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Cuatro cruces alemanas para México

Getty Images

Cada que Alemania miró en un campo de futbol a México, quedaron ruinas. Los teutones se encargaron de salpicar aún más la trágica historia del futbol nacional con resultados tan contundentes como humillantes. Imposible no referirse al 6-0 en el Mundial de Argentina 1978 o la eliminación en penales de 1986. Otro capítulo triste fue en Francia 1998, la ocasión en que más cerca estuvo el Tri de vencer a un gigante.

Primer Cruz: “Hasta el 7-0, descansé”

Desatados y sin cadenas, los alemanes vapulearon a México en el Mundial de 1978. Era el segundo partido de un equipo nacional que traía la moral debajo de los tobillos, “y nos tocaba contra el campeón del Mundo”, acota Arturo Vázquez Ayala, conocido como el Gonini.

De tal manera, quedaron dos anécdotas para el recuerdo. Una con las profecías insulsas de José Antonio Roca, director técnico de México al decir que con Túnez se ganaba, con Polonia se empataba y con Alemania se perdía, “y resultó que el primer juego ante Túnez lo perdimos. Para el duelo contra Alemania llegamos devastados”.

La tónica que supuso Roca, era aguantar al menos media hora antes de recibir un gol teutón; a los 5 minutos, ya perdía el equipo nacional en el estadio de Córdoba. La vergüenza fue peor al salir expulsado el portero José Pilar Reyes que dio paso a la segunda anécdota: a Reyes le metieron tres goles en el primer tiempo. Al irse del campo le dejó su lugar a Pedro Soto que tras volver al vestidor le dijo, ‘empatamos’. Pilar Reyes no lo podía creer pero la broma fue más irreverente, “a ti te metieron tres goles y a mí también’, le dijo Soto.

El Gonini recuerda entonces a un equipo inexperto, que no tenía cartel internacional para un evento como el Mundial, “a pesar de que habíamos hecho una gira por Alemania precisamente. Hugo Sánchez y Víctor Rangel eran muy jóvenes. Fue muy duro el 6-0 en una Copa del Mundo, fue algo que cargué 38 años hasta que pasó el 7-0 con Chile de Copa América. Ahí supe que ya no éramos los más malos. Sólo queda lo frío de un marcador de escándalo, casi nadie recuerda que Alemania era el poderoso campeón del mundo”.

Segunda Cruz: “No era gol del Abuelo Cruz”

El árbitro Jesús Díaz, colombiano de nacimiento, fue el elegido para pitar el México-Alemania de los cuartos de final del Mundial de 1986. Por aquel tiempo exultante, el país vibraba porque el Tri viajó a Monterrey para definir su futuro. Ahí le esperaría, como a los alemanes, una temperatura de 39 grados.

Entonces, ni siquiera con esas condiciones adversas, Alemania cedió territorio. Venció en penales pero Jesús Díaz fue el villano por anular un gol a Javier ‘abuelo’ Cruz.

“En esa jugada hubo un empujón a Andreas Brehme que le impidió ir por el balón, situación que aprovechó Cruz para anotar. Pité mucho antes de que pateara al arco, incluso los alemanes se frenaron en seco”.

A base de arreones, México y Alemania llegaron a los penales donde otra vez el Tri se quedó en la lona. La recta final del Mundial no fue fácil para Chucho Díaz quien tuvo problemas en el aeropuerto de Monterrey. “Llevaba mi saco con el parche de FIFA y varias personas alcoholizadas comenzaron a gritar que me bajara del avión. Uno de ellos vino hasta mi asiento y comenzó a encararme. Me contuve porque tengo muchos amigos mexicanos así que decidí ir a la cabina para pedir viajar ahí. Cuando iba a algún sintió me hacían cánticos insinuando que me dieron plata. Me daba más rabia que temor”.

Lo cierto, es que el partido de México-Alemania, fue un derroche de patadas y poca técnica. Más músculo que imaginación.

“Para mí fue un juego intenso, donde los dos equipos lucharon todo el tiempo. No tenía nada en contra de México. Expulsé a Thomas Berthold en una jugada en la que pocos árbitros se hubieran atrevido a mostrar la tarjeta roja”.

Tercera cruz: Fundida Alemania, rinde a México

Un paso adelante estuvo Oliver Bierhoff con respecto a Raúl Rodrigo Lara. 12 años después, ahora en Francia 1998, México y Alemania se volvían a ver las caras en ronda definitoria. Fue una brava y valiente demostración mexicana que no supo galvanizar el momento a comparación del delantero alemán que con un martillazo sepultó las ilusiones. Nunca estuvo México tan cerca de la gloria de derrumbar con una honda a un gigante.

“La única manera de vencer a Alemania, era ser más consistentes que ellos. Atacar mucho y sin dudar pero respetando nuestra raza, porque teníamos mejor condición física y por el calor, ellos estaban fundidos”, asevera Manuel Lapuente, entrenador de esa selección.

Lapuente apenas se enteró que tocaba Alemania, preparó una estrategia de 24 horas diarias. Todo detalle fue manejado y las cosas parecían salir bien, “hablé con cada jugador, les pedí cosas qué hacer y qué no, nada de individualidades, puro juego en conjunto. Tenía la estrategia desde el comienzo del partido hasta el final. Ahora bien, otra cosa es la inspiración del jugador y la realización en el campo”.

Iba todo inmaculado en la cita. Un gol de Luis Hernández convirtió aquello en una fiesta mexicana. En la estrategia estaba mover a Claudio Suárez de contención y bajar a Raúl Rodrígo Lara a la central, además de meter a Jesús Arellano, “así estaba planeado. Muchos critican los errores de Lara al final que ciertamente no estaba en su posición pero no ven cuántas salvó con anterioridad”, se defiende Lapuente.

Entonces, hubo esa jugada en donde un poste detuvo el balón y el aliento de los mexicanos. La zancada del Cabrito Arellano era de correcaminos, y el segundo tiempo era un hombre de piernas frescas. Se fue hasta el fondo de la cancha y el esférico se quedó a centímetros del segundo gol azteca.

Lottar Matthaus recuerda ese episodio de su vida con cansancio: “fue agotador lo que sufrimos en Montpellier. México fue un rival muy duro. En 1986 había estado en la cancha y sabía lo que nos esperaba. Algo tiene la genética alemana que es luchar sin descanso. Es cierto que yo estaba más veterano y cuando vi correr a Arellano lo único que pensé es que tenía que alcanzarlo. Al final el que puntea el balón soy yo y por eso sale al poste y no a las redes. Creo que fue el ADN que tenemos los alemanes para luchar”.

México perdió en 10 minutos la ventaja y el partido.

Cuarta cruz: Concierto de goles

Alemania confirmó por enésima vez, que México será sometido a sus intereses, incluso en aquellos partidos donde ya no se jueguen nada más que un insípido tercer lugar. Fue en la Confederaciones del 2005 cuando se vieron de frente.

Sinha rememora el duelo como un juegazo, “donde hubo muchos goles y acciones de peligro todo el tiempo. Además de que se demostró que podemos jugar de tú a tú con cualquier rival y en su campo”.

Alemania fungía de local ante una selección mexicana que solvente, había dado fogonazos de reacción al verse abajo en el marcador, “jugábamos a lo que sabíamos hacer con La Volpe. Tocar bien y con precisión la pelota. Por eso forzamos los tiempos extras y estuvimos muy cerca de ganar el juego. Más que verlo como una derrota me quedo con la tranquilidad de que en Alemania dimos un buen papel”, dice Sinha.

El partido termino 4-3 con varios detalles de muchos quilates. Goles de Jared Borgetti y Kikín Fonseca hicieron que el aplauso fuera generalizado, sin embargo, la derrota volvió a estar presente. La cuarta cruz, estaba clavada.