la sensación de que sus poderes están disminuyendo, y que ya no puede hacer lo que antes le salía con tanta naturalidad?

A eso hay que sumarle la carga de ser el hombre que fue fichado para terminar con la larga espera de Juventus por otro título de Champions League, y un arranque de campaña bastante flojo en el club tras haber dejado Real Madrid este verano. Hasta Cristiano podría verse afectado por semejante presión.

Si hay algo seguro, es que el incidente en Valencia no fue un hecho aislado.

Rebobinemos a fines de junio, al partido de la fase de grupos del mundial entre Portugal e Irán en Saransk -- encuentro que terminó con Cristiano envuelto en polémica porque el árbitro paraguayo Enrique Cáceres no expulsó al portugués tras el codazo que le dio al defensor iraní Morteza Pouraliganji.

Cristiano escapó con una tarjeta amarilla en esa ocasión, por lo que el DT de Irán, Carlos Queiroz, quien desempeñó un papel clave en el desarrollo de Cristiano en United como entrenador asistente, soltó con furia: "Las reglas dicen que un codazo se sanciona con tarjeta roja, no indican excepción para Messi o Ronaldo".

A Cristiano ya le habían atajado un penal en el partido, e Irán resultó ser un hueso duro de roer, de modo que sus frustraciones quizá fueran comprensibles. Pero de más joven habría reaccionado convirtiendo un gol clave o entregando un pase decisivo en lugar de desquitarse con un rival.

Y lo mismo va para su choque con Murillo en el Mestalla el miércoles. Murillo y Cristiano se trenzaron en el área grande, Cristiano no podía sacárselo de encima y el defensor de Valencia luego cayó al suelo.

No hacía falta llevarlo más allá, pero al tomar a Murillo del pelo, Cristiano demostró que el colombiano lo había sacado de quicio.

Durante sus seis años en United, la cualidad de Cristiano que Sir Alex Ferguson siempre destacó por sobre todas las demás fue su fortaleza.

Ni sus habilidades, ni su talento como goleador; lo que a Ferguson le encantaba de Cristiano era su capacidad de responder a todo tipo de intimidaciones físicas de la mejor manera posible, castigando al rival con su talento.

Sigue teniendo esa fuerza, y la capacidad de dar vuelta un partido en un instante, pero ya no tiene tanta movilidad como antes, y jugadores menos habilidosos han descubierto que sí es posible frenarlo, o al menos contenerlo.

Los incidentes en los partidos contra Irán y Valencia son testimonio de ello, y a Cristiano le está costando responder como solía hacerlo.

Pero al menos le importa. Comparado con el rendimiento anémico de Neymar con Paris Saint-Germain en Liverpool 24 horas antes, Cristiano claramente dio todo para marcar la diferencia contra Valencia hasta que fue expulsado.

Está desesperado por triunfar en Turín, y probablemente estará tan molesto por haberse perdido la oportunidad de patear dos penales (ambos convertidos por Miralem Pjanic contra Valencia tras su expulsión) que por haber condenado a sus compañeros a jugar con 10 hombres durante más de una hora en España.

El tiempo le está pasando factura a Cristiano, y tanto él como Juventus saben que la apuesta de alcanzar la gloria en la Champions League es una apuesta a corto plazo.

Ésta es una carga pesada para un hombre, y hasta para un jugador tan grande como Cristiano, y su efecto quedó en evidencia contra Valencia.

Pero puede que haya sido una lección oportuna. Sigue siendo un jugador decisivo y un goleador implacable, pero ya no puede hacer lo que hacía a los 25. Si lo acepta y hace los cambios necesarios, podría prescindir de la petulancia, que podría terminar costándole muy cara.

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