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Brasil ya no es la que supo ser

SEATTLE (Enviado especial) -- Ni una camiseta de Brasil en Estados Unidos. La frase es una exageración, pero no está tan lejos de la realidad vivida en esta Copa América Centenario. La Selección más admirada del mundo, la que desde hace décadas provoca pasión en cada sitio donde juega, aquí pasó desapercibida. Y esto tiene menos que ver con el casi nulo interés del pueblo estadounidense por este juego que con el pésimo momento del fútbol brasileño.

La notica del despido de Dunga alteró la tranquilidad de la mañana de Seattle en la previa del duelo entre Argentina y Bolivia. Aunque tras la derrota contra Perú este parecía ser el desenlace natural, generó cierta sorpresa por lo apresurado de la determinación de la CBF. Dos días después de la eliminación, Dunga llegó a Sao Paulo y enseguida viajó rumbo a Río de Janeiro, donde le comunicaron que dejaba de ser el DT del Scratch. Su ciclo fue tan malo como los anteriores.

Lo que ocurrió en Estados Unidos durante la Copa América Centenario no es más que una consecuencia lógica de años de deterioro. Hoy, la Selección brasileña no apasiona a nadie, ni siquiera a los propios brasileños, que viajaron en un número casi insignificante a este país. Un ejemplo sirve para describir la situación: cuando el equipo enfrentó a Haití, en el Fan Fest de Chicago, una de las ciudades más grandes de América, no había ni un torcedor. Ni uno solo.

"Esto es una progresión que puede terminar que dejarnos afuera de una Copa del Mundo. La derrota no es una sorpresa total, se podía ver venir". La voz del periodista Edgar Alenca, de SportTV, es sólo una de las muchas que lamentan este momento del Seleccionado. La mayoría de los trabajadores de prensa que cubren el campeonato están de acuerdo en que este fracaso se podía esperar y nadie se mostró demasiado sorprendido. Ni siquiera los pocos hinchas que arribaron a EEUU.

Durante este tipo de eventos, es normal ver a las casas de artículos deportivos plagadas de camisetas verdeamarelas y de artículos brasileños. Que la enorme mayoría de las referencias futbolísticas tengan que ver con Messi, Barcelona y Argentina es otro símbolo de la época. Es cierto que la ausencia de Neymar tampoco ayudó a despertar el interés, pero la presencia de una Selección de Brasil debería alcanzar para revolucionar una ciudad. Aquí jamás ocurrió.

Dunga tomó una decisión que, con las cartas sobre la mesa, fue mala. Priorizó los Juegos Olímpicos de Río y ni siquiera podrá dirigirlos. Neymar decidió participar de la justa olímpica en lugar de disputar el último campeonato de mayores que tiene su equipo en vista hasta el Mundial. El oro es una deuda histórica para la Canarinha, pero darle la espalda a un torneo histórico como este fue un error demasiado grosero. Tras la estrella de Barcelona se bajaron de la Copa Ricardo Oliveira, Rafinha, Ederson, Kaká, Luiz Gustavo y Douglas Costa, que iba a ser la figura del plantel. Demasiados problemas para un plantel al que no le sobra nada.

Es difícil afirmar cuándo comenzó exactamente el deterioro del futbol brasileño, pero hoy está en su punto más pronunciado. Por primera vez en la historia, terminó una fecha de Eliminatorias afuera de la zona de clasificación y volvió a despedirse en primera fase de una Copa América después de décadas. Es cierto que ganó las últimas tres Copas Confederaciones y eso genera una especie de espejismo, pero el 1-7 en el Mundial y las eliminaciones en las últimas dos Copas América describen mucho mejor el presente.

En algún momento, alguien decidió que Brasil debía cambiar el estilo que le dio tantas alegrías y adoptar una forma de jugar más "europea". El pragmatismo le ganó al jogo bonito y eso le dio algunas alegrías, como los títulos mundiales de 1994 y 2002, pero dinamitó una forma de sentir el juego. Hoy, nadie sabe cuál es el estilo de las nuevas generaciones brasileñas y lo que dio resultados al principio, con Parreira y Scolari, ya no funciona con Dunga. Incluso, la decisión de ir a buscar nuevamente al exmediocampista central acentuó esa idea, a pesar de la señal que había dado Alemania en Belo Horizonte.

Hoy, Brasil es una Selección más, sin el brillo ni el arraigo popular de otros tiempos. Estados Unidos la ignoró desde el primer día y la despidió sin ningún tipo de ceremonia. Llegó en silencio y se retiró del mismo modo, aunque con algunos silbidos de fondo.