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La historia se empecina en repetirse

NUEVA JERSEY (Enviado especial) -- La historia se empecina en repetirse. En el estadio MetLife de Nueva Jersey se jugó el mismo partido del Nacional de Santiago y la Selección argentina volvió a perder una final, la tercera en dos años.

Por supuesto que existen explicaciones futbolísticas a esta nueva derrota y serán desarrrolladas en los próximos días, pero la principal razón de la caída es la insólita mala suerte que tiene esta generación de futbolistas argentinos. Podrá parecer un facilismo, pero no hay motivo mayor que este.

En los tres encuentros definitorios, Argentina no perdió en los 90 minutos ni tampoco hizo goles. Contra Alemania y las dos veces contra Chile, el equipo superó a su rival y mereció más de lo que tuvo, pero como siempre el fútbol se ríe de los méritos. En una final a un solo partido, gana el que sabe combinar mejor pericia con azar.

El combinado chileno se quedó con 10 antes que la Albiceleste y falló el primer penal. En situaciones normales, ambos hechos pueden actuar como un condicionante, pero para este seleccionado argentino nada sigue los carriles naturales. Muy rápido, Marcos Rojo cometió una imprudencia y también se fue expulsado. Y Lionel Messi, sí, él, falló su disparo enseguida después de Arturo Vidal.

La mejor forma de ejemplificar la mala suerte de esta Selección es con las jugadas de Gonzalo Higuaín. En cualquier otro contexto, las tres acciones de las tres finales habrían terminado en gol. Es uno de los mejores centrodelanteros del mundo, pero desperdició oportunidades que condicionaron el desarrollo de cada uno de los partidos. De todos modos, hablar de qué habría pasado si esas jugadas hubieran terminado en gol no tiene sentido.

La idea de estas líneas no es afirmar que la diosa fortuna es la única culpable de esta triple frustración. Nada de eso. Sí que la suerte tiene una incidencia fundamental en este juego y siempre ha jugado en contra de Argentina. Luego, ha habido múltiples errores futbolísticos y, sobre todo, anímicos, pero jamás el destino hizo un guiño.

En este encuentro frente a Chile se vio un equipo temeroso por momentos y nervioso por otros. Hubo varios rendimientos individuales por debajo de lo esperado y tampoco hubo respuestas colectivas. Ante un adversario que tampoco mostró demasiados argumentos para ganar, hubo solo cinco disparos al arco, una cifra muy inferior a la media. El mano a mano de Higuaín no entra en la estadística porque se fue desviado, pero sin dudas fue la ocasión más clara del partido.

La actuación de Messi merece una extensión mayor, aunque se puede describir con una palabra: emocionante. Pero las emociones no siempre son positivas. Por momentos, el capitán se puso el equipo al hombro y fue el único que sacó la cara. Fue el mejor jugador de la Selección por amplio margen, pero una vez más se fue entre llantos. El fútbol ha sido muy injusto con él, que a los 29 años todavía no pudo ganar un título internacional. Aquí, una vez más entra a jugar la mala suerte. Messi volverá a patear decenas de penales en su carrera y ninguno se irá tan arriba.

Da la impresión que este torneo marcará un cierre para la carrera de varios jugadores en el conjunto nacional. El futuro no se ve muy bien por las dificultades de la AFA y porque este tipo de derrotas hacen cada vez más difícil todo. Este grupo de futbolistas, que hizo todo bien hasta hoy, no pudo con el peso de una nueva final y tampoco tuvo la suerte necesaria.

Ese es sólo el punto de partida del análisis. En medio de una enorme tristeza.