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Los Royal Bafokeng

Bienvenidos a Royal Bafokeng Enrique Vega

RUSTENBURG -- ¿A qué huele Sudáfrica...? Bueno, no sé todo el país, pero sí sé a que huele Rustenburg: huele a humo de fogata, como cualquier pueblo de México.

¿Y cómo luce Rustenburg...? Podría decirles que tambien luce familiar. De hecho llegar a esta comunidad rural en donde se encuentra el estadio Royal Bafokeng me recordó mucho cuando conocí Chachalacas en Veracruz. Calles de arena hasta llegar al estacionamiento de prensa y montones de gallinas dándonos la bienvenida.

De todas las sedes que he visitado, Rustenburg es la más africana. Tiene un estadio de primer mundo construido en medio de la nada; con modernas avenidas que conducen al escenario mundialista, aunque no hay zonas habitacionales en muchos kilómetros a la redonda.

Frente al Royal Bafokeng sólo hay algunas casas salpicando el paisaje y poniéndole colorido, pues son ellos los propietarios de las gallinas negras que eran las encargadas de dar la bienvenida en este pintoresco lugar.

Y vaya que es singular, pues aqui los scaners de rayos X sirven para guardar la fruta de los guardias, y que se mantenga fresca y fuera del alcance de los insectos.

Pero en contraste, es el único estadio que sí tiene una área de reposo construida de definitiva y no una zona prefabricada dentro de la carpas de trabajo de la prensa.

Si Polokwane era una "ciudad" con 50,000 habitantes, Rustenburg es apenas una reducida comunidad minera pero que tiene un gran potencial económico, pues bajo su suelo está la mayor reserva de platino en el mundo.

Aunque los Bafokeng, dueños de la tierra, nunca han sido ricos. De hecho, están muy lejos de recibir beneficios del costoso mineral, pues han pasado más tiempo defendiendo su tierra que obteniendo beneficios.

Los Royal Bafokeng llegaron a este sitio, de acuerdo con la leyenda, huyendo de Lesotho y después de Botswana y decidieron instalarse en donde encontraron los lagartos les marcaron el camino, algo así como la leyenda de los aztecas al llegar al Valle de Anahuac, sólo que aquí no había águila devorando una serpiente, sino nidos de kwena como llaman al cocodrilo.

Pese a que nadie sabe en qué fecha llegaron a estas tierras y las han habitado desde épocas remotas, los Bafokeng tuvieron que comprar sus propias tierras en el siglo XIX siguiendo una iniciativa de su Rey Kgosi Mokgatle, quien pensó que de esta forma los respetarían los Boers, los colonos blancos de la República.

La ironía es que los Bafokeng se empleaban en las minas trabajando casi como esclavos y con sus ingresos iban comprando su propia tierra. Hasta adquirir 1,400 kilómetros cuadrados ubicados entre la Reserva Natural de Magaliesberg, Rustenburg, Sun City y la Reserva de Vaalkop. en donde en la actualidad viven 300,000 personas quienes forman la Royal Bafokeng Nation (RBN).

Hoy los Royal Bafokeng reciben regalías mínimas por el plátino, pero rompieron su tradicional calma por la visita de miles de mexicanos que al grito de chiquitibum irrumpieron en su calles de tierra roja, que sin pedir permiso tomaron su banquetas para estacionar y que a cambio regalaron máscaras de luchadores que los niños ahora visten felices.

Rustenburg nunca había alterado su ritmo hasta hoy, cuando la esperanza Tricolor pintó esta comunidad de verde blanco y rojo, borrando prácticamente a los aficionas charrúas.

La esperanza Tricolor iluminó el estadio Royal Bafokeng, ahora sólo falta que los discípulos de Javier Aguirre respondan en la cancha.